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Caracterización del Impresionismo

Una vez que hemos analizado los antecedentes y las influencias que han contribuído a configurar el Impresionismo, ha llegado el momento de formular sumariamente las características que definen, a grandes rasgos, este movimiento artístico. En el siguiente apartado comentaremos algunos recursos técnicos utilizados para consguir los fines que exponemos a continuación, y en el último una muestra de los temas o motivos en los que centraron su atención.

Rasgos generales del Impresionismo

Una primera característica es que el Impresionismo supone llevar al extremo la ley de la mímesis, según la cual los artistas pintan para copiar o reproducir algún aspecto de la realidad. Pero lo que ha ocurrido en toda época y bajo cualquier movimiento artístico anterior, es que los artistas introducen en sus obras algún elemento de idealización o elaboración que alejaba al trabajo final de la mera apariencia que tienen para nuestros sentidos. Los impresionistas se centran en el intento de reproducir fielmente las apariencias.

Con el fin de estudiar los distintos matices de la atmósfera que envolvía los motivos, era típico de los impresionistas el realizar distintas versiones de un mismo motivo en distintos momentos del dia, y bajo distintas condiciones de iluminación y atmosféricas. Son célebres las series de Monet sobre la catedral de Ruán, pero también pintó varias versiones de almiares, o del edificio del parlamento británico, cuando estuvo en Londres. Pissarro, por su parte, pintó en varias ocasiones la vista que le ofrecía su ventana del bulevar de Montmartre.

Otra característica (por influencia de la fotografía y del grabado japonés) es que el Impresionismo busca captar en las obras la temporalidad, la apariencia fugaz del fenómeno que quieren representar. Ya se trate de un paseante, de un campo de amapolas o de la atmósfera cambiante frente a la fachada de una catedral, lo fundamental es lo que el artista percibe y cómo se siente frente a lo que percibe. En palabras de Pissarro, se trata de «no proceder según reglas o principios, sino pintar lo que se observa y lo que se siente». En consecuencia, el Impresionismo deja de lado el enfoque tradicional que exigía al artista contar una historia o transmitir un mensaje de tipo moral.

El puente de Argenteuil, Monet, 1874
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El puente de Argenteuil
Claude Monet (1874)

Una exigencia adicional de este afán por captar instantáneamente momentos fugaces de motivos cotidianos era la de pintar «au plain air»», al aire libre. Los pintores impresionistas no dudaban en aprovechar los avances tecnológicos del momento que facilitaban el transporte por ferrocarril con localidades de la campiña francesa cercanas a París, y ubicaban sus caballetes al aire libre para ejecutar allí sus obras. A esto ayudó también la invención en la década de 1840 de los tubos metálicos de pintura. Como dejaría escrito Pissarro: «Cuando se pinta, hay que escoger un tema, ver lo que tiene a la derecha y a la izquierda, trabajar en todo simultáneamente. No componer trozo por trozo; hacerlo todo a la vez».

En la obra reproducida al lado se ilustra el trabajo al aire libre para captar sutiles cambios de luz en la atmósfera. También se aprecia otro rasgo muy típico de los impresionistas: el estudio de la luz en sus reflejos sobre el agua.

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