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EL ARTE MUDÉJAR

        Arte (del árabe, mudechan, tributario) término que designa a los musulmanes que permanecieron en la España cristiana tras la reconquista de sus territorios, conservando las costumbres y la religión propias.

        El término se refiere también, por consiguiente, a su cultura y a las manifestaciones artísticas que surgieron de ella (aunque no fuesen específicamente ejecutadas por mudéjares). Para la historiografía reciente, que ha replanteado la concepción del mudéjar, éste “no es otra cosa que la permanencia del arte musulmán en el mundo hispánico una vez desaparecido el poder político musulmán” (G. Borras). Así pues, son rasgos característicos el recuerdo del arte islámico, la construcción latericia o el dominio de técnicas como la cerámica, la yesería, o la carpintería de lo blanco.

        El florecimiento inicial del arte mudéjar se prolongó a lo largo de cuatro siglos desde 1100 aproximadamente. Tras la conquista de Granada (1492) se perpetuó, bajo el patrocinio de príncipes y prelados cristianos, en las ciudades que fueron centros principales de la cultura islámica. En Toledo (reconquistada por Alfonso VI de Castilla en 1085), Zaragoza (1118), Teruel (1171), Córdoba (1236), Sevilla (1248), etc. se difundió un estilo mudéjar de corte, suntuoso, opulento, afectado. A éste se añade un mudéjar popular difundido sobre todo en núcleos regionales (a menudo considerados como escuelas), menos elaborado pero mucho más espontáneo, aunque siempre bajo la influencia de los grandes centros. Importantes ejemplos de arte mudéjar se encuentran en Toledo: junto a algunas particularidades externas (...) e internas (...) de numerosos edificios religiosos, los ejemplos más conspicuos son las dos antiguas sinagogas, transformadas posteriormente en iglesias: Santa María la  Blanca (1200 aprox.) y el Tránsito (1357). El interior de esta última fue decorado, probablemente, por escultores que también intervinieron en la ornamentación de otros salones civiles toledanos de la época (la Casa de la Mesa y el llamado Taller del Moro), recurriendo al estuco para crear frisos epigráficos y geométricos y preciosos techos con mocárabes y artesonados. Típicamente mudéjar son también el castillo de San Servando y la Puerta del Sol, obras militares del siglo XIV, y algunas dependencias de la catedral (la capilla mozárabe y la sala capitular, 1505-10). Siguiendo en Castilla, son también centros importantes Arévalo, Cuéllar, Sahagún (con sus grandes iglesias de San Tirso y San Lorenzo), Tordesillas (importante Palacio de Pedro el Cruel, excelente obra civil), Burgos (capillas de puro estilo mudéjar junto al claustro románico del monasterio cisterciense de Las Huelgas), etc.

        En Andalucía el mudéjar se manifiesta en Córdoba, especialmente en la adaptación de la mezquita al culto cristiano. Allí se construyó en 1258 la capilla Real, una de cuyas cúpulas fue decorada con mocárabes, en 1371, por escultores relacionados con lo nazarí. El Alcázar de Sevilla, erigido en gran parte por Pedro el Cruel hacia 1374, es también, al parecer, obra de artífices musulmanes, dadas las buenas relaciones que el rey castellano se esforzó en mantener con el reino nazarí. Algunas de las muestras de su actividad se hallan bellamente plasmadas en la puerta principal, el patio central de las Doncellas, el pequeño patio de las Muñecas y el Salón de los Embajadores, con arcos lobulados. Supervivencias mudéjares se hallan también en la sevillana Casa de Pilatos (1492-1550) y en el Palacio de los duques de Alba (casa de las Dueñas), así como en muchas iglesias y conventos.

        En Aragón el fenómeno mudéjar reviste especial intensidad y profundidad, lo que también se traduce en manifestaciones artísticas de excepcional interés y con algunos rasgos particulares. El desarrollo del mudéjar aragonés es paralelo al del gótico en la región y en los otros estados de la Corona de Aragón, especialmente durante el reinado de Pedro el Ceremonioso. Este monarca ordenó la ampliación del Palacio de la Aljafería de Zaragoza, donde se encuentran otros grandes monumentos tales como los ábsides de la catedral (fines siglo XIII) o la “parroquieta” de la misma, que mandó hacer a fines del siglo XIV el arzobispo Fernández de Luna. La relación de iglesias mudéjar en Zaragoza sería interminable. Teruel es otro núcleo fundamental, con las torres de Santa Maria Mediavilla (1257 aproximadamente) y San Pedro (1319 aprox.) donde se utiliza la incrustación de piezas de cerámica como recurso decorativo. Otras notables torres turolenses son las de San Martín y el Salvador y, en otros puntos de Aragón, las de Tauste y Ateca. Merecen mencionarse además las iglesias de Tobed, Torralba de Ribota, Maluenda, Cervera de la Cañada, Calatayud, etc. Es también en el seno de la Corona de Aragón, y especialmente en Valencia (Paterna, Manises) donde el mudéjar se manifiesta con excepcional amplitud en el campo de la cerámica, creándose piezas que por su refinamiento fueron apreciadas y difundidas por toda Europa. Por lo que respecta a la carpintería de lo blanco, tan propia del mudéjar pueden mencionarse artesonados tan notables como los de Teruel (catedral), Toledo (Santa Isabel de los Reyes, entre muchos otros) y Tordesillas (convento de Santa Clara) así como la pervivencia de la tradición que representa D. López de Arenas.

 VV.AA. Enciclopedia de arte.
Garzanti-Ediciones B. Barcelona, 1991.  Págs.673-674