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Sátira: Género en verso, caricaturiza personajes y situaciones con el fin de criticar los vicios de la sociedad. Autores: Lucilio, Varrón, Horacio, Persio y Juvenal

SÁTIRA

El género satírico incluye composiciones en verso, en las que son caricaturizados personajes y situaciones con el fin principal de criticar los vicios de la sociedad.

La sátira, al decir de Quintiliano (satura tota nostra est), era el único género literario que no había sido importado de Grecia. Desde luego es difícil encontrar precedentes griegos, y el término parece latino, tal vez relacionado con el adjetivo satur, 'harto, lleno'. Satura era, además, una especie de macedonia de frutas que se ofrecía a Ceres; y el mismo nombre se podía aplicar figuradamente al producto resultante de la mezcla de componentes diversos. 

La etimología propuesta se corresponde pues con el hecho de que la sátira es un género misceláneo, en el que cabe la prosa junto al verso, en diversos metros, y cualquier tipo de temas, con alternancia del tono serio y el cómico, y con una patente intención moralizadora y de censura de vicios sociales.

Hay también quien cree que satura es un término de origen etrusco, derivado de satr o satir = 'hablar'. Esta creencia no carece de fundamento, ya que entonces saturae sería lo mismo que sermones, el título que ostentan las obras satíricas de Lucilio y Horacio.

En todo caso, el espíritu mordaz de los romanos (italum acetum) encontró un cauce adecuado en este género literario, al que le imprimieron el cuño de su carácter polémico y cáustico.

  • Lucilio

Se considera a Gayo Lucilio (180-102 a.C.) como el primer autor satírico en sentido pleno, aunque hubo autores anteriores (Ennio, Nevio, Pacuvio, Pomponio) que escribieron obras con el título de Saturae. Formó parte del círculo literario de Escipión Emiliano, al cual acompañó en la toma de Numancia (133 a.C.). 

Sólo quedan fragmentos (unos 1400 versos) de sus treinta libros de sátiras en hexámetros dactílicos, el verso que se convertiría en preceptivo del género. Están escritas con un estilo rudo, pero vigoroso; se vale del sermo cotidianus y del sermo castrensis (el habla de la gente de la calle y la jerga de los soldados), mezcla el griego con el latín y no vacila en recurrir a la grosería y la obscenidad.

En sus sátiras, Lucilio censura las costumbres licenciosas de su época y a todo aquel que se exceda en sus límites o atribuciones: magistrados corruptos, poetas helenizantes en demasía, aristócratas inútiles, etc.

  • Varrón

Marco Terencio Varrón (116-27 a.C.) fue un autor muy polifacético, aunque es poco lo que se ha conservado del conjunto de su obra. Durante le guerra entre César y Pompeyo, luchó del lado de este último, si bien posteriormente César trató de ganárselo encomendándole la dirección de las bibliotecas públicas.

De su obra poética se conservan fragmentariamente sus Satirae Menippeae, una mezcla de prosa y verso compuesta bajo la inspiración del cinismo estrafalario de Menipo (s. IV-III a.C.). Por los fragmentos conservados se aprecia que los temas de Varrón son: la disputa entre escuelas filosóficas, la burla de las religiones exóticas, la parodia de los mitos, el contraste entre el pasado y el presente, los banquetes. 

La norma por la que Varrón se guía al realizar su crítica son las costumbres tradicionales romanas y su apego a los tiempos antiguos. 

  • Horacio

Horacio (65-8 a.C.), nacido en Venusia, en el sur de Italia, era hijo de un liberto que hizo todo lo que pudo para que tuviera una buena educación. Estudió en Roma hasta los veinte años, y luego marchó a Atenas para estudiar filosofía (se inclinó hacia el epicureísmo). Tomó parte en la batalla de Filipos del lado de los asesinos de César, Bruto y Casio. Tras su regreso a Roma, trabó amistad con Virgilio, quien lo introdujo en el círculo de Mecenas, y a través de éste pudo conocer a Augusto. Con todo, siempre fue un celoso defensor de su libertad personal.

Horacio admiraba el espíritu mordaz de Lucilio, pero le critica su estilo rudo y descuidado. Escribió dos libros de sátiras, Sermones, en hexámetros dactílicos. Aunque se presenta como renovador de Lucilio, en Horacio la crítica social y política cede ante los temas filosóficos. Censura todos los defectos humanos. Su moral es la del justo medio, y es por eso por lo que aprovecha sus sátiras para dar lecciones de moderación, de vida sencilla, de búsqueda de la felicidad y el placer, pero sometido a las reglas de la razón.

El mismo espíritu impregna la mayoría de sus Epodos, que Horacio denominaba Iambi por la forma métrica utilizada, influidos por el carácter violento y agresivo de los poetas yambógrafos griegos Arquíloco e Hiponacte. Horacio abomina tanto de las guerras civiles como de personas de la vida pública o privada contra las que lanza sus invectivas.

  • Persio

Aulo Persio (34-62 d.C.) pertenecía a una familia de rango ecuestre originaria de Etruria y de ideas republicanas; recibió una esmerada educación en ambientes estoicos. Tuvo a Lucilio y a Horacio como modelos, pero critica las irregularidades y los vicios de su tiempo de manera más virulenta que aquellos. 

Se conservan seis sátiras escritas en un lenguaje coloquial, libre de ornato pero muy expresivo, aunque ocasionalmente rebuscado y oscuro.

  • Juvenal

Décimo Junio Juvenal (60-129 d.C.), originario de Aquino, en Campania, comenzó publicar sus obras satíricas ya en edad madura, hacia el año 100, durante reinado de Trajano, bajo el cual se relajó el despotismo imperial. Con anterioridad había declamado en las escuelas de retórica. 

Escribió dieciséis sátiras, recogidas en cinco libros. En ellas lanza violentos ataques contra los vicios de la sociedad de su tiempo y contra los abusos de los emperadores anteriores a Trajano, sobre todo de Domiciano. En las últimas sátiras predomina la predicación moral.

Se definía a sí mismo como un castigator morum. Además de los lugares comunes de la censura moralizadora: avaricia, ambición, nobleza inepta, etc. Juvenal introduce nuevos elementos para la crítica: el cosmopolitismo de Roma, la degeneración de la cultura, la competencia con los literatos griegos en la captación de benefactores o la proliferación de religiones orientales. Estos elementos surgen más de su moral provinciana que de su escasa ética filosófica. 

Juvenal destaca sobre todo por su vigoroso realismo, que desciende hasta los detalles más crueles. Impresiona la pintura de la vida en la disoluta y deshumanizada Roma, la soledad del individuo perdido en medio de una muchedumbre insensible a las preocupaciones ajenas.

 Frente a los problemas que critica, sus ideas, teñidas de un ligero estoicismo, son más bien ingenuas: propugna la recuperación de la Roma primitiva idealizada por Cicerón y Tito Livio, el retorno a las aldeas, en las que aún se conservan los valores que hicieron grande a Roma, o la adopción de la vida castrense. 

A Juvenal le interesa exponer con crudeza la realidad que caricaturiza; para ello utiliza un lenguaje libre de artificio, que llega a dar impresión de un cierto abandono.

Estatuilla griega de terracota (s.IV), Museo del Louvre, París

Estatuilla griega de terracota que representa a un actor cómico

Mosaico que representa a unos esclavos sirviendo un banquete (s. III d.C.), Museo del Louvre, París

Esclavos sirviendo un banquete, escena de mosaico

Escena de banquete en un fresco pompeyano

Escena de banquete en un fresco pompeyano

Músicos en un mosaico del s. III

Músicos tocando un órgano de agua y una bucina, escena de un mosaico

Una tienda de cuchillos, relieve funerario, Museos Vaticanos

Una tienda de cuchillos

Combate de gladiadores, grabado hecho sobre un cuadro de J. L. Jerôme

Combate de gladiadores

Retarto de horacio

Retrato de Horacio

Juvenal en un Grabado de G. Rouille, Biblioteca Nacional, París

Retrato de Juvenal

Frontispicio de una edición de las sátiras de Juvenal y Persio del s. XVIII

Frontispicio de una edición de las sátiras de Juvenal y Persio del s. XVIII