20/Junio/1942
«Nuestras
vidas transcurrían con cierta agitación, ya
que el resto de la familia que se había quedado en
Alemania seguía siendo víctima de las medidas
antijudías decretadas por Hitler. Tras los pogromos
de 1938, mis dos tíos maternos huyeron y llegaron sanos
y salvos a Norteamérica (...). Después de mayo
de 1940, los buenos tiempos quedaron definitivamente atrás:
primero la guerra, luego la capitulación, la invasión
alemana, y así comenzaron las desgracias para nosotros
los judíos. Las medidas antijudías se sucedieron
rápidamente y se nos privó de muchas libertades.
»Los judíos deben llevar una estrella
de David; deben entregar sus bicicletas; no les está
permitido viajar en tranvía; no les está permitido
viajar en coche (...); los judíos sólo pueden
hacer la compra desde las tres hasta las cinco de la tarde;
sólo pueden ir a una peluquería judía;
no pueden salir a la calle desde las ocho de la noche hasta
las seis de la madrugada; no les está permitida la
entrada en los teatros, cines y otros lugares de esparcimiento
público; (...) no les está permitido estar sentados
en sus jardines después de las ocho de la noche, tampoco
en los jardines de sus amigos; los judíos no pueden
entrar en casa de cristianos; tienen que ir a colegios judíos,
y otras cosas por el estilo. Así transcurrían
nuestros días: que si esto no lo podíamos hacer,
que si lo otro tampoco. Jacques siempre me dice: "Ya
no me atrevo a hacer nada, porque tengo miedo de que esté
prohibido."» |