¿Crees que puede? (Elegías III 20 ) |
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¿Crees que puede aún de tu belleza acordarse / quien
viste de tu lecho salir con velas al viento? / ¡Cruel quien pudo a su niña
cambiar por dinero! / ¿Tanto valía África entera para hacerte llorar? / Mas tú,
necia, en dioses, tú en vacías palabras confías: / quizás él frota su pecho
con un amor diferente. / Tienes belleza inmensa, tienes arte de Palas la casta,
/ y fama radiante de un sabio abuelo te alumbra, / una casa feliz, si tuvieras
un amigo leal. / Yo te seré leal: ¡corre, niña, a mi lecho! / Tú también,
que haces aún más los fuegos del estío crecer, / Febo, acorta el camino de la
luz que obliga a esperar. / ¡Mi noche primera se acerca! ¡Dure esta noche
primera!, / espera, Luna, un poco más en mi lecho primero. / ¡Cuántas horas
sin fin pasarán, conversando nosotros, / hasta que Venus a sus dulces armas nos
eche! / Antes habrá de hacerse un pacto y sellar juramentos / y la ley en este
nuevo amor he de escribir. / Amor en persona tales garantías con su sello
refuerza: / testigo es la corona labrada de la diosa estelar. / Pues, cuando no
se afirma el lecho con pacto ninguno, / carece de dioses que la venguen la noche
en vigilia, / y a quienes unió, luego la lascivia sus cadenas desata: / sujeten
nuestra lealtad los augurios primeros. / Y así, quien quiebre los pactos en
altares sellados / y manche los sacros esponsales con tálamo nuevo, / padezca
los dolores que en el amor acostumbran / y ofrezca su cabeza al rumor charlatán;
/ y, al llorar a su dueña, no se le abran las ventanas de noche: / ame siempre,
mas del fruto del amor siempre carezca. (Trad. A. Alvar Ezquerra) |
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