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5.-Retrato de augusto de Prima porta con La coraza.-

 La estatua original fue de bronce pero el ejemplar, conservado en Roma, es de mármol y estaba policromada, de suerte que la efigie de Augusto aparecía en sus colores naturales: las ropas, con rojos vivos y púrpuras (atuendo y paludamento o manto de general) las piezas de metal, en color dorado (la coraza, el cetro y, también, los flecos del faldellín y de las hombreras de cuero) y el cuerpo, con sus carnaciones. La boca y los ojos estaban, igualmente, policromados..

Es copia de un artista griego que, probablemente, tenía in mente al Doríforo de Policleto. Y se encontró en 1863 en una finca que perteneció a Livia, en la aldea hoy llamada de Prima Porta.

Augusto va vestido de general, de imperator, en actitud de arengar a las legiones. Su coraza anatómica, su faldellín protector, su túnica (que asoma por debajo de ésta) y el paludamento de general, que le ciñe las caderas y reposa sobre su antebrazo izquierdo, forman un uniforme de gala. En su coraza, artísticamente trabajada, hay un mensaje político. Se añadió a la pieza, junto a la pierna derecha, un pequeño Eros, así más solemne y semejante al original metálico. Ese Eros emparentaba públicamente a Augusto con Venus Afrodita, antepasada de Eneas. El cual, a su vez, era ancestro de Rómulo y Remo, hijos de Marte. La tradición romana dio al hijo de Eneas, Ascanio, el nombre de Julo, con lo cual quedaba convenientemente explicada la íntima relación de la familia Julia con los dioses olímpicos y con el glorioso pasado homérico.

En el centro aparece un guerrero bárbaro entregando una enseña militar a un personaje con casco (10). El guerrero, barbado y con característicos bombachos, es un dignatario persa, un parto. Lo que alza en sus brazos es el distintivo de una legión romana: va coronado por el águila reglamentaria (a la cual los legionarios rendían culto) y muestra unos adminículos circulares que no son otra cosa que condecoraciones colectivas. Los partos infligieron una tremenda derrota, en la ciudad de Carras, a las legiones romanas, una generación antes de que se realizase la estatua: Craso (amigo de César) perdió allí, en el año 53 a. C., la batalla y la vida. Y, un tiempo más tarde, en Fraata, sucedió otra derrota legionaria, esta vez bajo el mando de Antonio. Augusto logró, con los años, recuperar los estandartes, de tan alto valor simbólico y que estaban en poder del poderoso imperio parto: Fraates IV los restituyó oficialmente.

El honor de Roma quedaba a salvo gracias a Augusto y puesta de manifiesto la superioridad de los romanos sobre sus grandes enemigos orientales. Por tal causa, el legado parto devolviendo la enseña romana es el centro de la representación. La recibe un símbolo de Roma misma: probablemente, el dios Marte, en atuendo de guerra y acompañado de la Loba Capitolina, nodriza de Rómulo, el fundador de la Ciudad Eterna.

A la espalda de Marte, bajo la axila derecha de Augusto, está Hispania, sentada y afligida (5). Lleva en la mano una espada (la espada hispánica o gladius hispaniensis, con la cual se identifica a la figura. Augusto había vencido a cántabros y astures y de ahí esta conmemoración.

En posición simétrica, la Galia (9). Durante los mismos años, las legiones combatieron bajo sus auspicios en la Galia, llevando a cabo opera-ciones victoriosas en las que intervino Agripa. Quedó el suroeste, hoy francés, pacificado e integrado en el Imperio: se acometieron luego grandes obras públicas y se reorganizó la gran provincia norpirenaica. También este hecho se conmemora aquí: Galia, en actitud de derrota, muestra atributos típicos de los celtas: una trompeta zoomorfa de guerra, una enseña gálica en forma de jabalí y un objeto, sin identificar, sobre el halda.

Debajo están Apolo y Diana. Augusto tenía especial devoción por estas divinidades. Apolo (6) aparece con su lira, el instrumento característico del espíritu cultivado, porque tocarla adecuadamente exige conocimientos superiores sobre aritmética, armonía y otras artes. Monta el dios un monstruo alado, un grifo, mientras que Diana lo hace sobre un ciervo cuya edad exacta podría averiguarse y no exhibe su aljaba o carcaj de cazadora. Apolo era un dios polivalente, con extraordinario prestigio. Y Augusto deseaba ser visto como persona bajo su directa tutela y adornada con sus cualidades, sobre todo desde su victoria contra Antonio y Cleopatra, en la batalla de Accio: era creencia común que el propio Apolo, con su arco mortífero había sido artífice de la victoria.

Diana (8) era una diosa nacional romana, opuesta, por ello, a las divinidades extranjeras, que agradaban poco al César. Fuerte, agreste y protectora de la fecundidad femenina, Diana es invocada como madre de una nueva generación de romanos que vivirán en la paz gloriosa que procura la fuerza. Es reina del monte Aventino, vinculado a la plebe, y protectora de los niños. Por otro lado, Apolo Febo y Diana son, igualmente, invocados en tiempo de Augusto como dioses de la luz, ya que son divinidades del sol y de la luna, de los jóvenes y de las muchachas.

Todos estos sucesos se hallan enmarcados por un marco cosmológico, por el Cielo y la Tierra. En efecto, arriba, sobre los pectorales de la coraza, está Caelus, el Cielo, el griego Urano (2), que despliega su manto para albergar al mundo y a los mortales. Por dicho manto recorre la bóveda celeste el Sol, en su cuádriga, renovando su carrera cada día y trayendo calor y luz al Universo. Por delante del carro solar vuela el Rocío (4), que lleva en su mano izquierda la jarrita humectante. Junto al carro, la Aurora (1), que anuncia la llegada del nuevo día, compañera inseparable del Sol; la luminosidad de éste se haya representada por la antorcha de Fósforo, inscrito en el disco del Sol y compañero del Rocío.

Debajo del todo, en la vertical del ombligo u ónfalos de la coraza, la Tierra (7), Tellus, también llamada en Roma Terra Mater, recostada y con los emblemas de la fertilidad, entre los que destaca la cornucopia o cuerno de la abundancia, por el que la humanidad recibe los frutos del suelo. La Tierra fue, a menudo, asimilada a Ceres, la Deméter griega, de cuyo nombre deriva el de los cereales. Si se mira con cuidado se ven, bajo sus brazos, dos niñitos, que pudieran ser Rómulo y Remo, los gemelos amamantados por la loba. Las hombreras de la coraza representan otras tantas esfinges aladas, asunto común en la iconografía clásica y a menudo compañeras de las alegorías militares.

 Guillermo Fatás, La coraza de Augusto.-
Historia 16, nº 171, Año XV, Julio-1990. Págs.  88-92

  1.-  La Aurora guiando la cuadriga del Sol.
  2.-  Caelus
.
  3.-  Fósforo (Lucifer, estrella de la mañana).
  4.-  El Rocío, junto a Fósforo, precede a la Aurora.
  5.-  Hispania.
  6.-  Apolo sobre el grifo.
  7.-  La Tierra nutricia, con dos niños y la Cornucopia.
  8.-  Diana sobre un ciervo.
  9.-  Galia.
10.- Marte y la Loba Capitolina reciben las enseñas romanas
       que devuelve un guerrero del Imperio parto.
                                         
Interpretación de García Bellido.