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EL ESTILO ROCOCÓ Y SU SIGNIFICACIÓN

            ... desde los primeros decenios del siglo XVIII hasta poco después de mediados de aquel mismo siglo, tuvo lugar el fenómeno conocido por Arte Rocalla o "Rococó", o por mejor decir, la difusión del estilo así llamado. Porque, en realidad, se trató de un estilo ornamental.

            Por un lado surgió, en forma exuberante (y casi ex­plosiva) en el arte alemán, cuya tradición barroca no se había interrumpido, como pasó en Francia; pero los que más contribuyeron a darle un aspecto característico, los promotores de su difusión, bastante general en Euro­pa, fueron ornamentistas franceses. (...)

            Así, pues, el estilo Rococó fue en aquella nación como una reincidencia en lo barroco, y es, verdadera­mente, un aspecto del arte barroco. ¿Qué será, pues, lo que de él le distingue ?

            Wolfflin definió el arte barroco como aquel que, sucediendo al del Renacimiento a él se opone. Es el resultado de un conjunto de inquietudes que parten del arte renacentista para modificarlo, para darle nuevas for­mas. Para muchos, el arte barroco es el típico de la Con­trarreforma, y esto es verdad en tanto que su principal foco fue la Roma papal de fines del XVI y del XVII. Pre­conizaba la amplitud, el movimiento lineal, el retorci­miento, la exagerada riqueza decorativa. Es un arte que, en sus obras más características, acumula los elementos decorativos que le son propios.

            Pero el estilo Rococó no es precisamente eso, aunque del barroquismo recoge, principalmente, los elementos de irregularidad, el movimiento de líneas que ondulan. En realidad, es el fenómeno típico de una sociedad histórica, y traduce también muy fielmente las ideas y la sen­sibilidad que caracterizaron a esa sociedad humana: el exotismo chinesco, la galantería y la ironía, la osadía de expresión, partiendo de un anhelo de elegancia y de cla­ridad, y el interés por las pequeñas cosas naturales. Es un estilo que se aviene con la jugosa, clara e intencionada prosa de Voltaire, así como la pintura francesa larmo­yante, de finales del mismo siglo XVIII, retratara la sentimental mentalidad humanitaria rousseauniana.

            Este estilo se designó en francés rocaille (y en España "rocalla" se le llamó también); pero ha prevalecido su designación por la voz "Rococó", de tono mas familiar. Un análisis de esta palabra nos aclarara, quizá, cuál sea su verdadero concepto. Esta voz Rococó francesa es una composición (un raccourci) de las voces rocaille y coquil­le, porque en los primeros diseños en que el nuevo estilo se manifestó en Francia, y que bien pronto trascendie­ron a otros países, había como una sugerencia de formas en el aspecto de las rocas marinas que llevan adheridas algas y conchas. Donde tales formas se revelan más representativas es en las cartelas orna­mentales. (...) Son formas que, puestas generalmente al sesgo, prescin­diendo de toda lógica geométrica, se basan en la asimetría y en el perfil ondulado de ciertas conchas de moluscos cuyo diseño remata una suerte de penacho en voluta y que se combinan, alusivamente, con otras formas que son propias del mundo vegetal, con sus ramificaciones, arborescencias y nudosidades. Inmediatamente después de su aparición, tales formas fueron aplicadas con ardor a los objetos de platería o de cerámica, a las boiserias y a los muebles, y sirvieron incluso para inspirar composiciones de carácter pictórico, en pinturas y grabados y cartones para tapicerías. (...)

            En realidad, la trascendencia del estilo Rococó sobre la arquitectura francesa no fue muy abundante. Se le halla bien representado, sin embargo, en algunos interiores; así, en un salón ovalado, de hacia 1732, de G. Boffrand, en el Hotel de Soubise (hoy sede de los Archivos Históricos de Francia). Otro de sus mas claros reflejos, en el arte aplicado de alcance monumental, son las historiadas rejas que forjó Jean Lamour para la Plaza Stanislas, de Nancy.

            En cambio, en los países germánicos el Rococó venia a renovar el barroquismo arquitectónico allí existente desde el siglo XVII. Algunos palacios, como el Belvedere, cerca de Viena, ... o el Zwinger de Dresde, ... por Matthaus Daniel Poppelmann, marcan bien claramente el traspaso entre el barroco y las construcciones de pleno gusto "rocalla", que triunfan, con esplendor verdaderamente exuberante, en varias resi­dencias principescas alemanas, como el Amalienburg, ... en el parque muniqués de Nymphenburg, o la residencia del principe‑obispo de Wurzburg, ... de Balthazar Neumann.             Neumann fue el autor y decorador de algunos hermo­sos templos del nuevo estilo. Casi todos ellos están en Baviera o en Suabia, pero el mas importante, el de Vierzehnheiligen (o de Los Catorce Santos) se halla en Alta Franconia.

            Otros arquitectos y artistas desplegaron aquel mismo aéreo estilo, que en la decoración interior de las iglesias crea un optimista ambiente de devoción, muy distinto al del barroco de las iglesias romanas. Los mas signifi­cativos fueron Johann Fischer, constructor, en 1736, de la iglesia del monasterio de Ottobeuren, y antes que el, los hermanos Asam y Zimmermann. (...)

            La escultura religiosa experimentó asimismo, en esa parte católica de Alemania, un gran florecimiento de in­tima inspiración Rococó, aunque el imaginero de más valía trabajó ya a mediados del siglo. Fue Ignaz Gunther (1725-1778), natural del Alto Palatinado, pero que ejerció su arte en Munich. ...

            Prusia es la región histórica alemana en donde el estilo Rococó - del que fue decidido entusiasta Federi­co II el Grande - llegó, bajo tales auspicios, a sus mayores delicadezas. (...)

            En España, el "Transparente" de la catedral de Tole­do, obra de Narciso Tomé - a la que nos referimos ya en su lugar-, realizada en 1721-1732, enlaza con el estilo Rococó principalmente por su atrevimiento: es una capi­lla sacramental cuyo espacio queda concretado por la luz que irrumpe por un ojo del muro correspondiente a la girola gótica del templo. Esta capilla abierta, a modo de trascoro, se halla encuadrada por una composición de columnas y drapeados. Es una obra, pues (por los ele­mentos de que se compone), aun plenamente barroca. En Valencia, donde el alemán Conrad Rudolf había intro­ducido, a comienzos del siglo (con su fachada catedrali­cia), si no la forma, el espíritu del Rococó, existe un edificio típico del estilo, doblemente interesante por ser obra exclusiva de un constructor español: es el Palacio del Marques de Dos Aguas, proyectado hacia el 1740 por el pintor y arquitecto Hipólito Rovira. La composición escultórica de su portal alude a las aguas de los dos ríos que riegan el reino de Valencia, el Turia y el Júcar, representados en forma de dos figuras colosales, rampantes. El edificio tiene ventanas que se transforma­ron con estucos en 1867, pero cuyos marcos son todavía los originales, y muestran lo que pudo dar de si el Rococó en España. En cuanto a la iglesia de Belén, en Barce­lona, es también plenamente barroca, del estilo típico de las iglesias de la Compañía de Jesús (este fue su origen), por mas que contenga detalles escultóricos que hagan pensar en lo Rococó.

            Demasiado fuerte y profunda era la huella del barroco en Italia para posibilitar la penetración en aquel país de esta nueva versión de las concepciones barrocas. (...) Lo más realmente Rococó se realizó en aquel país, sin embargo, en Turín y en el real palacio napolitano de Caserta, en la decoración de salones regios, y también a través de un aspecto que es muy típico del arte rocalla, el de su aplicación a la porce­lana. (...)

            En cambio, la sala que el rey hizo elaborar e instalar en Madrid, en el Palacio Real de Oriente, en­tre 1765 y 1770, combina ciertos diseños decorativos del Rococó con temas ya enteramente neoclásicos. Más específicamente dentro del estilo que aquí comen­tamos son algunos techos y adornos murales datados hacia 1725 o 1730 (seguramente de autor francés) que existen en el palacio de San Ildefonso de la Granja, y, de época posterior, la Sala titulada de Gasparini, en el Palacio Real de Madrid.

            Rastros del estilo Rococó se pueden señalar en Suecia, en el ornato interior de algunas residencias. En cambio, no sabemos de ningún claro ejemplo de ello en Inglaterra. Allí aquel estilo influyó tan sólo en aspectos del arte aplicado, como son el mueble y las porcelanas; y en lo que respecta a su reflejo en la moblistería este influjo fue ciertamente muy parco, aunque se ejerció de un modo consciente a mediados del siglo, a través del constructor y proyectista de muebles Thomas Chippen­dale. De la serie de grandes mueblistas ingleses del si­glo XVIII, el fue, en realidad, el único que aplicó algunos motivos de pura inspiración "rocalla" en sus muebles de asiento, sin que por ello hubiera de perturbar las reglas de su personal estilo, en el que siempre rehuyó el exceso de adorno. (...)

            En cambio, en la porcelana y en las piezas de cerámica en general - que entonces ofrecen tanta variedad y riqueza en toda Europa - halló el Rococó un amplísimo campo para su aplicación. Aquella materia cerámica, con­siderada como algo precioso en un grado que hoy difícilmente podemos imaginar--, presenta en la historia de su desarrollo europeo durante el siglo XVIII tantas con­comitancias con lo que aquí estamos tratando, que no es exagerado afirmar que, a través de ella, puede seguirse perfectamente la evolución (o por lo menos, la perduración de aquel estilo.

            Materia exótica ya apreciada de antiguo como una rareza (por sus cualidades de dureza, transparencia y blancura, así como por la finura de su adorno pintado), durante mas de un siglo, en todos los países europeos la estima por la porcelana china creció avivada por la importación que de ella se hacia, primero (en el siglo XVI) a cargo de los portugueses, y desde 1602 por la Oost­indisches Compagnie holandesa, a través del puerto de Amsterdam, verdadero emporio de ese "oro blanco", adonde anualmente llegaban piezas chinas en cantidades ingentes. Años mas tarde, se importó también a Francia e Inglaterra por la Compagnie des Indes Orientales y la East India Company, dedicada también al comercio del te, y aun, posteriormente, fueron navíos suecos y daneses los que realizaron su transporte a Europa.

            El prestigio alcanzado por los búcaros, vasijas, figu­ritas y cuencos importados de China, ya en el siglo XVII había provocado en Europa una gran actividad de proba­turas con vistas a lograr la obtención de esa sustancia, cuya composición se ignoraba. Los intentos para "descu­brirla" se multiplicaron desde aquellas fechas en Inglate­rra, Holanda, Francia y Sajonia.

            Esta actividad desembocó, en Francia, en el descu­brimiento de una materia que era, en el fondo, de composición vítrea, la llamada porcelaine de pate tendre. No era autentica porcelana, sino una porcelana imitativa, con la que se conformaron las manufacturas (oficiales o pri­vadas) que en el curso de la primera mitad del siglo XVIII fueron apareciendo en los países del occidente de Europa. Los porcelanistas ingleses descubrieron, por su parte, en 1748 (en la fabrica instalada en Bow), una variante de esa porcelana de imitación, la "porcelana fosfática", o bone‑porcelain, hecha con fosfato de cal, por adición en su pasta de ceniza obtenida de la combustión de huesos.

            Por otro lado, ya en l709, los esfuerzos realizados bajo el patrocinio de Augusto II el Fuerte, en Sajonia habían por fin obtenido el éxito apetecido: un alquimista de vida austera y conducta dudosa, Johann Böttger, vigilado y ayudado por un científico (...), había descubierto el secreto de la auténtica porcelana, al emplear en su composición una arcilla procedente de las cercanías de Aue (en la parte occidental de los montes Metálicos), que resultó ser la misma tierra de la que se valían los chinos: el caolín. Así se fundó la fábrica real de Sajonia, que quedó instalada en la fortaleza de Albrechtsburg, en Meissen. Un decreto oficial, de 23 de enero de 1710, anunciaba el acontecimiento en cuatro idiomas: alemán, holandés, francés y latín. Sin embargo, durante dos años la porcelana sólo se produjo en Meissen en poca cantidad, por vía de ensayo; su producción no se normalizó hasta 1713.

            Como es de suponer, - dada la mentalidad de la época - la obtención de esa verdadera porcelana se rodeó del más impenetrable secreto; ello explica la severa organización que se dio a la nueva fábrica, y que sirvió de modelo a todas las demás oficiales que posteriormente lograron elaborar porcelana auténtica o “sajona” en Austria y varias localidades de Alemania y aún del extranjero. (...)

            En los principales centros oficiales de esta clase hubo un director oficial y otro efectivo, un grupo de arkanisten (o secretistas, como se les llamó en español), que eran estrechamente vigilados, y los modelistas y pintores, dirigidos por un artista de nota, escultor o pintor.

            Una organización parecida tuvo la manufactura oficial francesa, que, instalada desde 1741 en el castillo de Vincennes, pasó en 1753 a ser protegida por la marquesa de Pompadour, y tres años mas tarde, bajo el patrocinio directo del rey, se instalaba en una finca de Sevres (su sede actual) que antes perteneciera al músico Lulli, cerca del dominio de Bellevue, donde aquella favorita de Luis XV tenia una de sus residencias. La fabrica de Alco­ra, en España, del conde de Aranda, que fabrica loza, pero también porcelana, tuvo, asimismo, organización si­milar, aunque menos rigurosa.

            Consignemos, finalmente, las principales fábricas inglesas, debidas a la iniciativa privada y fundadas todas ellas a mediados del siglo: fueron las de Chelsea, Bow, Derby y Worcester.

            Meissen creó, por su parte, una tradición artística que, partiendo del barroco, rápidamente se incorporó a las características del Rococó, y su influjo alcanzó, no sólo a las otras porcelanas alemanas, sino también a las inglesas y a las de las fabricas de Doccia, en Italia, y a las de Capodimonte y del Buen Retiro, fundadas por Car­los III de España.

            En Francia, en cambio, desde la primera fabrica de pate tendre, que se mostró activa por iniciativa particu­lar, la de Saint-Cloud (1702), así como en la de Chantilly (del príncipe de Conde) o la Mennecy (del duque de Villeroy), se llegó al empleo de lo Rococó tras una pro­longada etapa en la cual predominó el gusto chinesco.

            Entre Meissen y la fabrica real francesa de Sevres pronto se estableció una rivalidad; mientras la porcelana sajona triunfaba en la superior calidad técnica y en el mo­delado de las figuras, Sevres triunfó en las coloraciones, sobre todo en sus famosos matices que resultaron inimi­tables: bleu du roi y "rosa Pompadour". (...). Hacia 1730 empezó a desarrollarse, también en Meissen, la aplicación de la escultura a la porcelana. En ello tuvo gran trascendencia, que se reflejó en toda Europa, el modelista escultor Joa­chim Kandler. Este creó infinidad de figuras que reprodu­cen personajes de la corte sajona, tipos callejeros, pastores idealizados, escenas galantes y personajes de la Commedia dell'Arte. En todas ellas destaca su vigor característico y una intención satírica o meramente burlesca, que se ex­presa acompañada de un colorido llamativo, rico en con­trastes. (...)

 Varios Autores.- Historia del Arte.-
Ed. Salvat. 1970. Tomo 8 págs. 3-18