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BARROCO: Concepción espacial en arquitectura.

        El barroco es liberación espacial, es liberación mental de las normas de los tratadistas, de las convenciones, de la geometría elemental y de todo lo estático, es también liberación de la simetría v de la antítesis entre espacio interno y espacio su voluntad de liberación, el barroco alcanza un significado psicológico, que trasciende hasta la arquitectura de los siglos XVII y XVIII, logrando un estado de ánimo de libertad, una actitud creadora liberada de prejuicios intelectuales y formales: lo que es común a mas de un momento de la historia del arte; como lo prueba el que se hable de barroco helenístico, de barroco romano en la época en que los arquitectos del bajo Imperio sintieron la necesidad de poner en crisis la solidez estática del espacio encerrado romano, y hasta de barroco moderno, cuando la tendencia de la arquitectura orgánica pronuncia su declaración de independencia de las fórmulas y de los esquemas funcionalistas.

        Naturalmente nosotros nunca empleamos la palabra barroco en este sentido genérico de rebeldía moral (de otro modo el barroco correría el riesgo de identificarse con el Romanticismo), sino en el sentido propiamente arquitectónico, es decir, espacial. Y es claro que los caracteres que califican el espacio en los siglos XVII y XVIII no se pueden encontrar en aquellos otros denominados, por traslación ilegítima, barrocos.

        La secular oposición crítica frente al barroco nunca se ha centrado sobre Bernini y sobre su escuela. El hecho de que a la caja cerrada, al edificio-fortaleza del Palacio Farnesio hubiera sucedido el Palacio Barberini, abierto y sugestivo, con sus ilusiones de perspectiva y sus grandes superficies vidriadas; el hecho de que, después de los esquemas centrales del siglo XVI austeros en su autosuficiencia formal, la columnata de San Pedro haya abierto los brazos para recibir muchedumbres de fieles; hasta el gusto por los elementos escenográficos, los datos tomados de la naturaleza que entran a formar parte del edificio, los motivos escultóricos y arquitectónicos que inundan los parques de las grandes villas y, por ende, la estrecha y polifónica unión entre espacios internos y espacios externos: todo esto no ha irritado a nadie, también porque Palladio, a quien el clasicismo escolástico deificaba en toda Europa, había sido un genio demasiado libre para cumplir todas las reglas de un juego que él mismo había contribuido a difundir culturalmente.

        La crítica y el público nunca han llevado hasta el fondo su protesta contra la liberación y el tratamiento dialéctico del espacio del siglo XVI operada por aquella escuela berniniana que respetaba substancialmente el sentido de la espacialidad clásica, aun cuando ponía en movimiento y llevaba hasta el límite a sus factores. El substituir un círculo por una elipse, aunque la elipse sea una forma más dinámica, en Sant'Andrea del Quirinal de Bernini, no enfadó demasiado, y a que en tomo a esta figura herética, todos los elementos se organizan según los métodos de la época. Nadie ha lanzado jamás, con convicción profunda, sus anatemas contra un Pietro da Cortona o un Vanvitelli, contra la fertilidad inventiva de tantos innumerables artistas menores. que llevaron con sus palacios, iglesias y fuentes, luz y esplendor a las severas plazas del siglo XVI.

        La crítica durante mucho tiempo, y todavía hoy grandes sectores de la opinión pública, se detienen antes de llegar adonde el barroco llega a ser más propio y más grande, es decir, cuando crea una nueva concepción espacial en lugar de limitarse a comentar con nuevo gusto esquemas antiguos. Borromini y Neumann: sobre estos dos máximos nombres del barroco internacional se cruzaron las espadas. Aún hoy, entender la arquitectura barroca no sólo significa liberarse del conformismo clasicista y tender a la creación de una expresión artística unitaria mediante el valor, el coraje, la fantasía, la mutabilidad, lo insoportable de los cánones formalistas, la multiplicación de efectos escenográficos, la asimetría, el desorden, la armonía orquestal de arquitectura, escultura, pintura, juegos de agua y jardinería. Significa todo esto, sí, pero más importante que aceptar el gusto barroco es entender su espacio: amar el San Carlino alle Quattro Fontane, el interior de Sant'Ivo alla Sapienza y el Vierzehnheiligen porque en estos monumentos triunfa el carácter de movimiento y de interpenetración propios del barroco, y no sólo en términos de plástica arquitectónica, sino también de realidad espacial.

        El movimiento del espacio barroco no tiene nada de común con el dinamismo gótico Este dinamismo se substanciaba en el contraste entre dos directrices visuales. Y se servía de indicaciones de perspectiva. afirmadas mediante un juego de líneas que actuaban sobre "la caja del edificio" con un sentido bidimensional. Mas el dinamismo barroco sigue toda la experiencia plástica y volumétrica del siglo XVI; rechaza sus ideales. pero no sus instrumentos Una línea gótica obliga al ojo a deslizarse sobre la superficie y por tanto resta solidez al muro, pero en el barroco todo el muro se alabea se pliega para crear un nuevo espacio. El movimiento barroco no es una simple conquista espacial, sino que constituye una categórica afirmación espacial de todo lo que representa espacio, volumetría, y elementos decorativos en acción. La cúpula de Sant'Ivo de Borromini, con su espiral ascendente, es el símbolo plástico de este fenómeno.

        En términos espaciales, el movimiento impulsa la absoluta negación de toda división clara y rítmica de los vacíos en elementos geométricos simples, y la interpenetración horizontal o vertical de formas complejas cuya esencia prismática o estereométrica se pierde al contacto de las formas vecinas. Observad la planta de San Carlino y decide qué forma tiene: hay un medio óvalo en la entrada, otro en el vano absidal; hay además fragmentos de otros dos óvalos en las capillas de derecha e izquierda. Estos cuatro sectores de figuras geométricas se encuentran, penetran uno en otro, en una composición de planta que nada tiene del claro escandir o de la métrica eurítmica del Renacimiento. ¿Y en elevación? Un artista del siglo XVI habría diferenciado el edificio de la cúpula. contraponiendo sus volúmenes; mas Borromini concibe unitariamente toda la visión espacial en la compenetración de la quinta elipse de la cúpula en la continuidad de ambiente inferior y modela todo en la envoltura espacial a fin de acentuar y exasperar esta interpenetración de figuras espaciales con una continuidad de tratamiento plástico .

Bruno Zevi.- Saber ver la arquitectura.-
Ed. Poseidón. Barcelona. 1981. Págs. 92-97