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El   surrealismo

        El surrealismo es un movimiento artístico y cultural que se configuró en París con el Primer manifesto surrealista del escritor A. Breton (1924). El surrealismo proclamaba una dimensión del arte y una actitud ante la vida que, en antitesis a las tradicionales concepciones, se inspiraba en los modernos descubrimientos en el terreno biopsicológico. Después de un homenaje a Freud, fundador del psicoanálisis, Breton, guía espiritual del movimiento, afirmó la importancia de la dimensión del sueño en la totalidad de la naturaleza humana. De ello derivaba en la necesidad de liberar, en el hombre, las fuerzas del inconsciente también en su estado de vigilia. En un rechazo de las leyes de la lógica en pro de una total libertad de existir y de expresarse, se buscaron nuevas relaciones a través de lo inconsciente, lo fortuito, lo au­tomático.

Fueron ideas que se anticiparon a esta nueva dimensión del arte, el concepto de reacercamiento de dos realidades alejadas, elaborado por el poeta P. Reverdy («Nord-Sud», 1918) y el estado de fantasía “supernaturalista” del poeta G. Apollinaire, de quien Breton sacó el nombre de surrealismo.

Uno de los aspectos del surrealismo, indicativo de la crisis cultural y artística en la que nació, fue su voluntad de recuperar, en el ámbito de otros movimientos modernos como el cubismo (Picasso) y el dadaísmo, o en el espacio de la cultura del ochocientos, renacentista o medieval, elementos precursores, poniéndose como objetivo una revolución en la interioridad misma del hombre. Recogiendo en una doctrina intuiciones y propuestas presentes en el romanticismo alemán y francés y en el simbolismo, y recogiendo la carga desacralizadora propia del dadaísmo, el surrealismo aparece como la última de las vanguardias artísticas del siglo XX.

Aportación específica del surrealismo fue el haber intentado superar la escisión crítica entre realidad y mundo onírico en una problemática perspectiva de integración en la que, además del sueño y las alucinaciones, también la Locura tiene validez de expresión.

La unión entre el surrealismo histórico de Breton y las intuiciones presentes en la cultura del siglo XX se encuentra en el obra de G. de Chirico. En efecto, la pintura metafísica italiana, con su patente componente onírico, señaló la primera afirmación de un arte surrealista, como reconoció el mismo Breton (El surrealismo y la pintura, 1928; Génesis y perspectivas, 1941). La pintura metafísica se diferenciaba, por su naturaleza contemplativa, del “automatismo” psíquico propio del surrealismo, que aspira a expresar el funcionamiento del pensamiento más allá de todo control consciente, sirviéndose de las técnicas más diversas: del “frottage” (pintura o dibujo fortuitos, obtenidos mediante el frotamiento de hojas o telas ya tra­tadas con tintas o colores) o la calcomanía, pasando por la pintura “al humo”, los objetos-símbolos, los foto-montajes y las composiciones tipográficas. El automatismo provenía de la praxis típicamente dadaísta de la provocación del azar, en la que se inspiraron F. Picabia, Man Ray, H. Arp, M. Duchamp, recordados en el manifiesto del surrealismo.

Superando las posiciones del dadaísmo, los surrealistas aspiraron, a través de la determinación psicológica, a una estética constructiva del hecho artístico, coherentemente con su doctrina que pretendía una reestructuración de la comunidad humana y de todas sus manifestaciones.

A través de la adhesión al mate­rialismo histórico, los surrealistas se inscribieron en la Tercera Internacional. En 1930, año del segundo ma­nifiesto del s., la revista “Révolution surréaliste” se transformó en “Le surréalisme au service de la révolution”. Sin embargo, surgieron violentas discrepancias en el seno del grupo surrealista a propósito del debate sobre la relación entre arte y política.

La validez del surrealismo en el ámbito del arte había sido reafirmada en 1928 por Breton contra la tesis opuesta de P. Naville y del poeta B. Péret. Al proponer una revisión absoluta de los valores reales de la pintura, Breton señaló como ámbito propio del surrealismo el interior del hombre. La pintura de M. Ernst, precursor del surrealismo en sus collages de 1920, corresponde al aspecto más visionario (no lejano del clima metafísico de De Chirico) del surrealismo; Ernst, autor del Tra­tado de la pintura surrealista, junto con Arp, De Chirico, Klee, A. Masson, Miró, Picasso, Man Ray, P. Roy, participó en 1925 en una muestra parisina de los surrealistas. En el grupo, Masson interpretó el surrealismo según una visión animista, y Miró con una singular inocencia y libertad expresiva. Picasso y Klee se inclinaron sólo parcialmente, de forma más o menos duradera, por el surrealismo.

En 1929 la revista “Révolution surréalist” reveló el arte de S. Dalí, que a través de una encendida fantasía, que él mismo define como “paranoico-crítico”, materializaba imágenes de ascendente onírico. A partir de 1925 Los logros del surrealismo se difundieron ampliamente por Eu­ropa, Estados Unidos, Japón, asumiendo configuraciones y problemáticas diferentes e influyendo en muchos sectores de la cultura. En el ámbito de la escultura, los resultados del surrealismo se encuentran, diversamente configurados, en Arp, A. Giacometti, A. Calder, H. Moore. En Bélgica, los protagonistas del surrealismo fueron Magrittey P. Delvaux. En el área checoslovaca, J. Styrsky y J. Sima; en Rumania, V. Brauner y J. Herold; en el norte de Europa W. Freddie y M.W. Svanberg; en Alemania, H. Bellmer y R. Oelze. En América las experiencias surrealismo dieron sus logros en el arte del chileno R. Matta y del cubano V. Lam, influyendo también en el expresionismo informal de J. Pollock. En los últimos decenios, se han manifestado influencias del surrealismo en el pop art y en la Nueva Figuración. El surrealismo ha hecho una relevante aportación a las artes gráficas contemporáneas (Ernst, Magritte, M. Duchamp y otros) y a la cinematografía (Buñuel, Dalí, H. Richter, M. Schifano).

 VVAA.- Enciclopedia del Arte. Garzanti Editores; Barcelona. 1991. Págs. 918-919