Los romanos tenían un extremo cuidado en la decoración de sus viviendas y lugares públicos. Dada la escasez de mobiliario debían decorar paredes y suelos de la forma más espectacular posible. Era una forma de dar confortabilidad y riqueza a sus habitaciones y de demostrar a sus amigos su nivel adquisitivo.

El mosaico era la decoración lograda por medio de pequeñas piezas de piedra, terracota o vidrio (las teselas), con las que se formaban

decoraciones de motivos geométricos o figurados. Se utilizaban para la decoración de los suelos, aunque en algunos casos, en viviendas de extrema riqueza, aparece en las paredes.

El origen remoto del mosaico lo encontramos en Asia Menor y Mesopotamia, de donde pasó después al mundo griego. Éste no era el tipo de mosaico que conocemos de los romanos, generalmente estaba hecho de guijarros coloreados, todavía no se conocían las teselas.

Dependiendo del tamaño de las teselas los arqueólogos le dan un nombre diferente:

Cuando el tamaño de las teselas es inferior a 1 cm., se llama opus vermiculatum.

Cuando el tamaño de las teselas es superior a 1 cm., se llama opus tessellatum.

Los mosaicos generalmente son cuadrados o rectangulares, adaptándose siempre a la forma y tamaño de la habitación.

Los motivos decorativos son muy variados. Suelen tener una greca en el borde que enmarca el motivo principal que suele estar en el centro, éste es el emblema. Suelen ser escenas con animales, de tierra o de mar, composiciones o temas mitológicos, cacerías, juegos circenses o la representación de las estaciones del año.

En la Península Ibérica encontramos mosaicos de todo tipo, algunos muy sencillos y otros enormemente complicados y bellos. Los encontramos generalmente decorando los pavimentos las salas y habitaciones de las villas de campo.

¡Mira! Aquí tienes uno visto de cerca. Es un mosaico con motivos marinos...¿ves los peces, la langosta, e incluso un pulpo?

Fíjate cómo se ven los cuadraditos de colores que conforman las figuras [las teselas]. Es como un gran puzzle.