Otro de los elementos decorativos dentro de las viviendas romanas eran las pinturas de las paredes de las habitaciones más suntuosas. Los romanos admiraban la pintura griega tanto como admiraron la escultura, y animaban a los artistas que trabajaban para ellos a hacer copias de obras griegas especialmente famosos o populares. Sin embargo, algunas de las pinturas de época romana escaparon a la fuerte influencia griega. Ejemplos de ellos los encontramos en Pompeya y Herculano, los ciudades que estuvieron muy de moda en el sur de Italia y que fueron arrasadas por la erupción del Vesubio en el año 79 d.C.

Con la pintura de las paredes se conseguía, no sólo decorar la habitación, sino también dar sensación de amplitud y riqueza. Cada persona decoraba su vivienda en función, evidentemente, de sus gustos y su nivel adquisitivo. Por esta razón, conservamos pinturas muy ricas y complicadas y otras sencillas y discretas.

Por regla general, la pintura no suele conservarse bien en las excavaciones arqueológicas. Al estar sobre las paredes y ser éstas prácticamente destruidas por el tiempo, apenas nos quedan algunos restos en zonas bajas de los muros y, en contadas ocasiones, paneles enteros caídos boca bajo sobre el suelo, una vez que se destruyó el muro.
La forma de realización de las pinturas era relativamente sencilla. Primero se hacía un revoco interior de la pared que sirviera como soporte de la pintura y después se aplicaba ésta con pinceles de distintos grosores.

Hay dos grandes tipos de pintura romana:

Las decoraciones geométricas, generalmente en tonos rojos, negros y amarillos, formando paneles con formas arquitectónicas que enmarcan la habitación.

 

 

 

Decoraciones figuradas, también dentro de ambientes arquitectónicos, en colores mas variados y vivos, enmarcados en estos mismo paneles anteriores.