La invasión musulmana (711) ocupó toda la penísula a excepción de pequeños focos de resistencia amparados en las montañas del norte; puesto que los visigodos eran inferiores en potencia militar, tuvieron que limitarse a extender poco a poco sus escasos territorios cuando las divisiones internas del enemigo lo permitían.

La muerte de Almanzor, tras la batalla Calatañazor, significó desmoronamiento del poderío musulmán. También se produjo durante el siglo la caída del Califato de Córdoba que se fraccionó en los minúsculos y débiles reinos de Taifas. Esta nueva situación permitió la conquista de Toledo en tiempos de Alfonso VI y alcanzar el Tajo como línea fronteriza.

Debido a las continuas guerras se creó una poderosa caballería visigoda propiedad de la clase señoral, dueña además de tierras y vasallos; característico todo ello del feudalismo.

La sociedad feudal fue eminentemente campesina, rural y analfabeta. Las viviendas se agrupaban al pie del castillo o alrededor de las iglesias y monasterios.

Los únicos medios de subsistencia del pueblo eran la guerra o el durísmo trabajo del campo en condiciones misérrimas.

He aquí un esquema de la situación lingüística de la península a finales del siglo X en el cual se aprecia que el mozárabe era, con diferencia, la lengua más hablada durante el siglo XI; lo utilizaban los cristianos que vivían en territorio ocupado por los árabes. Irá desapareciendo a medida que los conquistadores impongan las lenguas surgidas en el norte: astur-leonés, castellano gallego y catalán.

Como consecuencia de la situación socio-económica, en esta época el ambiente cultural era muy pobre y las manifestaciones literarias se reducían a pequeñas composiciones cantadas mientras se realizaban las faenas domésticas.

Eran contadas las personas que sabían leer y la lengua escrita se usaba muy poco, no obstante, las primeras palabras que se conservan en "castellano" (Glosas Silenses y Glosas Emilianenses) aparecen en unos documentos latinos de los monasterios de Silos y San Millán, escritas en los márgenes por monjes del siglo X con el fin de facilitar su lectura.