El
genoma de un organismo es su
molécula de DNA, de
los que sólo un 3% son
genes
(entre 35000 y 100000 genes), y el resto es DNA
'basura' cuya función se desconoce. Es decir, que entre un gen y otro hay largas
secuencias intergénicas que no se traducen de ninguna forma y que incluyen secuencias
repetitivas, regiones aleatorias y espacios de función irrelevante o desconocida.
La secuenciación del genoma se ha completado a un 99%, pero lo que falta es
identificar los genes entre toda esa maraña de DNA y averiguar su función. Y
es que aunque se consiga completar el mapa genético del ser humano, quizá
se tarde bastante tiempo más en conocer el sentido que tiene la información
incluida en él.
El
genoma es como un texto, escrito con un
alfabeto de sólo
cuatro letras: A, C, G y T, que forman frases del tipo: ACGCCGGTATCTAG...,
sin aparentes signos de puntuación. Cada frase se traduce en la síntesis de
una proteína determinada. Todas y cada una de las células de nuestro organismo
disponen del genoma completo (el conjunto de genes humanos), pero en ellas sólo
se sintetizan las proteínas correspondientes: ya se trate de una enzima para
catalizar una reacción bioquímica, una hormona que se encargue de regular la
actividad de un órgano, la hemoglobina responsable del transporte de oxígeno
en los hematíes o un neurotransmisor del sistema nervioso.
El genoma humano comprendería la lectura completa de unos
3.200
millones de letras o bases químicas que conforman la herencia humana.
Cuando el organismo necesita determinada proteína, una señal hace que se activen
ciertos mecanismos del núcleo celular, que a su vez activan el gen que va a
codificar su síntesis mediante el proceso de
traducción,
encargado de transformar el lenguaje de los ácidos nucleicos (
nucleótidos)
en el de las proteínas (20 aminoácidos en total). Los organismos sólo sintetizan
una pequeña fracción de la que sería posible en teoría. Aun así, una célula
típica de nuestro cuerpo posee funcionando en su citosol unos 100 millones de
moléculas de proteínas, de unas 10.000 clases diferentes.
La secuenciación del genoma humano desarrollado por la empresa estadounidense
Celera ha
consistido en un proceso en el que los 3000 millones de bases de nuestro genoma
se reducen a fragmentos entre 500 y 1000 bases, que son cantidades que permiten
precisar cuáles son y en qué orden se sitúan. Luego habría que ensamblar de
nuevo esos fragmentos para reconstruir la cadena completa.