Todos enmudecieron (Eneida II 1-13) |
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Todos enmudecieron y atentos mantenían el rostro fijo
en él. / Entonces desde su alto diván el padre Eneas comenzó a hablar así: /
«Imposible expresar con palabras, reina, la dolorosa historia que me mandas
reavivar: / cómo hundieron los dánaos la opulencia de Troya y aquel reino
desdichado, / la mayor desventura que llegué a contemplar / y en que tomé yo
parte considerable. / ¿Qué mirmidón o dólope o soldado de Ulises, el del
alma de piedra, / contando tales cosas lograría poner freno a sus lágrimas?
Además ya va la húmeda noche bajando con presura desde el cielo / y las
estrellas que se van poniendo nos invitan al sueño. / pero si tantas ansias
sientes por conocer nuestras desgracias / y escuchar en contadas palabras la
agonía de Troya, / por más que recordarlo me horroriza y rehúye su duelo,
empezaré.» (Trad. J. De Echave Sustaeta) |
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