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Epistolografía: recopilaciones de correspondencia ficticia o real. Sinceridad en la expresión y la vivacidad del estilo. Tipos: privada, pública, abierta, doctrinal, nuncupatoria, poética. Autores: Cicerón, Séneca, Plinio el Joven

EPISTOLOGRAFÍA

El género epistolar o epistolografía comprende recopilaciones de correspondencia ficticia o real. Las cartas (epistulae) pueden adoptar muy diversos carácteres y tonos, asimilando rasgos de otros géneros literarios, y de ese modo van más allá de la simple comunicación dirigida a un destinatario.

Este género había sido cultivado por los griegos, pero en tanto que la epistolografía griega es ficticia, un puro ejercicio de estilo, la latina puede ser también real. Muchos autores, particularmente los historiadores, se valieron del género epistolar insertando en sus obras cartas ficticias.

Las diferencias entre los autores se corresponden con las diferencias entre los destinatarios, las épocas y las distintas situaciones de cada uno. Pero todos tienen en común la sinceridad en la expresión y la vivacidad del estilo, factores que, además, convierten las cartas de documentos literarios en históricos.

  • Tipos de cartas

La carta privada es aquella que va dirigida a un destinatario real, que comparte unas vivencias comunes con el emisor, el cual no la escribió con ánimo de verla publicadas. Este tipo de carta pretende poner a un destinatario ausente al corriente de una determinada situación, o bien hacerle partícipe de unos sentimientos. Suele ser breve y el estilo abunda en recursos expresivos, tomando rasgos de la lengua vulgar y familiar.

La carta pública va dirigida a un público concreto, más o menos restringido y, por ello, su contenido es de tipo general y no se tratan aspectos íntimos. Desde el punto de vista formal, el autor muestra mayor cuidado en cuanto a su estilo que en las privadas.

En la carta abierta, el autor expone por extenso sus convicciones morales, políticas o sociales, dirigiéndolas al gran público, aunque nominalmente haya un destinatario individual. Se halla muy próxima al discurso oratorio, pues con ella el autor pretende persuadir a la opinión pública en la dirección de sus propias ideas y se vale de figuras retóricas.

La carta doctrinal constituye una especie de opúsculo o tratado, destinado a un público amplio. De modo parecido al actual ensayo, versa sobre cuestiones filosóficas o científicas

La carta nuncupatoria, o dedicatoria, sirve de introducción a una obra literaria para dedicársela a personajes determinados que favorecen al autor. 

En Roma se desarrolló más que en Grecia la carta poética. Está escrita en verso y sus temas son muy variados. Puede dirigirse a personajes ficticios o reales. Destacan las Epístolas de Horacio, las Heroidas de Ovidio y las Cartas desde el Ponto, escritas por este poeta desde su destierro.  

  • Cicerón

Cicerón (106-43 a.C.) nació en Arpino, de una familia poco conocida perteneciente a los caballeros rurales. Cuando era un niño, su padre se trasladó a Roma con su familia. Fue una persona ávida de saber cuya formación abarcó, además de retórica y jurisprudencia otras materias: literatura, historia, filosofía, etc. 

Aunque los nobiles lo miraban por encima del hombro como homo novus que era, gracias a sus méritos personales desarrolló una brillante carrera como abogado y político, que culminó con el consulado (63 a.C.), durante el cual descubrió y sofocó la conspiración que un aristócrata, Lucio Catilina, tramaba para conseguir el poder. Después del asesinato de César, Marco Antonio apresó y dio muerte a Cicerón, en venganza por los discursos en que este lo había atacado. 

Su intensa actividad literaria abarcó muchos campos: discursos oratorios, tratados de retórica, obras filosóficas, y el que aquí nos ocupa: sus cartas. Precisamente la verdadera personalidad de Cicerón se pone de manifiesto en su correspondencia, recopilada, seleccionada y publicada en su mayoría por su amigo, el editor Pomponio Ático. Se conservan más de novecientas cartas, parcialmente redescubiertas por Petrarca a mediados del siglo XV. Los temas que abarcan las cartas de Cicerón, privadas o públicas, son muy variados: acontecimientos íntimos o familiares, oficiales, políticos, etc.

Los 16 libros de las Epistulae ad familiares (escritas entre el 62 y el 43 a.C.) se agrupan por destinatarios. Ático publicó tras la muerte de Cicerón las Epistulae ad Atticum, igualmente en 16 libros (escritas entre el 68 y el 43 a.C.), dispuestos en su mayor parte por orden cronológico. Las Epistulae ad Quintum fratrem, en 3 libros (escritas entre el 60 y el 54 a.C.), recogen la correspondencia recíproca entre Cicerón y su hermano Quinto. Por último, se conservan algunas cartas de las Epistolae ad Marcum Brutum, originalmente recogidas en 9 libros.

Las cartas de Cicerón sirvieron de modelo a las de Plinio el Joven. Frontón extrajo de ellas información sobre los temas que Cicerón había tratado: filosofía, política, retórica, etc.    

  • Horacio

Horacio (65a.C-8 a.C.) escribió 23 cartas poéticas, compuestas en hexámetros y recogidas en los dos libros de sus Epistulae. En el primer libro predominan las cartas de temas filosóficos y morales. Las cartas del segundo libro están consagradas a la teoría literaria, destacando la Epistula ad Pisones (Epístola a los Pisones), dedicada a los hijos de su amigo Pisón, carta que se conoce particularmente con el título de Ars poetica; en ella propugna una imitación sin servilismos del arte de los griegos.    

  • Ovidio

Ovidio (43a.C.-17 d.C.) escribió quince epístolas poéticas en dísticos elegíacos, agrupadas bajo el título de Heroidas. Salvo en el caso de Safo, que escribe una carta a Faón, se trata de cartas dirigidas por heroínas legendarias a sus amados: Penélope a Ulises, Fedra a Hipólito, Dido a Eneas, etc; se incluyen también entre estas cartas las respuestas de algunos amantes, como la de Paris a Helena.

En su destierro en Tomis, Ovidio escribió los doce libros de sus Tristia y los cuatro libros de las Epistulae ex Ponto también en dísticos elegíacos. Se trata de colecciones de cartas dirigidas a personajes romanos para que intercedan por él, y se le levante la pena de destierro que le fue impuesta por una misteriosa culpa. En Tristia se omiten los nombres de los destinatarios, para no comprometerlos, según Ovidio.

  • Séneca

Al final de su vida, Séneca escribió sus Cartas morales a Lucilio (Ad Lucilium epistulae morales), 124 cartas recopiladas en 20 libros. Lucilio era un amigo de Séneca, que a pesar de su modesto linaje había conseguido el rango ecuestre. Aunque Lucilio gustaba de la filosofía, las cartas que Séneca le dirige constituyen un cruce ficticio de preguntas y respuestas. Las cartas están llenas de enseñanzas morales sobre la manera de soportar la adversidad, que su autor, Séneca había conocido tras caer en desgracia bajo el reinado de Nerón, de quien había sido preceptor.  

  • Plinio el Joven

Era sobrino de Plinio el Viejo, y contaba 19 años cuando éste murió durante la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. En época del emperador Trajano, de quien fue amigo personal, escribió 235 cartas, recogidas en 9 libros. La perfección formal de estas cartas, y el hecho de que cada una verse sobre un solo tema hace pensar que Plinio concibiese desde un principio la idea de publicarlas.

Plinio tomó como modelo a Cicerón. Las cartas reflejan la sociedad romana bajo el reinado de Trajano y, por ello, tienen un gran valor histórico. Destacan las dos dirigidas a su amigo el historiador Tácito a propósito de la erupción del Vesubio, así como las cartas dirigidas al emperador sobre cómo debía tratarse a los cristianos.

Retrato de Horacio

Retrato de Horacio

Estatua de Ovidio en Sulmona

Estatua de Ovidio

Detalle de El poeta favorito, de L. Alma -Tadema (1836-1912)

El poeta favorito, L. Alma Tadema

Busto de Cicerón

Busto de Cicerón

Busto de Séneca

Busto de Séneca

Frontispicio de una edición de las cartas de Plinio el Joven del XVIII

Frontispicio de una edición de las cartas de Plinio el Joven del s. XVIII

Busto de Trajano

Busto de Trajano

La última plegaria, de Jean Léon Gérôme (1824-1904)

La última plegaria, de J.L. Gérôme