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CERÁMICA GRIEGA
- Cocción de la vasija -


        Quizá sea el descubrimiento del fuego el más importante que ha realizado la humanidad. Gracias a él el Hombre primitivo se dio cuenta de que el agua no afectaba a lo recipientes de arcilla cocida. Quizás esta observación se realizó al verter arcilla en un nido de pájaro utilizado para transportar cenizas todavía calientes. O tal vez se revistió de arcilla un hoyo en el suelo en que se iba a encender un fuego, el cual se convirtió en un rudimentario recipiente. Se cree que los primeros descubrimientos que pusieron en relación a la arcilla y el fuego se efectuaron hace unos diez o doce mil años.

        Al calentar la arcilla, ésta sufre una serie de modificaciones que, a partir de cierto momento, son irreversibles. La arcilla sometida a la temperatura de 100º C se seca por completo, pero puede volver a su estado primitivo si se empapa con agua. Si se la calienta hasta 600-700 grados, llega un momento en que empieza a tomar un color rojo muy oscuro, señal de que esta sufriendo profundas modificaciones químicas. En este punto la arcilla es blanda, desmenuzable y porosa, y no vuelve a ser plástica ni pierde su forma por la acción del agua.

        En la mayoría de las cocciones que se efectúan en zonas primitivas la temperatura no supera los 800 grados, que ya es suficiente para endurecer y vitrificar la arcilla local.

        A temperaturas del orden de 900-1000 ºC, las partículas de la arcilla empiezan a conglomerarse y adquirir mayor resistencia. Todas las sustancias carbonosas, como los residuos de vegetales, se queman y volatilizan, dando como resultado un material puro y brillante y de color a veces muy distinto del original.

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Emmanuel Cooper.- Cerámica.
Ed. Instituto Parramón. Barcelona. 1978. Págs. 12-14