SCRIPTA - Conocer la Literatura Latina

 

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 Tradición: Transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, etc., hecha de generación en generación.

1. ¿CÓMO SE PRESERVÓ LA LITERATURA ANTIGUA?

Una parte del legado de la Antigüedad clásica grecolatina ha podido llegar hasta nosotros por vía directa, y podemos apreciarlo en testimonios que aún perviven a pesar del tiempo transcurrido y de los efectos, a menudo destructivos, que las sucesivas generaciones han obrado sobre él: monumentos, inscripciones, monedas, cerámicas, mosaicos, esculturas, etc. son testimonios directos de esa época remota. Sin embargo, otra parte del saber antiguo, quizá la principal, se ha conservado en forma de libros manuscritos (códices), copiados sucesivamente por los monjes medievales

Hubo numerosos factores que influyeron en la transmisión de las obras antiguas. En primer lugar habría que mencionar el hecho de que los gustos varían de una época a otra, haciendo que se conserven las obras de los autores más prestigiosos, en detrimento de otros que caen en el olvido. Por razones parecidas, se pone mayor interés en conservar lo nuevo, dejando que lo antiguo se pierda si se considera superado. La conservación de las obras menos leídas estaba encomendada a las grandes bibliotecas, pero estas eventualmente podían quedar destruidas por incendios, como ocurrió con la Biblioteca de Alejandría destruida definitivamente en el 646 por las invasiones musulmanas.

 Aunque en menor grado de lo que podría suponerse, la prevención del cristianismo hacia la literatura pagana, también pudo determinar la suerte de algunas obras. Quizá no de manera intencionada. La escasez de materiales y su levado coste era un factor selectivo importante para determinar qué obras se copiaban. La carestía de materiales nuevos paliada con el aprovechamiento de los viejos explica también el fenómeno de los codices rescripti (palimpsestación).

Las recopilaciones, antologías y resúmenes, que comenzaron a elaborarse ya en época romana, fue perniciosa para las obras más voluminosas, que dejaron de copiarse.

En los periodos en se produjo un cambio en el soporte principal de las obras literarias, por ejemplo cuando los códices sustituyeron a los rollos de pergamino (s. III-IV), o cuando se comenzó a usar la escritura minúscula para las obras literarias (s. VIII-IX), hubo una gran pérdida de obras; aquellas que no interesaban no se transcribieron o, en su caso, se transliteraron.

Con todo, la suerte de las obras que no se perdieron y se transmitieron con el correr de los siglos se mantuvo en permanente precariedad hasta que Johannes Gutenberg perfeccionó la imprenta de caracteres móviles hacia 1440. Así se hizo posible la multiplicación de las obras vetustas, a veces conservadas en un único ejemplar, y se garantizó su preservación definitiva.

2. SOPORTES DE LA ESCRITURA EN LA ANTIGÜEDAD

  • Los rollos de papiro

El libro no ha tenido siempre la forma en que lo conocemos hoy en día. Para nosotros, un libro es un conjunto de hojas que se han cosido o encuadernado por uno de sus lados. Al leerlo basta con ir pasando sus hojas de papel, una tras otra, con un ligero movimiento de los dedos. La consulta se ve facilitada por la numeración de las páginas y por los índices. Podemos sostener un libro con una mano mientras lo leemos porque la mayoría son muy livianos, y si sus dimensiones no permiten una lectura cómoda, podemos colocarlo sobre una mesa o atril.

En la Grecia clásica, punto de arranque del grueso de nuestra tradición literaria, no había libros de esas características, ni había papel, y, lo que es más, se podían encontrar muy pocas personas capaces de leer. Los griegos conocían la escritura desde el siglo IX a.C. (en que adaptaron el silabario fenicio a las peculiaridades de su lengua, creando el primer alfabeto occidental) pero no pusieron sus obras literarias por escrito hasta varios siglos después, cuando la prevalencia del carácter oral de sus tradiciones comenzó a decrecer. Lo que existía era el rollo o volumen: una banda, más o menos ancha, confeccionada con hojas de papiro encoladas sucesivamente y enrollada en una especie de bastón. El texto se escribía en columnas regulares sólo por una de las caras del papiro, la que quedaba hacia el interior cuando estaba enrollado; así se evitaba el deterioro producido por el roce. 

Los inconvenientes de este tipo de «libros» eran muchos: para leerlos había que desenrollarlos, colocándolos sobre las rodillas y sujetando la parte enrollada con una mano, al tiempo que con la otra se iba desenrollando con cuidado. Su capacidad era muy limitada, debían emplearse varios rollos si se trataba de una obra extensa; efectuar una consulta o verificar una cita se convertía, además, en una engorrosa tarea.

 

La imprenta de caracteres móviles de Johannes Gutenberg en una miniatura del Compendio de los cantos reales (siglo XVI), Biblioteca Nacional, París.

Gutenberg

«Los esposos», pintura mural de Pompeya (siglo I d.C.).

Estantes de una biblioteca

Papiro con escritura griega, procedente de Egipto.

Lectura de un rollo. Relieve de un sarcófago romano del siglo II d.C.

 

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