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LA ARQUITECTURA DEL S. XX

        Los precedentes más inmediatos de la arquitectura vanguardista del siglo XX fueron la escuela de Chicago y el modernismo. Estos dos movimientos rompieron con la tradición e iniciaron las construcciones propias de la época actual (hospitales, fábricas, estaciones, rascacielos, estadios).

1 Precedentes de la arquitectura vanguardista

    1.1 La escuela de Chicago

        Estados Unidos se anticipó a Europa en construir torres de oficinas y en hallar nuevas soluciones para las grandes ciudades. La rápida industrialización americana fue acompañada de una fuerte afluencia a los nuevos asentamientos urbanos. En el último tercio del siglo XIX surgió en Chicago la necesidad de realizar una arquitectura racional, aprovechando al máximo los solares. Para ello, los arquitectos de la escuela de Chicago emplearon estructuras metálicas ligeras que permitían abrir, grandes ventanas y limitar la función de los muros a elementos de cierre. También perfeccionaron los ascensores para poder ascender cómodamente a los rascacielos. Entre los arquitectos que formaron parte de dicha escuela. William Le Baron Jenney abandonó los elementos decorativos tradicionales y la mampostería a favor de las superficies acristaladas. propiciando un ritmo equilibrado entre líneas verticales y horizontales.

        Discípulo de Le Baron, Sullivan unió lo funcional y lo poético. Sullivan cuidó mucho la ornamentación para romper la monotonía de la repetición sistemática de pisos. Destacó su Guaranty y Trust Building de Buffalo, donde guardó una unidad total desde el suelo hasta el techo del edificio.

    1.2 El modernismo

        En Europa, la burguesía y la aristocracia deseaban un refinamiento que no les proporcionaba la arquitectura norteamericana. Los arquitectos europeos buscaron un lenguaje más adecuado, que se denominó modernismo.

        Entre 1890 y 1910 se produjo en Europa un movimiento artístico inspirado en la naturaleza y en las artes que compaginó la utilidad de los objetos ordinarios y su belleza. Este movimiento, denominado Arts and Crafts (Artes y Oficios), se originó en Inglaterra con la obra de W. Morris, quien defendía el valor de lo artesanal frente a lo industrial. Sus concreciones arquitectónicas fue­ron diferentes según los países, así como las denominaciones. En Francia se llamó art nouveau; en Inglaterra, modern style; en Alemania, jugendstil; en Austria, secesión vienesa, y en España, modernismo. Existieron, sin embargo, una serie de características comunes en todos los paí­ses. El modernismo luchó contra lo repetitivo y lo mecánico derivado de la industrialización. Este movimiento dejó visibles los ele­mentos constructivos, especialmente el hierro, para decorar fachadas, balcones y escaleras. El vidrio se convirtió en un medio muy empleado de expresión arquitectónica. Los modernistas sintieron predilección por la asimetría, tanto en la distribución general del edificio como en las puertas y ventanas. En España el modernismo se expresó en la obra de Antonio Gaudí (1852-1926). Este gran experto en la forja de hierro centró la mayor parte de su trabajo en Cataluña..

2 Las primeras vanguardias arquitectónicas

        2.1 Protorracionalismo

        El rechazo del modernismo a principios del siglo XX por el protorracionalismo significó el advenimiento de las primeras vanguardias y un paso más hacia el arte moderno.

        En Francia, Auguste Perret (1874-1954) y Tony Garnier (1869-1948) aportaron mucho a la arquitectura protorracionalista. El primero introdujo el cemento armado en las construcciones. El segundo diseñó un nuevo modelo de ciudad. Ambos eran partidarios de abaratar los materiales y de organizar los edificios y las ciudades funcionalmente. Garnier ideó, en 1901, su Cité Industrielle (Ciudad industrial), estructurando las zonas de la ciudad según su función (industria, mercado, viviendas, lugares de ocio) y abriendo amplias vías de tráfico. Hacia 1910 se multiplicaron en Europa los edificios protorracionalistas, la mayoría realizados en hormigón armado.

    2.2 Expresionismo

    Hacia 1914, la arquitectura expresionista se desmarcó completamente del protorracionalismo.

    Propugnada par arquitec­tos como Bruno Taut (1880-1938) o Eric Mendelsohn (1887-1953), la arquitectura expresionista abogó por construcciones antiutilitarias, de formas irracionales y fantásticas, donde primaba el cristal, generador de una “luz metafísica”. Dentro de esta filosofía, Taut realizó su Pabellón de cristal en 1914 (para la exposición de Colonia) y Mendelsohn su Observatorio astronómico de Einstein (Postdam, 1920) y los Almacenes Schocken (Chemmtz, 1928).

    2.3 De Stijl y la Bauhaus

        Los planteamientos expresionistas chocaron con el racionalismo de De Stijl y de la Bauhaus.

        Desde 1923, el racionalismo fue exportado internacionalmente como opción declaradamente moderna. El neoplasticismo holandés, surgido en torno a la revista De Stijl, influyó en la aparición de la arquitectura racionalista, que estaría en plena vigencia hasta finales de los años cincuenta. Los arquitectos pioneros fueron J. P. Oud y Rietveld. En sus “Viviendas junto al mar”, de 1917, Oud concibió unas estructuras escalonadas y ordenadas racionalmente. Rietveld se basó en los principios de sobriedad y claridad en su Casa Schiröder en 1924.

        La Bauhaus, fundada en 1919 por Gropius, proporcionó también las bases al racionalismo. Los arquitec­tos de la Bauhaus veneraron los nuevos materiales (vidrio, acero, hormigón), privilegiando la línea recta y las formas simples en los edificios. Mies van der Rohe (1886-1969), director y arquitecto de la Bauhaus, fue partidario de la funcionalidad, de las superficies lineales y de eliminar toda decoración. En 1937, Rohe se trasladó a Chicago, donde diseñó rascacielos con fachadas constituidas de muros-cortina de cristal. Estos muros acristalados, que ideó en 1922, proporcionaban mayor transparencia y luz a los edificios. También creó el concepto de planta libre, es decir, un edificio con espacios que se abren unos a otros y hacia el exterior.

3 la arquitectura de posguerra

   3.1 El funcionalisino

        En la Primera Exposición Internacional de Arquitectura Moderna (Nueva York, 1931) se señalaba, junto a Gropius y Van der Rohe, a Le Corbusier como uno de los mejores arquitectos del momento. Le Corbusier aplicó la arquitectura racionalista al urbanismo, creando la corriente funcionalista.

        El máximo representante del funcionalismo fue Charles Edouard Jeanneret, más conocido como Le Corbusier. Las teorías ar­quitectónicas de este suizo se condensaron en su primer libro: Vers une architecture (Hacia una arquitectura) publicado en 1923. En él definió su modelo de vivienda «como una máquina para vivir», realizada en serie y con una gran eco­nomía de espacio. Este modelo de casa mínima se basaba en la máxima pureza de las formas geométricas (o modulor) y podía acoplarse tanto a la vivienda individual como a un bloque. Su desarrollo posterior desembocó en la Unidad de habitación construida en Marsella entre 1945 y 1952. La obra se componía de un único bloque, lo suficientemente grande para alojar una comunidad, con una zona comercial en la planta central y servicios comunitarios sobre la cubierta. Con la unidad de habitación, Le Corbusier creó un punto intermediario entre las grandes ciudades y los edificios, equilibrando así la relación entre residencias y servicios. Le Corbusier elaboró otros proyectos de casas estándarizadas, como la casa Citrohan (1920-22), la casa­estudio para Ozenfant (1922) en París, y la Ville Savoye, en Poissy (1929­31). Realizó grandes rascacielos y viviendas de seis alturas, en el centro de la ciudad y casas-villa en la periferia. Su Villa Savoye es uno de los edificios más representativos de la arquitectura funcionalista: pilotes de hormigón, vivienda cuadrada con planta libre, amplias ventanas horizontales a lo largo de las cuatro fachadas y terraza jardín en tejado plano. Muchos de los interiores de los edificios de Le Corbusier estaban amueblados con muebles de producción industrial. El funcionalismo impulsó la GATEPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea) que desarrolló su actividad durante la segunda República. Josep Luís Sert (1902­1983), uno de sus miembros y discípulo de Le Corbusier, realizó la Fundación Miró de Barcelona en 1975.

    3.2 El organicismo

        Durante el período de entreguerras, Frank Lloyd Wright (1867-1959), uno de los principales arquitectos estadounidenses, se enfrentó al funcionalismo, defendiendo el organicismo. El organicismo fue una arquitectura que desarrolló sus partes en planos horizontales y verticales, en combinación con el paisaje y los elementos naturales empleados.

        Wright, uno de sus principales representantes, es reconocido mundialmente por su obra la Casa sobre la cascada (Pensilvania, 1936). Esta obra asimétrica, con amplias terrazas perpendiculares de hormigón y perfectamente integrada en la naturaleza, revolucionó la vivienda individual. Wright siguió muy activo después de la segunda guerra mundial. Sustituyó las formas rectangulares de sus proyectos del primer cuarto de siglo por formas circulares y espirales. El Museo Guggenheim (1956‑1959) de Nueva York fue una de las obras más significativas de su última época. La estructura está realizada a partir de una rampa en espiral, que acoge el espacio expositivo del museo. El público debe subir hasta lo alto en ascensor y bajar a través de la rampa. El aspecto externo es el de un cono en espiral con la base hacia arriba.

        Alvaar Aalto (1898) aparece como el representante más genuino de la arquitectura orgánica europea. Este finlandés participó activamente en la reconstrucción de Helsinki en la posguerra. Las obras de este período (llamado “rojo” por el color carmín de los ladrillos empleados) cambiaron por completo la fisonomía de la capital finlandesa. La arquitectura de Aalto estuvo muy influenciada por la italiana, ya que utilizó patios interiores al modo toscano. Este arquitecto conjugó formas orgánicas y geométricas, así como materiales tradicionales finlandeses como la madera. A partir de la construcción de su Casa de campo (1953), comenzó su período blanco, en el que utilizó muros blancos para crear ambientes intimistas. Alvaar Aalto influenció a al­gunos arquitectos españoles como Antonio Fernández Alba (1927). El comienzo del organicismo español suele fijarse a principios de los años cincuenta. Existía ya un precedente en Sitges. la Casa Garriga Nogués (1947), obra de José Antonio Coderch (1913) y Manuel Valls (1912). Posteriormente, la construcción organicista española que más destacó fue el Pabellón español en la Exposición de Bruselas (1958). Esta obra, creada por José Antonio Corrales (1912) y Ramón Vázquez Molezún (1922) fue considerada como un paso revolucionario en el campo de la arquitectura peninsular.

    3.3 El brutalismo

        El aspecto integrador de la naturaleza en la arquitectura organicista se perdió completamente con el brutalismo.

        Se han establecido paralelismos entre el brutalismo arquitectónico y el arte bruto que realizó Jean Dubuffet. El edificio precursor del brutalismo fue la Unité d' Habitation (1946-1952), realizada en Marsella por Le Corbusier, que definió su obra como puro «hormigón bruto». La primera obra considerada brutalista fue la Escuela de Hunstanton (1949-1954), realizada por él en Norfolk para el matrimonio Alison y Peter Smithson. Este edificio destacó por su extraordinaria austeridad y su claridad formal. Las fachadas se estructuraron mediante paneles acristalados de la talla de las habitaciones. Los suelos se realizaron con losas de hormigón y las paredes, tanto en el exterior como en el interior, con ladrillo visto. Todos los materiales aparecían tal como eran, sin pintar, y se dejaron incluso las instalaciones eléctricas y las tuberías a la vista.

        En Europa hubo otros ejemplos de arquitectura brutalista. En Londres, los arquitectos James Stirling y James Gowan realizaron los edificios Ham Common entre 1955 y 1958. En Suiza, el grupo “Atelier 5” mezclaba elementos de la arquitectura de Le Corbusier y del brutalismo.

        En Japón, Kumo Maeka­wa aportaba su bloque de viviendas Harumi a la causa brutalista en 1958. Se trataba de un conjunto inmenso de hormigón en bruto, carente de cualquier contacto con la naturaleza.

4 La arquitectura de los años sesenta y setenta

        Durante la primera mitad de los años sesenta coexistieron el formalismo, el grupo Metabolism y la arquitectura pop.

    4.1 El formalismo

        El arquitecto formalista más significativo fue Philip Johnson (1906). A finales de los años cincuenta, Johnson se desvinculó de la influencia de Van Der Rohe para comenzar una trayectoria propia. Tomó como referencia catedrales y grandes templos para desencadenar profundas emociones en el público. A este objetivo responde su pabellón de New Harmony (1960). Este edificio, de exuberante forma acampanada, resulta insólito si lo comparamos con la austeridad imperante en la época anterior. Johnson empleó arcos sin función alguna, oponiéndose así a la tendencia funcionalista. Resulta especialmente interesante su Kline Science Center (1962-1965) de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, por su carácter monumental.

    4.2 El grupo Metabolism, y el equipo Tange / Isozahi: el nuevo estilo japonés.

        En 1960, a raíz de una conferencia mundial sobre la nueva ordenación de Tokio, se formaron dos grupos en la capital japonesa, constituyéndose el nuevo estilo japonés. El grupo Metabolism estaba formado por Noburo Kawazoe como teórico y los arquitectos Kiyonori Kikutake, Masato Otaka, Fumijiko Maki y Noriaki Kurosawa. Por otra parte, se formó el equipo de Kenzo Tange y Arata Isozaki. Tanto los metabolistas como el grupo de Tange trabajaron sobre la ampliación de Tokio. Introdujeron la idea tradicional japonesa de que un espacio puede cumplir distintas funciones según se incorporen o se retiren ciertos elementos arquitectónicos. Los dos grupos abogaron por una arquitectura flexible, susceptible de ser transformada según las circunstancias. Las dos ten­dencias estuvieron influen­ciadas por el brutalismo y por Le Corbusier. Entre las construcciones, sobresalen el Yamanashi Broadeasting Building (1966) y el Ayuntamiento de Kurashi (1960), de Kenzo Tange, donde se conjugan funcionalidad e imaginación.

   4.3 La arquitectura pop

        En los años sesenta tuvo lugar una tendencia arquitectónica muy vinculada al arte pop.

        En Londres, la arquitectura del grupo Archigram derivaba directamente del mundo del cómic y del pop art. Sus componentes crearon la revista Archigram y organizaron exposiciones en el Institute of Contemporary Arts de Londres para dar a conocer sus ideas. Entre sus proyectos, generalmente utópicos, destacó Plug in city (1964­66). Consistía en unas membranas hinchables destinadas a proteger de la lluvia una parte de Londres. Otro de sus originales proyectos fue la ciudad móvil. Se trataba de disponer sobre barcas neumáticas edificios de oficinas para poder trasladarlos de lugar en caso necesario. Aún utilizando la más alta tecnología, la mayoría de los proyectos de Archigram se revelaron inviables.

        En Estados Unidos, arquitectos como Scott Brown o Robert Venturi (1925) se inspiraron en anuncios publicitarios de casas de revistas populares y en carteles luminosos para crear una arquitectura pop. El prototipo de ciudad y de arquitectura que preconizaron lo extrajeron del ambiente nocturno de Las Vegas. A partir de mediados de los años setenta, Venturi sustituyó el ejemplo de Las Vegas por el de Roma, cambiando radicalmente de estilo.

5 La arquitectura posmoderna de los años ochenta

        Hacia esa época se iniciaba una nueva tendencia arquitectónica y plástica: el posmodernismo.

        El concepto de arquitectura posmoderna se utilizó por primera vez hacia 1975 por el arquitecto Charles Jenks. En su estudio El lenguaje de la arquitectura posmoderna, de 1977, Jenks hizo hincapié en la necesidad de combinar varios estilos, de dialogar con el público y de volver parcialmente a la arquitectura tradicional. Por ello, los arquitectos posmodernos to­maron ejemplo del nuevo estilo japonés, que logró conjugar elementos tradicionales japoneses con la arquitectura de Le Corbusier.

        Venturi fue el primer arquitecto que empezó a uti­lizar elementos tradicionales, recuperando elementos de arquitecturas olvidadas, como la manierista y la de Gaudí. Entre las aportaciones de Venturi se encuentra la Casa Brant de 1971, con claras influencias del art decó. En la fachada principal existen elementos manifiestamente desproporcionados, como los ventanales o la enorme terraza lateral. Introducir estos elementos desproporcionados fue uno de los recursos de los arquitectos posmodernistas para denunciar los clichés del rígido arte moderno. Otro medio de romper moldes fue el de integrar elementos antiguos, como columnas o arcos, en edificios modernos. Uno de los discípulos de Venturi, Robert Stern (1939), parodió el arte moderno en la mayoría de sus obras, es­pecialmente en la Casa Lang y la Casa Ehrinan.

        Arata Isozaki, discípulo de Kenzo Tange, fue uno de los arquitectos más representativos del posmodernismo Japonés. Isozaki se desprendió de todo aquello que implicaba modernidad. Eligió los estilos del pasado que conllevaban aspectos de ruptura. Tomó como punto de partida la arquitectura antibarroca de la Francia revolucionaria de finales del siglo XVIII. Su obra tuvo también cierta afinidad con el manierismo italiano, como tendencia opuesta al Renacimiento. El japonés se inspiró también en el Renacimiento. Su Club de Campo de Fujimi y el Ayuntamiento de Kaímoka, realizados a finales de los años setenta, conllevan as­pectos de la obra de Andrea Palladio y de Miguel Ángel. En 1982, Isozaki concluyó el Centro Civil de Tsukuba, conjunto comercial y de oficinas, estrecha­mente vinculado a la plaza del Campidoglio de Miguel Ángel. Isozaki tampoco negó las nuevas técnicas. Conjugó las últimas tecnologías con los materiales más tradicionales en su Palacio de Deportes de Barcelona, que realizó para los Juegos Olímpicos de 1992.

        Los arquitectos catalanes aportaron mucho al movimiento posmoderno. Clotet y Tusquets reivindicaron la ironía, confrontando elementos nuevos y viejos, como en el Belvedere Georgina de 1972 en Llofriu, de Gerona. El más conocido internacionalmente fue Ricardo Bofill (1939). Este barcelonés se formó en Barcelona y en Ginebra en los años sesenta. En 1963 creó el Taller de Arquitec­tura, que aglutinaba a arquitectos, poetas, filósofos y economistas.

        Es autor de casas en las calles barcelonesas de Juan Sebastián Bach (1960-62) y Nicaragua (1962-64) y del edificio de apartamentos Xanadú de Calpe (1962­67), cerca de Alicante. Uno de sus edificaciones más espectaculares fue Walden 7, en Sant Just Desvern (Barcelona). Bofill realizó una importante tarea en el extranjero. En Francia construyó impre­sionantes monumentos como Les Arcades du Lac, entre 1974 y 1981, cerca de Versalles, y el Palacio de Abraxas, un anfiteatro de diez plantas, en Marne-la­Vallée. En la década de los noventa, Bofill intensificó su labor en España. Preocupado por resolver los problemas del crecimiento urbano, realizó a principios de esta década el ajardinamiento del río Turia en Valencia. Trabajó en proyectos relacionados con el anillo olímpico de Montjuit en Barcelona, el Teatro Nacional de Cataluña, y en la ampliación del aeropuerto del Prat, en la misma ciudad. En sus obras, Bofill elige materiales cada vez más industrializados y la monumentalidad de los edificios clásicos, recursos básicos de la arquitectura posmoderna.

6 La arquitectura de fin de siglo

        La arquitectura de los años noventa se caracteriza por buscar la espectacularidad. Muchos de los edificios de la última arquitectura tienen un carácter conmemorativo o de reto. Tal vez la construcción más representativa y vinculada al paso simbólico al nuevo siglo sea la Cúpula del Milenio, en el barrio londinense de Greenwich. Este proyecto fue realizado por Richard Rogers (1933), responsable de la nueva terminal de Barajas, en Madrid. La Cúpula del Milenio es un espacio expositivo con la cúpula más grande del mundo (320 metros de diámetro) y la mayor estructura de tejido tensado jamás le­vantada. El conjunto, no obstante, pesa menos que el aire que contiene. Otro ejemplo de grandiosidad son las Torres Petronas, diseñadas por el argentino César Pelli y levantadas en Kuala Lumpur (Malasia). Estas torres superan, con sus 452 metros, los 380 del viejo Empire State neoyorkino o los 432 de la Sears Tower de Chicago. El espectáculo trasciende a sím­bolo cuando se trata de arquitectura religiosa o museística. Es posible que ningún edificio de las últimas décadas haya tenido el efecto social y mediático que tuvo el Guggenheim de Bilbao, construido por Frank 0. Gehry (1935). Rafael Moneo (1937), el único español galardonado con el Premio Pritzker (el Nobel de Arquitectura), levantó una de las más majestuosas catedrales del mundo, en Los Ángeles. Este arquitecto inaugurará el nuevo milenio ampliando otro de los lugares de culto de la arquitectura española: el Museo del Prado.

 Julián Muñoz Goulin.- El Arte contemporáneo.
Ed. Acento, Madrid 2000, Págs.  79-89