El sueño de Escipión (Sobre la República, VI 21-26) |
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«...¿Qué importa que tu posteridad hable de ti, si no lo hicieron los
que te precedieron, (22) que no fueron menos y fueron ciertamente mejores,
teniendo en cuenta sobre todo que incluso ninguno de aquellos que pueden
hablar de nosotros puede alcanzar el recuerdo de un año? En efecto, los
hombres miden corrientemente el año por el giro solar, es decir, el de un
solo astro, pero, en realidad, sólo se puede hablar de año
verdaderamente completo cuando todos los astros han vuelto al punto de
donde partieron a la vez, y hayan vuelto a componer tras largos intervalos
la misma configuración del cielo entero, tiempo en el que no me atrevería
a decir cuántos siglos humanos pueden comprenderse, pues como en otro
tiempo vieron los hombres que había desaparecido y se había extinguido
el Sol al entrar el alma de Rómulo en estos mismos templos en que
estamos, siempre que el Sol se haya eclipsado, en el mismo punto y hora,
entonces tened por completo el año, con todas las constelaciones y
estrellas colocadas de nuevo en su punto de partida; pero de este año
sabed que, no ha transcurrido aún la vigésima parte. (23)
Por lo cual, si llegaras a perder la esperanza de volver a este lugar en
el que encuentran su plenitud los hombres grandes y eminentes, ¿de qué
valdría, después de todo, esa fama humana que apenas puede llenar la mínima
parte de un año? Así, si quieres mirar arriba y ver esta sede y mansión
eterna, no confíes en lo que dice el vulgo, ni pongas la esperanza de tus
acciones en los premios humanos; debe la misma virtud con sus atractivos
conducirte a la verdadera gloria. Allá los otros con lo que digan de ti,
pues han de hablar; porque todo lo que digan quedará circunscrito también
por este pequeño espacio de las regiones que ves, ya que jamás fue
perenne la fama de nadie, pues desaparece con la muerte de los hombres y
se extingue con el olvido de la posteridad.» (24)
Después de haber hablado de él así, dije yo: «Ahora yo, Africano,
puesto que está abierto lo que llamaríamos acceso del Cielo a los beneméritos
de la patria, aunque no os hice deshonor siguiendo desde joven las huellas
de mi padre y tuyas, voy a esforzarme con mucha mayor diligencia a la
vista de tan gran premio.» Dijo Africano: «Esfuérzate, y ten por cierto
que sólo es mortal este cuerpo que tienes, y que no eres tú el que
muestra esta forma visible, sino que cada uno es lo que es su mente y no
la figura que puede señalarse con el dedo. Has de saber que eres un ser
divino, puesto que es dios el que existe, piensa, recuerda, actúa
providentemente, el que rige, gobierna y mueve ese cuerpo que de él
depende, lo mismo que el dios principal lo hace con este mundo, y del
mismo modo que aquel mismo dios eterno mueve un mundo que es, en parte,
mortal, así también el alma sempiterna mueve un cuerpo caduco. (25)
Porque lo que siempre se mueve es eterno, en tanto que lo que transmite a
otro el movimiento, siendo él mismo movido desde fuera, necesariamente
deja de vivir cuando termina aquel movimiento: sólo lo que se mueve a sí
mismo, como no se separa de sí mismo, nunca deja tampoco de moverse, y
es, además, la fuente de todo lo demás que se mueve, el principio del
movimiento; y lo que es principio no tiene origen, pues todo procede del
principio y él no puede nacer de otra cosa alguna,
pues no sería principio si fuera engendrado por otro; si nunca nace,
tampoco puede morir jamás, y si el principio se extingue, no puede
renacer de otro, ni podrá crear nada por sí mismo, ya que necesariamente
todo procede de un principio. Así, pues, el principio del movimiento lo
es porque se mueve a sí mismo, y eso no puede ni nacer ni morir, o sería
necesario que el cielo entero se derrumbe y toda la naturaleza se pare,
sin poder encontrar principio alguno por el que ser movido. (26)
Siendo evidente así que es eterno lo que se mueve a sí mismo, ¿quién
puede negar que esta naturaleza es la atribuida a las almas? Ahora bien:
todo lo que es impulsado desde fuera carece de alma, y lo que tiene alma
es excitado por un movimiento propio interior. Ésta es la naturaleza y
esencia del alma, y si es única entre todas las cosas que ella mueve por
sí misma, es cierto que no tiene nacimiento y es eterna. Ejercita
tú el alma en lo mejor, y es lo mejor los desvelos por la salvación de
la patria, movida y adiestrada por los cuales, el alma volará más
velozmente a esta su sede y propia mansión; y lo hará con mayor
ligereza, si, encerrada en el cuerpo, se eleva más alto, y, contemplando
lo exterior, se abstrae lo más posible del cuerpo. En cambio, las almas
de los que se dieron a los placeres corporales haciéndose como servidores
de éstos violando el derecho divino y humano por el impulso de los
instintos dóciles a los placeres, andarán vagando alrededor de la misma
Tierra, cuando se liberen de sus cuerpos, y no podrán regresar a este
lugar sino tras muchos siglos de tormento.» El Africano se marchó, y yo me desperté del sueño. (Trad. de Álvaro d'Ors) |
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