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Probablemente el primer libro de la historia fue el
libro mesopotámico, creado por los sumerios en
el IV milenio a.C., y utilizado después durante
tres mil años como vehículo de transmisión
de la civilización mesopotámica y de otras
civilizaciones del Próximo Oriente, contemporáneas
suyas e influídas por ella.
Pocas personas dominaban la escritura en esta época,
por eso los escribas gozaban de un gran poder político
y social. Al principio eran simples escribientes, pero
después acabaron convirtiéndose en los
depositarios del saber religioso, literario, científico
y comercial que se conservaba en los textos. Los escribas
formaban una clase aparte, ligados al templo y al palacio
real, donde se conservaban los documentos escritos.
Las bibliotecas más famosas
de esta época fueron la Biblioteca de Ebla y
la Biblioteca de Asurbanipal en Nínive, fundada
hacia el año 640 a.C. El monarca asirio Asurbanipal
era un rey con fama de académico, que se dedicó
a copiar y revisar algunos de los libros que conservaba
e incluso enviaba a sus representantes a través
de su reino en busca de cualquier volumen que faltara
en su biblioteca.
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