Heráclito
de Éfeso y Parménides de Elea
Son
dos de los primeros filósofos que hubo. Ambos iniciaron un
camino en el pensamiento de la humanidad al plantearse el valor
de la información sensorial en relación con la razón
(logos) que descubrimos tanto en el orden causal de la naturaleza
como en nuestra manera inteligible de conocerlo y expresarlo. Los
dos contrapusieron la opinión a la razón, la apariencia
a la verdad, los sensible a lo inteligible, coincidiendo en negar
que la percepción sensible nos mostrara el verdadero ser
de las cosas, pues éste se descubría mediante la razón.
Sin embargo suelen presentarse como autores opuestos porque parten
de un supuesto contrario en la impresión que recibimos del
mundo y nuestro modo de juzgarla. Para Heráclito los sentidos
nos muestran la permanencia y duración de las cosas mientras
que la razón descubre que todo está en constante devenir
y cambio. Y para Parménides es justo al revés, los
sentidos nos engañan si nos llevan a la conclusión
de que existe el movimiento y la pluralidad de seres y por el camino
racional sabemos la verdad, que no existe el movimiento y el ser
es uno.
En cualquier caso tenemos que con ellos se inicia la sospecha sobre
el valor de lo percibido, la idea de que los sentidos son engañosos
mostrándonos apariencias, que la verdad sólo se descubre
racionalmente y, en definitiva, la negación del valor del
conocimiento sensible frente al inteligible.
Aunque coincidían también Heráclito y Parménides
en que la realidad es una, Platón, recibiendo su influencia
y junto a la de pitagóricos y Sócrates, convirtió
en ontología lo que había de implícito en esta
teoría del conocimiento, separando la realidad en dos mundos,
el aparente y el verdadero. Es el dualismo cosmológico que
recogió la filosofía cristiana y critica Nietzsche.
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Friedrich
Nietzshe
Nació
en 1844 en Röcken (Lützen, en la Sajonia prusiana).
Criticó
toda la filosofía anterior considerando que en este hecho
de restar valor al conocimiento sensible y al separar el mundo
aparente del verdadero, la cultura occidental había tomado
la senda de la mentira, un camino erróneo contrario a la
vida y al instinto y que había conducido a la decadencia
y al nihilismo.
Como leeremos en el texto de abajo, Nietzsche, en su ataque global
a todos los filósofos, pone aparte a Heráclito,
al que respetaba y con el que coincidía en varios aspectos
("Heráclito tendrá eternamente razón al decir que el ser
es una ficción vacía"). Sin embargo escribe que Heráclito
se equivoca como los demás al rechazar el testimonio de
los sentidos, pues éstos no nos engañan de modo
alguno.
El mejor modo de explicar a Nietzsche es dejar que hable por sí
mismo.
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Crepúsculo de los ídolos (1889)
“La razón en la filosofía”
1.
¿Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los filósofos?…
Por ejemplo, su falta de sentido histórico, su odio a la noción
misma de devenir, su egipticismo. Ellos creen otorgar un honor a
una cosa cuando la deshistorizan, sub specie aeterni, —cuando hacen
de ella una momia. Todo lo que los filósofos han venido manejando
desde hace milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no
salió vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos señores idólatras
de los conceptos, cuando adoran, —se vuelven mortalmente peligrosos
para todo, cuando adoran. La muerte, el cambio, la vejez, así como
la procreación y el crecimiento son para ellos objeciones, —incluso
refutaciones. Lo que es no deviene; lo que deviene no es… Ahora
bien, todos ellos creen, incluso con desesperación, en lo que es.
Mas como no pueden apoderarse de ello, buscan razones de por qué
se les retiene. “Tiene que haber una ilusión, un engaño en el hecho
de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador?
—”Lo tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos,
que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca
del mundo verdadero. Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos,
del devenir, de la historia [Historie], de la mentira, —la historia
no es más que fe en los sentidos, fe en la mentira. Moraleja: decir
no a todo lo que otorga fe a los sentidos, a todo el resto de la
humanidad: todo él es “pueblo”. ¡Ser filósofo, ser momia, representar
el monótono-teísmo con una mímica de sepulturero! — ¡Y, sobre todo,
fuera el cuerpo, esa lamentable idée fixe de los sentidos!, ¡sujeto
a todos los errores de la lógica que existen, refutado, incluso
imposible, aun cuando es lo bastante insolente para comportarse
como si fuera real!…”.
2.
Pongo a un lado, con gran reverencia, el nombre de Heráclito.
Mientras que el resto del pueblo de los filósofos rechazaba el testimonio
de los sentidos porque éstos mostraban pluralidad y modificación,
él rechazó su testimonio porque mostraban las cosas como si tuviesen
duración y unidad. También Heráclito fue injusto con los sentidos.
Estos no mienten ni del modo como creen los eleatas ni del modo
como creía él, —no mienten de ninguna manera. Lo que nosotros hacemos
de su testimonio, eso es lo que introduce la mentira, por ejemplo
la mentira de la unidad, la mentira de la coseidad, de la sustancia,
de la duración… La “razón” es la causa de que nosotros falseemos
el testimonio de los sentidos. Mostrando el devenir, el perecer,
el cambio, los sentidos no mienten… Pero Heráclito tendrá eternamente
razón al decir que el ser es una ficción vacía. El mundo “aparente”
es el único: el “mundo verdadero” no es más que un añadido mentiroso…
3.
—¡Y qué sutiles instrumentos de observación tenemos en nuestros
sentidos! Esa nariz, por ejemplo, de la que ningún filósofo ha hablado
todavía con veneración y gratitud, es hasta este momento incluso
el más delicado de los instrumentos que están a nuestra disposición:
es capaz de registrar incluso diferencias mínimas de movimiento
que ni siquiera el espectroscopio registra. Hoy nosotros poseemos
ciencia exactamente en la medida en que nos hemos decidido a aceptar
el testimonio de los sentidos, —en que hemos aprendido a seguir
aguzándolos, armándolos, pensándolos hasta el final. El resto es
un aborto y todavía-no-ciencia: quiero decir, metafísica, teología,
psicología, teoría del conocimiento. O ciencia formal, teoría de
los signos: como la lógica, y esa lógica aplicada, la matemática.
En ellas la realidad no llega a aparecer, ni siquiera como problema;
y también como la cuestión de qué valor tiene en general ese convencionalismo
de signos que es la lógica.—
Trad. Sánchez Pascual. Alianza Editorial. Texto completo
y fuente de procedencia: Nietzsche
en castellano
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Sobre verdad y mentira en sentido extramoral
(1873)
"(Los hombres) Se encuentran profundamente
sumergidos en ilusiones y ensueños; su mirada se limita a deslizarse
sobre la superficie de las cosas y percibe "formas", su sensación
no conduce en ningún caso a la verdad, sino que se contenta con
recibir estímulos, como si jugase a tantear el dorso de las cosas.
Además, durante toda una vida, el hombre se deja engañar por la
noche en el sueño, sin que su sentido moral haya tratado nunca
de impedirlo, mientras que parece que ha habido hombres que, a
fuerza de voluntad, han conseguido eliminar los ronquidos. En
realidad, ¿qué sabe el hombre de sí mismo? ¿Sería capaz de percibirse
a sí mismo, aunque sólo fuese por una vez, como si estuviese tendido
en una vitrina iluminada? ¿Acaso no le oculta la naturaleza la
mayor parte de las cosas, incluso su propio cuerpo, de modo que,
al margen de las circunvoluciones de sus intestinos, del rápido
flujo de su circulación sanguínea, de las complejas vibraciones
de sus fibras, quede desterrado y enredado en una conciencia soberbia
e ilusa?"
"Le cuesta trabajo (al hombre) reconocer ante
sí mismo que el insecto o el pájaro perciben otro mundo completamente
diferente al del hombre y que la cuestión de cuál de las dos percepciones
del mundo es la correcta carece totalmente de sentido, ya que
para decidir sobre ello tendríamos que medir con la medida de
la percepción correcta, es decir, con una medida de la que no
se dispone. Pero, por lo demás, la "percepción correcta" -es decir,
la expresión adecuada de un objeto en el sujeto- me parece un
absurdo lleno de contradicciones, puesto que entre dos esferas
absolutamente distintas, como lo son el sujeto y el objeto, no
hay ninguna causalidad, ninguna exactitud, ninguna expresión,
sino, a lo sumo, una conducta estética, quiero decir: un extrapolar
alusivo, un traducir balbuciente a un lenguaje completamente extraño,
para lo que, en todo caso, se necesita una esfera intermedia y
una fuerza mediadora, libres ambas para poetizar e inventar."
Leer + (Descarga en pdf 23 Kb.) Fuente de procedencia: Nietzsche
en castellano
Fragmentos de "Sobre verdad y mentira en
sentido extramoral". Ed. Tecnos, Madrid.
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