Narciso era un
bellísimo joven, hijo de un dios río y de una ninfa.
Cuando nació, sus padres consultaron al adivino Tiresias que
dio la siguiente respuesta: "Vivirá hasta viejo si
no se contempla a sí mismo". De
adolescente el joven despreciaba al amor y rechazaba a ninfas y
doncellas que, despechadas, piden venganza a los dioses.
Su petición es aceptada y un día de calor, después de
una cacería, Narciso siente la necesidad de beber agua.
Se inclina sobre las aguas cristalinas de un remanso y en
ese momento contempla la imagen de su rostro y le parece
tan bello que se enamora de él y no puede apartarse de
esta contemplación hasta dejarse morir en esta postura.
En el lugar de su muerte brotó una flor que recibió el
nombre del joven.
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