1.
VIDA
Nació en Arpino en el año 106
a.C. de
una familia poco conocida, pero acomodada, perteneciente a la clase de los caballeros rurales. Su padre estimaba la
formación griega. Realizó sus
estudios superiores en Roma, donde conoció a las mentes más preclaras de
su época. Era una persona
ávida de saber, dotada de una gran inteligencia y agudeza intelectual y con
pretensiones acceder a la vida pública. Su
primera formación oratoria llegó con Apolonio Molón de Rodas, que se
encontraba a la sazón en Roma, como también ejercería un poderoso influjo sobre
su oratoria el famoso Hortensio. Realizó estudios de jurisprudencia y
también, desde muy joven, se aplicó al estudio
de la filosofía, en la idea de que al
orador se le debe exigir sapientia
filosófica. Entre sus
maestros estuvieron el epicúreo Fedro y el
académico Filón de Larisa; en Grecia y Asia Menor, a donde viajó para
proseguir sus estudios de filosofía recibió enseñanzas del famoso
estoico Posidonio y del ecléctico Antíoco de Ascalón. No
le fue fácil acceder a las magistraturas (los
nobiles lo miraban con cierto desprecio como homo novus que
era), pero lo hizo, y además, suo anno, de lo que no tenía
reparos en vanagloriarse. Fue cuestor en Sicilia el 75 a.C. (los
sicilianos apelarían a él por el caso de malversación de fondos
protagonizado por Verres en el 70 a.C.), edil en el 69 a.C.,
pretor en
el 66 a.C., y como tal apoyó a Pompeyo para que se le concediese la ampliación
de su mando a toda Asia, lo que le valió a su vez el apoyo de los
caballeros, clase de la que él mismo provenía. Por último, llegó a ser
cónsul en el 63 a.C., y en el ejercicio de su cargo descubrió y sofocó una
conspiración, la de Catilina (denunciado mediante cuatro discursos, Catilinariae), por lo que le fue conferido el título de pater
patriae.
En
política defendió la concordia ordinum, la colaboración armónica
de las diversas clases para el sostenimiento de las instituciones
republicanas. Pero se granjeó tanto las iras de los optimates (conservadores),
como de los populares (demócratas). Los unos por haber apoyado a Pompeyo,
los otros por su dictamen de pena de muerte contra los partidarios de
Catilina.
Al
formarse el triunvirato con Pompeyo, Craso y César, éste último buscó
la amistad de Cicerón sin conseguirlo, por lo que pagaría las
consecuencias: fue desterrado por mediación del tribuno de la plebe
Clodio a causa de la ejecución ilegal de ciudadanos romanos
(Catilina y sus partidarios) y sus bienes
se confiscaron.
En
el 57 a.C. regresó a Roma a petición de la Asamblea del pueblo, cargado
de escepticismo ante su antigua idea de colaboración entre las clases,
que sustituyó por la del consensus omnium bonorum, reunión de los
nobiles dignos de llamarse así junto a los hombres de bien, ante
todo de la clase de los caballeros.
En
el año 51 a.C. fue procónsul de Cilicia, donde actuó con justicia e incluso
obtuvo algunos triunfos militares contra los partos. Antes
de estallar la guerra civil trató de mediar entre los adversarios sin éxito,
y durante el transcurso de ésta se inclinó por el bando de Pompeyo. Cuando éste fue derrotado, César trató
a Cicerón con benevolencia. A partir de ese
momento se dedicó más a las letras que a la política. Tras el asesinato
de César, Cicerón retornó a la política, apoyando a Octavio y oponiéndose con
fuerza a Antonio, pero Octavio le dio la espalda cuando Antonio, contra
el que Cicerón había lanzado duras invectivas, pidió su proscripción.
En
el 43 a.C., partidarios de Antonio lo detuvieron cuando intentaba huir y
lo asesinaron. 2.
OBRA
La
verdadera personalidad de Cicerón se pone de manifiesto en su
correspondencia. Se conservan más de novecientas cartas, parcialmente
redescubiertas por Petrarca a mediados del siglo XV. Los
temas que abarcan las cartas de Cicerón, privadas o públicas, son muy
variados: acontecimientos íntimos o familiares, oficiales, políticos,
etc.
Los
16 libros de las Epistulae ad
familiares (escritas entre el
62 y el 43 a.C.) se agrupan por destinatarios. Ático publicó tras la
muerte de Cicerón las Epistulae
ad Atticum, igualmente en 16
libros (escritas entre el 68 y el 43 a.C.), dispuestos en su mayor parte
por orden cronológico. Las Epistulae
ad Quintum fratrem, en 3
libros (escritas entre el 60 y el 54 a.C.), recogen la correspondencia recíproca
entre Cicerón y su hermano Quinto. Por último, se conservan algunas
cartas de las Epistolae ad Marcum Brutum, originalmente
recogidas en 9 libros.
Cicerón
escribió varios tratados de retórica en los que recopilaba todos los
conocimientos que había adquirido estudiando la retórica griega e
investigando la historia de la oratoria romana, junto con los que había
extraído de su experiencia personal
como abogado y estadista.
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un vistazo a los principios de la retórica griega pulsando aquí |
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En
De oratore (acerca de la formación del orador) y Orator
(retrato del orador ideal) enumera las cualidades innatas que debe
reunir un orador: figura, tono de voz, memoria, etc.; a ellas debe añadirse
una formación que abarque todos los campos del saber: leyes, historia,
filosofía, literatura, etc., y el conocimiento de las técnicas del
discurso.
En
Brutus, obra que recibe el nombre de la persona a la que va
dedicada, Cicerón reconstruye la historia de la elocuencia griega y
romana.
En
De optimo genere oratorum trata acerca del mejor tipo de
elocuencia.
En
las Partitiones oratoriae se refiere a las divisiones de los
discursos.
En
Topica trata sobre los lugares comunes de los discursos.
Cicerón
puso en práctica sus principios sobre retórica en sus propios discursos,
que, publicados en gran número, se convirtieron en obras literarias. Sus
secretarios los tomaban taquigráficamente, y después él los retocaba a su
conveniencia (aunque de algunos se sabe que nunca llegaron a ser
pronunciados). Es en los discursos donde más brilla el genio de Cicerón;
gracias a la maestría demostrada en ellos, llegó a la cumbre de la
política romana de su tiempo. Se conservan más de cincuenta.
Discursos
judiciales. Predominan los de defensa: en favor de amigos,
protegidos o simples clientes (Pro Archia poeta, Pro Roscio,
Pro Murena, Pro Milone...); pero también los hay de
acusación: por ejemplo, los discursos In Verrem (Contra
Verres, un propretor de Sicilia acusado de abusos y
corrupción), conocidos con el título de Verrinas.
Discursos
políticos. Fueron pronunciados ante el Senado o ante la
Asamblea del pueblo. Destacan las Catilinarias, serie de
cuatro discursos famosísimos con los que consiguió abortar la
conjuración de Catilina durante el año del consulado de Cicerón (63
a.C.), y las Filípicas, 17 discursos con los que intentó
frenar la subida al poder de Marco Antonio (antiguo lugarteniente de
César) y que serían la causa de su muerte.
Las
obras filosóficas ocuparon los últimos años de su vida. Cicerón
expone y analiza el pensamiento de la mayoría de las escuelas filosóficas
griegas, en especial Academia (Platón), el Liceo (Aristóteles),
y la Estoa (estoicos). Sus inclinaciones personales, dentro de su
carácter ecléctico, parecen inclinarse hacia el escepticismo académico,
mostrándose combativo frente al epicureísmo.
Aunque
también asimiló obras de otros pensadores, fue de Platón de quien tomó
los títulos, los temas y la forma dialogada para sus tratados políticos De
re publica y De legibus. En el primero propugna como mejor
sistema político el resultante de la fusión de la monarquía, la
oligarquía y la democracia; en el segundo trata sobre el derecho natural,
las leyes sagradas y el orden estatal, así como sobre las funciones
propias de los magistrados. La forma dialogada será la que adopte para el
resto de su obra filosófica, compuesta en aquellos momentos en que se
encontraba alejado de la política.
Tras
la muerte de su hija Tulia (45 a.C.) buscó alivio escribiendo una Consolatio
en la que expone su idea de la inmortalidad del alma. Su
dolor le llevó a concebir el proyecto de expresar en lengua latina la
forma en que los griegos habían resuelto los problemas más graves del
ser humano.
Los
demás diálogos que escribió abarcan las partes de la filosofía griega
contemporánea: teoría del conocimiento, filosofía de la naturaleza (la physica
de los griegos), teología, ética y moral, etc. Destacan las obras De
finibus bonorum et malorum ('Sobre el sumo bien y el sumo mal',
contraposición de las teorías epicúreas, estoicas, platónicas y
peripatéticas), De officiis ('Sobre los deberes',
oposición entre lo honrado y lo provechoso), De natura deorum (Sobre
la naturaleza de los dioses', refutación de la teorías epicúreas), Cato
Maior De senectute ('Sobre la vejez') y Laelius
De amicitia ('Sobre la amistad').
El
esfuerzo de Cicerón por crear un vocabulario apto para la expresión
de temas filosóficos, adaptando muchos términos griegos, sirvió
para enriquecer la lengua latina. Además de su valor literario de primer
orden, hay que considerar que gracias a las obras filosóficas de Cicerón
se conoce el pensamiento de filósofos importantes de su época cuya obra
original se ha perdido.
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