2. SOPORTES DE LA ESCRITURA... (Cont.)
Los tallos de la planta, ricos en celulosa, se partían en trozos de unos 40-50 cm de largo. Luego se cortaban finas láminas longitudinales y se aplanaban con un mazo. Las láminas se extendían sobre una superficie lisa, todas en el mismo sentido, formando una primera capa. A continuación, se superponía otra capa de láminas, en sentido perpendicular a las anteriores. Se ponían en remojo, se prensaban y, por último, se dejaban secar al sol. El resultado era un material (gr. carth / lat. charta) apto para la escritura. Los pliegos de papiro (paginae, plagulae, schedae) se encolaban sucesivamente por su lado más ancho, de manera que formasen una larga banda (normalmente de seis metros de largo por veinte centímetros de alto), que debía enrollarse sobre un cilindro de madera o hueso llamado «ombligo» (umbilicus): éste se remataba en sus extremos con unos pomos de madera o marfil, denominados «cuernos» (cornua); algunos rollos tenían un umbilicus en cada extremo. El rollo así formado era llamado rotulus o, más comúnmente, volumen o, incluso, liber, y se empleaba principalmente para la copia de obras literarias, ya que para los menesteres de la vida cotidiana, la escuela, o las cartas se empleaban las tablillas enceradas, más baratas, pero demasiado voluminosas y frágiles. Sobre la banda de papiro se escribía en columnas. Los márgenes superior e inferior de la banda de papiro enrollado se llamaban «frentes» (frontes), y se alisaban para eliminar las irregularidades y el deshilachado de las fibras; para ello se empleaba la piedra pómez (pumex). Al rollo se le ataba un trozo de pergamino en el que figuraba escrito el título o el contenido (titulus, index). Para preservarlo de la humedad y de los parásitos se untaba con aceite de cedro y se introducía en un estuche, también de pergamino, coloreado de púrpura o amarillo.
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