Organización social

En los poblados neolíticos era necesaria una organización social. Se observan toda una serie de construcciones y obras públicas (murallas, santuarios, riego artificial) que exigen una organización, una distribución de las tareas y una dirección de las mismas.

En las sociedades neolíticas se produce una división del trabajo según el sexo y la edad. Parece ser que la agricultura fue en sus inicios una actividad propia de las mujeres, los ancianos y los niños, mientras que se piensa que el pastoreo fue una actividad a la que se dedicaron los hombres jóvenes y adultos.

La presencia de los oficios artesanos implicaba también la existencia de unas sociedades que organizaban las tareas.

Poblado de Karanovo (Bulgaria). Basado en la reconstrucción de Tringham

En determinados poblados no se encuentran grandes diferencias sociales entre sus habitantes, como por ejemplo en Sesklos (Grecia) o Karanovo (Bulgaria), donde todas las viviendas son prácticamente iguales, o en Jericó (Palestina), donde los ajuares funerarios no muestran diferencias de riqueza.

Poblado de Dimini (Grecia) Basado en la reconstrucción de Korres

Sin embargo, en otros poblados alguna vivienda destaca por su singular tamaño. Es el caso del poblado de Dímini (Grecia) que, situado en lo alto de un cerro y protegido por cinco círculos concéntricos de murallas, presenta en lo más alto un edificio mucho más grande que los restantes y que podría albergar algún jefe o alguna divinidad. Estamos ante una sociedad en la que comienzan aparecer diferencias sociales: jefes, guerreros, sacerdotes, campesinos, pastores…

En las etapas finales del Neolítico, la construcción de los monumentos megalíticos van a exigir los esfuerzos de numerosas personas, tal vez la cooperación entre comunidades vecinas. En todo caso, era necesaria una dirección capaz de unificar y coordinar todos esos esfuerzos diversos. Por tanto, debía existir alguna distribución de la autoridad y el poder entre aquellas comunidades neolíticas.

 

 
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Tras las huellas de nuestros orígenes. © Heliodoro Núñez y Antonio Paniagua. 2001