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Oratoria: Como género literario, la oratoria comprende los discursos elaborados según las reglas de la retórica. En un sentido práctico, la oratoria o elocuencia es el arte de hablar bien ante un auditorio para agradarle y convencerlo. La oratoria está sometida a las reglas de la retórica, que los romanos asimilaron de los griegos. Cuestiones básicas: tipos de discurso, partes de la retórica, partes del discurso. Retóricos romanos: Cicerón, Séneca el Retórico, Tácito y Quintiliano

ORATORIA

  • 1. Generalidades

Como género literario, la oratoria comprende los discursos que han sido elaborados según las reglas de la retórica.

La oratoria es el arte de hablar ante un auditorio (ars dicendi) con el fin de agradarle y persuadirlo en algún sentido. El orador (orator) es el artífice (artifex), quien elabora y pronuncia el discurso (oratio). El conocimiento y dominio de las reglas de este arte, denominadas en su conjunto retórica (rhetorica), es la elocuencia (eloquentia). El orador debe ser, pues, un experto en el arte de hablar (dicendi peritus).

Posidonio de Rodas, a quien Cicerón tuvo como maestro, incluyó la retórica entre las llamadas artes liberales, aquellas que cultiva un ciudadano libre sin ánimo de lucro. Las artes liberales eran siete: retórica, dialéctica, gramática, música, aritmética, geometría y astronomía. Las tres primeras pasaron a la Edad Media agrupadas con el nombre de trivium, y las cuatro restantes, con el de quadrivium.

La retórica floreció en las ciudades democráticas de Grecia en el siglo V a.C. Fueron los sicilianos Córax y Tisias quienes elaboraron las primeras teorías acerca de las técnicas expositivas útiles para el orador. Esas teorías fueron desarrolladas por los sofistas Protágoras y Gorgias, y más tarde sistematizadas por Aristóteles en su Ars rhetorica. Las escuelas de retórica se difundieron por las ciudades más importantes del mundo griego. 

Cuando las conquistas de los siglos III y II a.C. permitieron a los romanos conocer la cultura griega, la retórica fue acogida con entusiasmo por la nobleza filohelena; pero también cayó bajo las sospechas de la facción conservadora, que consideraba la elocuencia como una herramienta con la que manejar fácilmente al pueblo, y que logró que se promulgara un decreto por el que se expulsaba de Roma a los rétores griegos (161 a.C.), y luego, a los romanos (92 a.C.).

Finalmente los maestros de retórica volvieron a Roma, y este arte acabó por formar parte, junto con la gramática, del los planes de estudios de los jóvenes de la nobleza, con vistas a su preparación para la carrera política o el ejercicio de la abogacía.

  • 2. Principios de la retórica griega

2. a. Tipos de discurso

La retórica es un ars (gr. téchne), susceptible, por tanto, de ser enseñada y aprendida mediante las reglas (regulae, praecepta). La asimilación de estas reglas fue total por parte de los romanos, que se limitaron a traducir y adaptar al latín la terminología griega.     

La primera distinción que cabe hacer es la que afecta a los tipos de discurso. Aristóteles los clasificó según su objeto, hay tres: judicial, deliberativo y demostrativo.

1. Tò dikanikòn génos = lat. genus iudiciale = 'género judicial'. El caso modelo es el discurso ante los jueces de un tribunal, a los que se invita a pronunciar un veredicto respecto a un hecho pasado a favor de la parte acusadora o de la defensa. El desarrollo total de los alegatos de la acusación y de la defensa se denomina en latín actio, 'proceso'.

2. Tò symbouleutikòn génos = lat. genus deliberativum = 'género deliberativo'. El caso modelo es el discurso político pronunciado ante una asamblea popular, contio, que se ha reunido para deliberar y a la que se invita a tomar una decisión respecto a una acción futura que el orador aconseja o desaconseja.

3. Tò epideiktikòn génos = lat. genus demonstrativum = 'género demostrativo'. En latín se llama también genus laudativum, 'género laudatorio', porque el caso modelo es el del discurso pronunciado ante una reunión solemne en alabanza de una persona (laudationes funebres, elogia), de una comunidad, de una actividad o de una cosa que se quiere celebrar. Pero también forman parte de este tipo de discurso los que se pronuncian con intenciones opuestas, es decir, para vituperar y desacreditar.

Los discursos de cada uno de los tres géneros pueden contener elementos de los otros dos géneros, especialmente cuando la extensión del discurso permite la inserción de digresiones.

2. b. Partes de la oratoria

Para elaborar un discurso, el orador debía prestar atención a las siguientes fases, llamadas «oratoriae partes»:

1. Inventio. El orador extrae las posibilidades de desarrollo de las ideas verdaderas, o verosímiles, que le permitan probar su causa. 

2. Ordo o dispositio. Es la distribución adecuada, en el lugar oportuno dentro del discurso, de las ideas y pensamientos encontrados gracias a la inventio. 

3. Elocutio. Traslada al lenguaje las ideas previamente extraídas y ordenadas; suministra el «ropaje lingüístico»: selección de los términos apropiados, orden en la frase, ritmo, empleo de figuras retóricas, etc. 

4. Memoria. Es el ejercicio por medio del cual se llega a dominar el conjunto del discurso y la distribución de cada una de sus partes. Un discurso leído era algo insólito. La memoria se cuenta entre las cualidades que el orador debe tener por naturaleza.

5. Pronuntiatio, declamatio o actio. Afecta a la exposición oral del discurso. El orador debe desarrollar determinadas técnicas para modular la voz y controlar los ademanes y desplazamientos, que  deben acomodarse al tono y al asunto de que se vaya a hablar.

2. c. Partes del discurso

En la elaboración del texto del discurso, las ideas halladas (inventio) debían quedar distribuidas (dispositio) en cuatro partes las llamadas «orationis partes», de acuerdo con el llamado «orden natural» (que si se alteraba se convertía en «artificial»): 

1. Exordium. Es el comienzo del discurso. El objeto del exordio es ganarse la simpatía (benevolentiam captare) del auditorio hacia el asunto del discurso.

2. Narratio. En la narratio se hace partícipe al auditorio del estado de la cuestión, exponiendo de manera concisa, clara y verosímil los hechos sobre los que se va a tomar una decisión. La verosimilitud se consigue mediante la correcta concatenación de los siete elementa narrationis, 'elementos de la narración': quis 'quién', quid 'qué', cur 'por qué', ubi 'dónde', quando 'cuando', quemadmodum 'cómo', quibus adminiculis 'con qué medios'.

Como es lógico, el orador resaltará aquellos aspectos de la narración que le convengan y atenuará u omitirá los que lo perjudiquen.

3. Argumentatio. Es una confirmación complementaria de la narratio, que hace hincapié en lo que favorece al orador. Algunos tratadistas dividen la argumentatio en dos partes, distinguiendo la presentación de las pruebas favorables (confirmatio, probatio) y la refutación de las pruebas desfavorables (refutatio, confutatio).

4. Epilogus o peroratio: La parte final del discurso tiene un doble objetivo: refrescar la memoria haciendo una recapitulación, e influir en los sentimientos del auditorio.

En cada una de estas partes el orador seguía determinadas pautas para cumplir la finalidad del discurso: hablar de manera apropiada para convencer. Si quiere convencer (persuadere) el orador debe antes instruir o demostrar (docere), deleitar (delectare) e impresionar (movere), combinando estos elementos en diversos grados.

Escuchar un discurso elaborado según estas reglas, sobre todo si se trataba de un orador afamado, constituía un gran espectáculo, una verdadera «puesta en escena», que los romanos tenían como uno de sus entretenimientos preferidos. 

  • 3. La retórica romana

El lugar donde la elocuencia adquiría plenamente su valor, era el Foro. Allí, en el ángulo que formaban junto a la Vía Sacra el edificio de la Curia y la Basílica Emilia, se encontraba el Comitium, lugar de celebración de los Comitia tributa, la asamblea legislativa de Roma, en la que los oradores se lucían, ya fuese proponiendo leyes o combatiéndolas desde los Rostra, la tribuna construída con las proas de las naves ganadas al enemigo el año 338 a.C. en la batalla de Antium, durante la guerra latina.

El aspecto político del foro también lo representaba el edificio de la Curia, sede del Senado, donde pronunciaban sus discursos los patres, o senadores. No muy lejos, al este del Foro, entre el templo de Cástor y el de Venus, se encontraba el puteal de Libón, donte el pretor tenía su tribunal y concedía audiencia a los querellantes, cuyos abogados intentaban hacer prevalecer las razones de su cliente.  

La República romana favoreció hasta sus últimos tiempos el desarrollo de la oratoria, y aunque existía una tradición autóctona, fue a partir de mediados del siglo II a.C., con la llegada de maestros griegos (rhétores), cuando la oratoria se desarrolló y consolidó como un arte, forjado sobre modelos helenos. 

Antes de que los rétores griegos comenzasen a difundir sus enseñanzas en Roma, todo lo que no fueran cualidades naturales de la persona para la elocuencia se explicaba a través de la tradición o la practica. 

Hubo una primitiva oratoria en Roma, que propugnaba un estilo natural, totalmente latino, los oradores improvisaban sus discursos más preocupados por el contenido de lo que exponían que por la forma, tal y como expresa la siguiente frase atribuida a Marco Porcio Catón, representante de esta corriente: Rem tene verba sequentur. No obstante, la oratoria griega debió de comenzar a influir ya en el siglo III a.C., incluso sobre quienes, como Catón se presentaban como detractores del helenismo. 

Hasta el siglo I a.C. la oratoria se enseñó en griego. Y cuando surgieron los primeros maestros que usaron el latín en sus enseñanzas, el contenido siguió basándose en los conocimientos de los griegos. 

También en el siglo I a.C. aparecieron tratados de retórica escritos en latín. El primero, de autor anónimo, aunque en un tiempo se atribuyó a Cicerón, fue la Rhetorica ad Herennium, una especie de resumen escolar de retórica griega. En este siglo florecieron varias escuelas de retórica: la asiática, partidaria de un estilo florido y exuberante (Hortensio es el orador más destacado); la ática, partidaria de la sobriedad de estilo (representada por Licinio Calvo y M. Junio Bruto); y la rodia, próxima a la asiática, aunque más moderada (Cicerón, aunque ecléctico, se formó en esta escuela).  

Se conocen los nombres de grandes oradores romanos anteriores a Cicerón, como el ya citado Catón, Cornelio Cetego, Sulpicio Galba, Escipión Emiliano, Cayo Lelio, los hermanos Graco, Marco Antonio, Licinio Craso, etc. Pero la máxima autoridad es para nosotros Marco Tulio Cicerón.

3. a. Cicerón

Para el conjunto de la obra de Cicerón y su biografía, remitimos a la página que le está dedicada en exclusiva, y a la que se accede desde el menú de GÉNEROS Y AUTORES. También puedes acceder directamente pulsando aquí.

Cicerón escribió varios tratados de retórica en los que recopilaba todos los conocimientos que había adquirido estudiando la retórica griega e investigando la historia de la oratoria romana, junto con los que había extraído de su experiencia personal como abogado y estadista.

En De oratore (acerca de la formación del orador) y Orator (retrato del orador ideal) enumera las cualidades innatas que debe reunir un orador: figura, tono de voz, memoria, etc.; a ellas debe añadirse una formación que abarque todos los campos del saber: leyes, historia, filosofía, literatura, etc., y el conocimiento de las técnicas del discurso.

En Brutus, obra que recibe el nombre de la persona a la que va dedicada, Cicerón reconstruye la historia de la elocuencia griega y romana.

En De optimo genere oratorum trata acerca del mejor tipo de elocuencia. 

En las Partitiones oratoriae se refiere a las divisiones de los discursos.

En Topica trata sobre los lugares comunes de los discursos.

3. b. Retórica posterior a Cicerón

Con el advenimiento del nuevo régimen imperial, las asambleas perdieron sus poderes y quedaron desvirtuadas, al tiempo que el Senado perdía la mayoría de sus competencias, asumidas entonces por el emperador. Como consecuencia, la oratoria, aunque se siguió cultivando sobre los preceptos de Cicerón, fue decayendo y pasando del foro, su lugar natural, a las escuelas

Entre los autores posteriores a Cicerón que escribieron tratados de retórica destacan: Marco Anneo Séneca el Retórico, Gayo Cornelio Tácito y Marco Fabio Quintiliano.

 Marco Anneo Séneca el Retórico (55 a.C.-39-d.C.) nació en Corduba (act. Córdoba), en Hispania. Fue padre de Séneca el filósofo. Escribió unas Controversiae y unas Suasoriae, en las que recopilaba ejemplos de los tipos de argumentación discursiva así llamados. La controversia era una confrontación de distintos puntos de vista sobre un tema tratado; la suasoria era un discurso que pretendía convencer a un auditorio de una tesis determinada.

Gayo Cornelio Tácito (55-120 d.C.), el conocido historiador, escribió en su juventud una obra en forma de diálogo, De oratoribus, en la que compara la elocuencia de la época republicana con la de su propio tiempo, que considera ya en decadencia. 

Marco Fabio Quintiliano (30-100 d.C.), nacido en Calagurris (act. Calahorra), regentó la primera escuela sufragada por el Estado durante el reinado de Vespasiano. Escribió el manual de retórica más famoso si se exceptúan los de Cicerón: De institutione oratoria, que trata sobre la formación del orador, y constituye un estudio del sistema educativo romano de su tiempo. Quintiliano señala a Cicerón como modelo. Escribió también un De causis corruptae eloquentiae, en el que atribuye las causas de la degeneración de la oratoria al abandono de los modelos clásicos. 

Alegoría de la Retórica

Alegoría de la Retórica

El orador (Il arringatore), bronce del s. I a.C.

El orador, bronce del s. I a.C.

El orador griego Lisias

El orador griego Lisias

El orador griego Demóstenes

El orador griego Demóstenes

Aristóteles

Estatua del filósofo Aristóteles

Representación de un juicio ante un tribunal, pintura mural pompeyana

Un juicio en una pintura mural pompeyana

Cicerón pronuncia su discurso contra Catilina, Fresco de C. Maccari

Cicerón pronuncia su discurso contra Catilina ante el Senado

El Foro romano, Detalle de la maqueta del Museo de la Civilización Romana, Roma

Vista del Foro romano (reconstrucción). Pulsa aquí para ampliar

Grabado del siglo XIX, que representa los Rostra, la tribuna de los oradores del Foro romano

Rostra, la tribuna de los oradores. Pulsa aquí para ampliar

La Curia, sede del Senado, Foro Romano

Edificio de la Curia, sede del Senado Romano

Catón el Viejo

Marco Porcio Catón

Retrato de Marco Antonio

Marco Antonio

Busto de Cicerón

Estatua de Quintiliano

Estatua de Quintiliano