La mayoría de los emigrantes,
los de la posguerra española y los que hoy en día
se trasladan forzosamente por motivos laborales, sólo
en teoría
son voluntarios. La necesidad de encontrar un mejor puesto
de trabajo, vivir más dignamente, unas condiciones
de vida más adecuadas para sus hijos, son los principales
motivos que impulsan a la población a dejar su
tierra, a veces con su familia, y trasladarse a otras ciudades.
"Emigré porque mi marido no tenía
trabajo, muchas veces no había que echarse a la boca,
porque estaba más tiempo parado que trabajando, y no
porque él no quisiera trabajar, sino porque no había
trabajo" Carmen Ramos
Nos vinimos primero a san Agustín porque
allí no había trabajo ninguno, ninguno, nada
más que morderte los codos de hambre y buscar muchas
"aromanzas", muchas achicorias, muchos cardillos
para poder comer, porque mi pueblo es de mucho aceite pero
lo tenía el que lo tenía. Felícita
Parralejo
Los movimientos de población que practicaron nuestros
abuelos corresponden, en la mayoría de los casos a
las migraciones que se producen en España en la década
de los 40, los 50 y los 60. Era un movimiento desde las zonas
rurales a las zonas urbanas.
Es la población joven la que movida por
ese afán de mejora o esa necesidad económica
emprende la aventura de buscar otra forma de vida en un lugar
diferente.
Al acabar la guerra toda la familia se viene
para Madrid, las hermanas mayores se pusieron a servir, y
los hermanos se colocaron. Yo como era muy pequeña
iba a los basureros y recogía metal, trapos, cristal...
Otras veces iba a los cuarteles y me daban cachos de pan...
Les daba lástima porque era pequeña"
esto nos cuenta Josefa Aranda.
"Yo vine a Madrid con 12 años,
y con 14 ya me podía poner a trabajar" nos
cuenta José Uriel, nacido en Santander en 1930.
Vine aquí en el año cuarenta
y tendría veinte años. Allí el mayor
se queda con la mayor parte y los demás tienen que
salir o casarse con una labradora. Entonces nos vinimos aquí
a empezar una nueva vida, a trabajar por nuestra cuenta, para
nosotros. Emilio Tallos
Entre los 18 y los 20 años vienen ya solos o con algún
familiar que antes les ha buscado trabajo o incluso les ha
proporcionado alojamiento.
En la decisión de dónde emigrar
intervienen dos factores, el primero y más importante,
considerar la oferta de trabajo del lugar seleccionado. La
gran ciudad- Barcelona, Madrid, Castellón- es un lugar
que se presupone con múltiples empleos, con mucha oferta.
El segundo factor que mueve a los emigrantes es conocer a
alguien en el lugar en el que quieren instalarse. Un familiar,
un amigo, cualquier conocido que les ha proporcionado un contrato
de trabajo, que les puede acoger temporalmente en su casa,
que les abre las puertas en una ciudad desconocida y nueva
es decisivo para ir a un lugar u otro.
"Mi mujer tenía un hermano en
Madrid que se vino antes que yo" nos cuenta un abuelo
que ha nacido en Quintanar de la Orden (Toledo).
"En Madrid tenía dos primas, Leonor
y Julia, que tenían portería y allí pasaba
muchos ratos" nos cuenta Mercedes Benito.
También es muy elocuente la experiencia
de
Ramón Oliva en Holanda "Emigramos en el año
62 a Holanda, fuimos con contrato de trabajo para construir
el metro. Fuimos en tren y vimos a muchos otros españoles
que iban a otros países. Nos fuimos porque aquí
se ganaba muy poco y vimos el cielo abierto". Ramón
Oliva
Esta sensación de familiaridad y la convivencia
con personas que veían iguales a ellos es lo que les
ayuda a superar los inevitables malos momentos del principio.
Alejandro Herránz se viene a Madrid ya
casado y con hijos y nos dice "La gente de Madrid
era igual que nosotros, era toda gente que había venido
de otros pueblos . Era gente igual que nosotros".
Y, efectivamente, los inmigrantes que proceden de las zonas
rurales se van a los barrios periféricos de la ciudad
de Madrid. Vallecas, Cuatro Caminos o los poblados dirigidos
como el de Hortaleza son los primeros lugares de residencia
que, a su llegada, mencionan en sus entrevistas.
En vagones de tercera
Salir del pueblo rumbo a una ciudad que, en la
mayoría de los casos, es totalmente desconocida y muy
diferente al ambiente rural del que proceden, era un paso
difícil.
El desplazamiento de nuestros abuelos es una
odisea. Tienen que combinar varios medios de transporte. Uno
para salir del pueblo, en general en tartana o andando, hasta
llegar al nudo de comunicaciones más cercano donde
cogen el autobús de línea - La Rápida,
La Veloz
- hasta la estación de tren.. Trenes
mixtos de pasajeros y mercancías, vagones de tercera,
trayectos interminables, múltiples transbordos de un
tren a otro. Horas y horas de viaje.
"El tren iba despacio y llevaba poco
equipaje y poco dinero. El viaje, pues ... no sé...
igual duró seis o siete horas. La llegada a Madrid
fue una cosa que está soñada y eso de estar
en el pueblo y estar tan tranquilo, y aquí... en movimiento
todo el día, siempre te impresiona y te agobia".
Francisco González
El tren era de carbón. Nos bajaban
de Hiescas a Torrijos, hasta la estación y allí
cogías el coche de línea de correos y me iba
a La Puebla. Los trenes tardaban mucho, eran muy lentos.
Carmen Martín
Lo mismo llegabas a Madrid que llegabas a Valladolid, toda
tiznada de carbón, porque
eran los trenes de carbón, esos que iban echando humo
y se metía por las ventanillas, luego te restriegas,
ibas toda hecha un Cristo... unos trenes que eran con los
asientos de madera, antiguos. Pilar Velasco
Los autobuses estaban cargados de personas y
de enseres, las maletas en la baca, tapadas malamente con
una lona. Estos eran los vehículos más utilizados,
los que nos cuentan en sus entrevistas.
En un coche destartalado, muy viejo, y veníamos
como piojos en costura, muy apelotonados porque había
que aprovechar hasta los pasillos de pie y todos traían
sus cestas y pollos y conejos. Era un desastre. Las maletas
en vez de llevarlas abajo, las llevábamos arriba en
la baca. Mi madre tenía una maleta de cartón
pero al cobrador se le olvidó echarle la lona, empezó
a llover y se puso aquello chorreandito. Empezaron a bajar
las maletas y el cobrador se quedó con el asa de la
de mi madre en la mano y todas las cosas y las ropas tiradas
por el suelo, una pena. Fidel Sánchez
"Sólo una maleta con dos mudas
y dinero sólo para el viaje. Íbamos las dos, mi hermana y yo, en el autobus desde Sepúlveda. El
viaje duró mucho, no recuerdo cuánto pero mucho". Petra Baz
La llegada
Cuando el punto de llegada es Madrid manifiestan
la sensación de susto, impresionados por los edificios,
por las distancias, por las prisas...
"Cuando vine a Madrid llegué a
la estación y se me vino el mundo encima, tan grande,
tanta gente, hasta que llegué a casa de unos familiares.
Madrid me causó una sensación muy grande".
Aniceto Fernández
Madrid, por primera vez, era un terremoto,
que no parecía que fueras a poder salir. Yo de que
vi tanta gente, tanto coche, tantos edificios altos, yo, mareadita,
mareadita. Felícita Parralejo
"En Madrid las distancias eran muy largas- nos
dice José Uriel- ¡la sensación que
me hizo ver la Telefónica!, ¡qué piso!.
Era tan grande que se te venía encima".
En ocasiones, ya sea por su carácter,
o por la vida tan diferente que habían llevado se muestran
optimistas, alegres.
"Me vine a Madrid con una maleta. Tenía
veinte años y seis mil pesetas que había ahorrado
cuidando niños. No tuve sensación de miedo,
estaba emocionada." Ángela Hernando
Para los que llegan en los años
cuarenta se encuentran aún restos de la guerra.
Me acuerdo que estaba todo con tiros de la guerra, estaba
todo destrozado. La Ciudad Universitaria estaba toda por el
suelo, de la guerra, todo caído. Patrocinio Ibañez
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