Tomemos como grupo de muestra para caracterizar al público adolescente y sus relaciones interpersonales , una clase de ESO o de bachillerato. A simple vista, enseguida nos daremos cuenta de lo difícil que resulta establecer generalizaciones. Algunas de las personas que lo componen pronto destacarán por su carácter extrovertido, con afán de protagonismo, mientras que otras se mostrarán más reservadas, como queriendo pasar desapercibidas. Unas vestirán de acuerdo con las últimas tendencias en moda juvenil; por el contrario un buen número presentará un aspecto más bien descuidado o que evidencia una total despreocupación por los cánones estéticos del momento. Las habrá respetuosas o irreverentes; más maduras o aniñadas; deportistas, sedentarias, responsables, alocadas, voluntariosas, apáticas, nihilistas y comprometidas en la construcción de un mundo más justo y solidario...

Si pasamos a preguntar a cada una, en un intento de profundizar, la mayoría manifestará cierta aversión al instituto y más al hecho de tener que estudiar (aunque ambicionen tener buenas profesiones el día de mañana y reconozcan que para ello es necesaria una amplia formación académica). Unas pocas querrán ponerse ya a trabajar. Todas hablarán de ciertos miedos, sueños de realización personal, deseos inmediatos...

Donde sí parecerán coincidir algo más es en las ganas que tienen de estar siempre con sus amistades, en la necesidad de sentirse arropadas por su familia, en los hábitos consumistas, en lo fáciles (aunque les cueste reconocerlo) que son de influenciar, en su rechazo a los políticos y a la autoridad, en el apego al móvil, al ordenador y a las últimas tecnologías de la información y la comunicación, en el culto a la imagen, en no saber si el que les espera es un futuro mejor o peor...