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EL URBANISMO EN LA ÉPOCA BARROCA.-

 

        El barroco se caracteriza por su afán integrador de espacios en un todo unitario, ya sea urbano o paisajístico. ¡Es el gran momento del urbanismo moderno! En este período surgen los planes reguladores de lo que ha venido en llamarse la ciudad capital.

        Roma es el prototipo de esta ciudad capital su desarrollo urbanístico se había iniciado, de manera efectiva, en tiempos de Julio II, pero su máximo organizador fue Sixto V (1585-1590), ayudado por el arquitecto Doménico Fontana. Su regulación se basa en un entramado de grandes vías que se articulan referenciadas a centros significativos, tanto edificios como plazas. Las siete basílicas quedan entrelazadas entre ellas en base a un centro teórico que es la basílica de Santa María la Mayor, que se convierte en lugar de encuentro y de partida, verdadero paradigma de la espacialidad barroca. A su vez, las plazas, a veces tan sólo cruce de calles, se individualizan a través de elementos simbólicos, como son los obeliscos y columnas que fueron cristianizadas coronándolas con las estatuas de San Pedro y San Pablo, o cruces. Estos obeliscos no eran sólo elementos de decoración, sino que se convertían en ejes para el cambio de dirección de las calles.

        En definitiva, la organización de Roma se orientó de Noroeste a Sudeste, teniendo como eje principal la Strada Felice, que fue proyectada desde la plaza de Santa María la Mayor en dirección a la basílica de la Santa Croce in Gerusaleme y a la Plaza del Popolo.

        La plaza como elemento urbano tiene un significado distinto en Roma o en París. En la primera se integra en un plan amplio, mientras que en la capital francesa se convierte en lo que podríamos llamar un «episodio suelto». La Plaza del Popolo se relaciona a la famosa tridente que forman las Stradas del Babuino, Corso y Ripetta, vías de acceso a la Roma moderna, con la construcción de las iglesias gemelas de Rainaldi. La solución de Pietro de Cortona en la plaza de Santa María della Pace hace dudar de si estamos ante una obra integrada en un espacio urbanístico o si éste está en función de aquella. La columnata de San Pedro es un espacio de doble significación: potenciador plástico de la fachada de San Pedro y símbolo de la Iglesia.

        Por último, en lo que a Roma se refiere, la plaza Navona es el ejemplo más significativo de lo que podríamos denominar urbanismo puntual, y que tiene en los ejemplos de Plaza Mayor, Place Royale las manifestaciones más afines. La unitariedad de sus edificios, la singularidad de la fachada de Santa Agnese y las fuentes de Bernini, crean un todo unitario en el que las arquitecturas parecen más superficies continuas que masas individualizadas.

        Esta singularización es la que define el urbanismo de París, que busca el uniformismo de sus plazas y grandes avenidas. En vez de empezar con un sistema. París experimenta una serie de episodios monumentales. Fue Enrique IV quien primero se planteó la construcción de plazas con un claro sentido mitificador del rey. El monumento se convirtió así en elemento polarizador de todo un espacio, en un factor urbanístico alrededor del cual se organizaba todo un entorno. La plaza Dauphine, la de los Vosges en tiempos de Enrique IV, y la de las Victoires y la de Vendome en el reinado de Luis XIV, resumen los cuatro ejemplos de Place Royale de esquema triangular, rectangular, circular y cuadrangular.

        No podemos olvidar, en este apartado urbanístico, un hecho importante, en la valoración de la ciudad barroca, cual es la ruptura de las murallas, lo que la convierte en ciudad abierta. París suprimió en tiempos de Luis XIV las fortificaciones, sustituyéndolas por un anillo casi completo de boulevards. El plano ideal de Londres, proyectado por Ch. Wren, pretendía incidir en este carácter abierto. articulando la ciudad en base a grandes vías transversales. La principal unía la catedral de San Pablo, centro religioso, con el Royal Exchange, centro económico. Se creaban sistemas radiales y una cuadrícula que unía el centro con el sector comercial situado junto al río. El carácter práctico no impedía la realización de grandes perspectivas y la singularización de los nudos de las calles con la construcción de 51 iglesias, verdaderas arquitectura - monumento -.

        El urbanismo de jardines tiene en el barroco su máximo representante en André le Notre. Iniciado en la planificación paisajística de Vaux-le-Vicomte, tuvo en Versalles y las Tullerías sus máximas posibilidades creativas. Le Notre rompe con el jardín renacentista, de clara organización estática, e introduce un sistema de ejes y diversidad de espacios. Sin embargo, la ordenación es simple. Parte de un eje longitudinal que tiene como final del recorrido la percepción de un espacio infinito. A este eje se subordinó el palacio, en el caso de Versalles, que divide el recorrido separando el mundo urbano del paisaje infinito antes aludido, compuesto de parterres, bosquecillos y naturaleza libre y desordenada. Se introducen ejes transversales y esquemas radiales, con lo que la idea antes aludida de integración y dispersión está presente. Las fuentes, estanques y canales dan variedad al espacio.

        Es, en definitiva, un urbanismo abierto en contacto con la naturaleza y que busca la integración de las partes en un todo organizado.

        Pero los sistemas de defensa continuaban siendo esenciales. Sebastián le Preste de Vauban, arquitecto militar francés, proyectó una serie de ingeniosas fortificaciones y ciudades, acordes con la nueva estrategia militar. Su influencia fue capital durante el siglo XVIII, tanto en Francia como en España. Neuf Brisach (1698), ciudad proyectada por Vauban, se convierte así en la excepción dentro de un concepto de ciudad de carácter abierto.

Juan Ramón Triadó.- Las claves del arte Barroco.-
Ed. Arín. Barcelona. 1986. Págs. 25-29