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La American Scene

 En los años treinta, Estados Unidos fue testigo de un resurgir de la tradición autóctona del realismo que emanaba de la escuela de Ashcan de principios del siglo XX y que recibió el nombre de American Scene (escena estadounidense”). El crac de la Bolsa de 1929, la Gran Depresión y el auge del fascismo en Europa provocó un período de autorreflexión nacional y de un creciente aislamiento con respecto a Europa, tanto en lo político como en las artes. A los ojos de muchos estadounidenses, la abstracción del arte moderno europeo simbolizaba la creciente decadencia de Europa, lo que provocó un retorno hacia el arte realista con imágenes genuinamente estadounidenses, que se desarrolló a principios de los años veinte de la mano de los precisionistas. Junto al realismo social, los pintores de la American Scene (conocidos también como pintores góticos estadounidenses o como regionalistas) produjeron imágenes de Estados Unidos que abarcaban desde la tenebrosa soledad hasta la arrogancia y el esplendor de un nuevo paraíso rural.

Las escenas de casas y granjas típicas de las zonas rurales de Charles Burchfield (1893-1967), y las desoladas imágenes de la Norteamérica urbana y suburbana de Edward Hopper (1882- 1967), provocan un intensa sensación de soledad y desesperación. El estilo expresionista y fantástico de Burchfield proporciona a sus pinturas un aspecto desolado, lo que llevó a un crítico a referirse a ellas como “canciones de odio”. Hopper escribió que la obra de su amigo expresaba “el tedio de la existencia cotidiana en una comunidad provinciana”, y le felicitaba por saber captar “una cualidad que podríamos llamar poética, romántica, lírica o lo que queramos”.

El destacable empleo del color de Hopper, que un crítico describió como una luz que “ilumina pero nunca calienta”, hace sus imágenes especialmente misteriosas. Su objetivo era evocar “toda la sofocante y empalagosa vida de la pequeña ciudad estadounidense, esa triste desolación de nuestro paisaje suburbano”. Tras sus estudios en la Escuela de Arte de Nueva York con Robert Henri, uno de los padres del realismo estadounidense, Hopper se embarcó en su primer viaje a Europa, con la ambición de estudiar en París. Volvió al cabo de algunos meses, después de visitar también Londres, Amsterdam, Berlín y Bruselas. Aseguraba (probablemente consciente de ello) que su experiencia en París tuvo poco efecto: ¿A quién conocí? A nadie. Oí hablar de Gertrude Stein, pero no recuerdo haber oído hablar de Picasso. Solía ir a los cafés por la noche, sentarme y observar. Fui algo al teatro. París no provocó un gran o inmediato impacto sobre mí.

Visitó Europa dos veces más, en 1909 y en 1910, pero aunque estos viajes ejercieron cierta influencia sobre él, se concentró en el trabajo con el que había ganado su reputación, los temas estadounidenses. “Estados Unidos parecía un lugar terriblemente duro cuando regresé”, -dijo-. “Me costó diez a prescindir de Europa.”

Los temas utilizados por Hopper, aunque ordinarios y anónimos, y pintados de manera sencilla e incluso concienzuda, producen, sin embargo, una atmósfera extraordinariamente psicológica que, con frecuencia, como en este caso, sugiere la existencia de vidas transitorias de gente que llega y se va.

Si bien las pequeñas ciudades rurales de Burchfield y Hopp resultaban monótonas y depresivas, los regionalistas daban, e cambio, un tinte más optimista y nostálgico al mismo tema. En 1933, el periodista y marchante de arte Maynard Walter organizó una exposición en el Instituto de Arte de Kansas C titulada “American Painting Since Whistler” “La pintura estadounidense desde Whistler”), en la que se incluyeron obras Thomas Hart Benton (1889-1975), John Steuart Curry (189 1946) y Grant Wood (1892-1942). Walker era un honesto promotor del arte realista estadounidense. En su introducción el catálogo de la exposición, apelaba al apoyo de los coleccionistas para este arte en lugar de “los cargamentos de basura que acaban de ser importados de la escuela de París”. Henry Luce, de la revista Time, apoyó con entusiasmo idea de un arte patriótico estadounidense que recogiera todos los “valores nacionales”. La cubierta del ejemplar navideño de 1934 de la revista Time presentaba una obra de Benton y contenía reproducciones en color y artículos que alababan el arte regionalista. El mito regionalista había nacido, con Benton, Curry y Wood a la cabeza; como Benton escribió más adelante: Se escribió una obra y se erigió un escenario para nosotros. Grane Wood se convirtió en el habitante típico de las pequeñas ciudades de Iowa, John Curry en el genuino granjero de Kansas y yo en un montañero de Ozark. Aceptamos nuestros papeles.

A principios de los años treinta, los cuadros de Grant Wood de paisajes del medio oeste, pequeñas ciudades, y estoicos y puritanos granjeros de Iowa se hicieron muy populares. Su famosa obra American Gothic (Gótico estadounidense, 1930), que dio nombre al desolado aspecto de la pintura de la American Scene, se convirtió en un símbolo nacional que reflejaba el endurecimiento del estadounidense medio tras la Depresión, a quien es taba dedicada. Más franco aún que Maynard Walker, Thomas Hart Benton se convirtió en el portavoz del regionalismo. Su nacionalismo se acercaba a la xenofobia: “Un molino de viento, un montón de basura y un rotario tienen para mí más sentido que Notre Dame o el Partenón”. Su mayor desprecio iba dirigido a las grandes ciudades (especialmente Nueva York), a la cual llamaba “ataúd para vivir y pensar” y para el estilo moderno europeo o “colonialismo estéticos”. Su estilo propio, enérgico y heroico, era muy adecuado para la serie de murales públicos que pintó después de 1930, los cuales reflejaban una historia social idealizada de la gente del medio oeste, retratada como seres musculosos, reminiscencia de Miguel Ángel.

Benton estudió en París con el sincromista estadounidense Stanton MacDonald-Wright, pero una vez convertido al realismo y dedicado a promocionar la edad dorada rural de su país, destruyó la mayor parte de sus primeras obras abstractas. “Me sumergí en cada uno de los estrafalarios “ismos” con que me encontré, y me costó diez años eliminar de mi sistema toda esa basura moderna”.

Durante los años treinta enseñó en la Arts Students League (Liga de estudiantes de arte) de Nueva York, donde se convirtió en el maestro y amigo de! joven Jackson Poliock, quien más adelante transformaría las fluidas líneas y la escala épica de la obra de Benton en una nueva rama del movimiento moderno. En una ocasión, Pollock afirmó: “Mi obra junto a Benton fue importante como algo contra lo que reaccionar intensamente más tarde”. A principios de los años cuarenta disminuía la popularidad del regionalismo y los expresionistas abstractos, un grupo de artistas liderados por Pollock, empezaron a atraer gran parte de la atención.

Los principales herederos del regionalismo, al menos en lo que respecta a sus nostálgicos retratos de Estados Unidos, fueron Norman Rockwell (1894-1978) yAndrew Wyeth (n. 1917). Ambos alcanzaron una gran popularidad. Las ilustraciones y cuadros de Rockwell de la familia ideal estadounidense le convirtieron en un personaje famoso en los años cincuenta, mientras que el Mundo de Christina (1948), de Wyeth, compite con American Gothic por el puesto de cuadro preferido de los estadounidenses.

Amy Dempsey.- Estilos, escuelas y movimientos.
Ed. Blume; Barcelona. 2002. Págs.  163-165