¿Dónde vivían?

Como ya hemos visto, el Neolítico trae consigo cambios en las formas de vida de los seres humanos, entre ellos está el hecho del sedentarismo. Los grupos humanos se hacen sedentarios, construyen sus casas y aparecen los primeros poblados o aldeas. Es el inicio de la arquitectura.

Analicemos primero las viviendas de estas primeras aldeas y, después, cómo las viviendas se organizaban en poblados.

Las viviendas

Viviendas circulares, cuadradas, rectangulares y trapezoidales. (Según Korres, Piggot y Srejovic). Haz clic para ampliar la imagen.Las viviendas podían ser circulares (por ejemplo, en Jericó, Palestina), cuadradas (en Sesklos, Grecia), rectangulares (en Jarmo, norte de Irak) o trapezoidales (en Lepenski Vir, Yugoslavia). Pulsa aquí para ampliar la imagen.

Solían tener las paredes y los pilares hechos de adobe. En este caso, los zócalos eran de piedra. En algunos casos, las paredes y muros de las casas se construían de piedra. En otros, se trataba de cabañas hechas de troncos y ramajes, revestidos con barro. A veces, tenían los suelos de tablas de madera, para resguardarse del frío y la humedad. En ocasiones, las viviendas se construían semisubterráneas.

El tamaño de las casas era variado. Las había, pequeñas, con una sola habitación, y otras bastante compartimentadas de gran tamaño, con vivienda, cuadra y cobertizo.

En las viviendas se disponía de lo necesario para vivir. A veces situaban los hornos y las hogueras en los pequeños patios de comunicación entre las viviendas (en Ras Shamra, Siria), disponían de despensas adosadas (en Chatal Hüyük, Turquía) o altillos (en Sesklos, Grecia) para almacenar o secar la cosecha, tenían repisas en las paredes para trabajar o dormir, o establos para el ganado (en Köln-Lindenthal, Alemania).

En general, las cubiertas de las casas estaban hechas de troncos y ramajes, enlucidos con barro.

Los primeros poblados

Los primeros poblados son una consecuencia de la vida sedentaria, que las actividades productivas de la agricultura y la ganadería traen consigo.

Las aldeas podían ser de tamaños variados: Poco más de media hectárea la aldea de Lepenski Vir (Yugoslavia), dos hectáreas la de Kolomishchina (Ucrania), cinco hectáreas la de Jericó (Palestina), cuarenta hectáreas la de Bylany (Checoslovaquia).

En cuanto a la población que albergaban estos poblados oscilaban entre apenas un centenar, como el de Karanovo (Bulgaria), hasta los cerca de 5000 habitantes de Chatal Hüyük (Turquía).

Poblado de Karanovo (Bulgaria). Basado en la reconstrucción de Tringham

Torre de JericóLos poblados suelen estar situados en algún cerro o montículo para facilitar la defensa del mismo. Además, se construían otras medidas defensivas como eran fosos, murallas de piedra o empalizadas. En Jericó, Palestina, se construyó una muralla circular de piedra de más de 800 m de longitud y una altura de más de 5 metros, además aparece reforzada al situarse en posición adelantada una torre de 8 metros de diámetro. En algunos casos, estas murallas no cumplían ningún fin defensivo, sino que se trataban de cercas para el ganado o para evitar inundaciones en las aldeas. En los poblados turcos de Hacilar y en Chatal Hüyük, las viviendas se dispusieron adosadas entre sí, formando una gran manzana, lo que hizo innecesaria la construcción de murallas defensivas, y el acceso a las viviendas se realizaba por el techo, donde tenían las puertas.

Poblado de Chatal Hüyük (Turquía). Basado en la reconstrucción de Mellaart

Las viviendas se construían a veces sin ningún orden prestablecido, pero en otros casos sí existía una ordenación. Es el caso del poblado de Karanovo, Bulgaria, donde 18 casas de 6 x 7 metros aparecen agrupadas en dos barrios separados por una calle. O bien, el caso de la aldea de Kolomishchina, Ucrania, donde sus grandes viviendas rectangulares forman un círculo de unos cien metros de diámetro en torno a dos casas, perfectamente centradas. Además, con frecuencia todas las viviendas tenían la misma orientación.

Poblado de Kolomischina (Ucrania). Basado en la reconstrucción de Piggott

 

 
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Tras las huellas de nuestros orígenes. © Heliodoro Núñez y Antonio Paniagua. 2001