La diosa Ártemis-Diana es la protectora de
la caza, su actividad habitual. En este cometido
recorría bosques y montes acompañada de su séquito de ninfas. Cuando estaban
cansadas y sudorosas tras el ejercicio solían descansar
en las orillas de remansos de los ríos o fuentes
rumorosas y aprovechaban para tomar un baño. Las diosas
eran muy celosas de su intimidad y no podían ser vistas
en su desnudez por ningún mortal so pena de arrostrar el
castigo correspondiente. Esto le ocurrió a
Acteón, un joven de la familia real de Tebas, educado por el
centauro Quirón, que practicando un
día en el monte Citerón su actividad
favorita, la caza, encaminó involuntariamente sus pasos
hasta el lugar donde la diosa y sus ninfas tomaban un
baño. El joven no se retiró sino que se quedó
contemplando la escena con sus mortales ojos, extasiado
ante la visión de la belleza de la diosa.
Ártemis, irritada al
sentirse observada, lo castiga duramente: lo convierte en
un ciervo y excita contra él a los perros que integraban
su jauría. Acteón conserva su consciencia humana e
intenta hablar con los perros que no lo reconocen y se
abalanzan sobre él, desoyendo los sonidos lastimeros que
el ciervo emitía en su deseo de que lo reconocieran.
Luego buscan desesperados a su amo por todo el bosque
hasta llegar a la cueva donde habitaba Quirón quien, para
consolarlos, modeló una estatua a imagen de Acteón y se
la mostró.
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RELIEVE: TEMPLO DE SELINUNTE
(470-60 a C.) |
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PINTURA
DE JEAN FRANÇOIS DE TROY (ROCOCÓ) |
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