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LAS FALSIFICACIONES EN LA HISTORIA DEL ARTE.-

        Según se dice «Corot pintó 10.000 cuadros, de los cuales hay 25.000 en los Estados Unidos».

        La broma tiene su base real. Durante las postrimerías del siglo XIX, los paisajes de Corot alcanzaron tanta popularidad, que su falsificación cobró las proporciones de pequeña industria artesanal. Una prueba semejante de la popularidad de un artista fue la que dieron en época más reciente los falsificadores de las obras de Van Gogh, Gauguin y Picasso, y más de un millonario del petróleo tejano se ha visto obligado a reconocer que la mayor parte de su costosa colección de impresionistas son falsificaciones.

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        Las falsificaciones son tan antiguas como el arte. En la antigua Roma circulaban cuencos de plata «egipcios» fabricados por fenicios dispuestos a explotar una moda. Se hicieron falsificaciones de obras de algunos maestros italianos del Renacimiento cuando todavía vivían sus autores.

           La fruición con que narran los periódicos el descubrimiento de falsificaciones y falsificadores rodea a la cuestión de un atractivo irresistible. Se presenta a falsificadores como Hans van Meegeren, Elmyr de Hory y Tom Keating como héroes románticos, capaces no sólo de engañar a los acaudalados y presuntuosos, sino también a sedicentes expertos en arte, cuya destreza se revela bien falible.

        Pero los informes sobre los maestros de la falsificación que da la prensa son casi siempre exageraciones sensacionalistas. Las falsificaciones convincentes son extraordinariamente raras. La mayoría de los expertos son tan buenos como pretenden. Hubo quienes se dejaron engañar por los «Vermeer» de van Meegeren, pero no fueron todos, ni mucho menos, y la mayoría de los expertos pusieron en duda la autenticidad de los «Samuel Palmer» de Keating mucho antes de que su fraude se pusiera al descubierto. Las víctimas de los falsificadores son la mayoría de las veces personas demasiado orgullosas para consultar a un experto o demasiado tontos para comprar un cuadro a un marchante de reputación.

        Resulta sumamente difícil hacer una falsificación sólo convincente a medias. No pocas dificultades presenta ya el hecho de imitar el estilo de otra persona. Y todavía más difícil es hacerlo utilizando el mismo tipo de materiales para que resista un examen científico. La mayoría de las falsificaciones no lograrían engañar siquiera a un aficionado dotado de un conocimiento imperfecto de la obra del artista en cuestión.

        ¿Qué es una falsificación? La definición más precisa es la de orden legal: una falsificación es una obra de arte ejecutada con la intención de inducir a error, de hacerla pasar como creación de una mano diferente. Una copia no tiene por qué ser una falsificación, así como tampoco una pintura u objeto ejecutados en un estilo ajeno. Lo importante es la intención.

        Una atribución falsa tampoco es una falsificación. Las colecciones privadas y los museos están plagados de obras a las que no puede adjudicarse un origen definitivo. Recientemente, algunos cuadros que antes se creían de John Constable se han atribuido a su hijo Lionel. Lionel jamás pretendió imitar la obra de su padre, sólo pintaba en el mismo estilo.

        ¿Cómo podemos distinguir entre una falsificación y el objeto auténtico? La mirada del experto, sensible a las características peculiares del estilo de un artista, raras veces se deja engañar, y en caso de duda, se puede recurrir a la ciencia y a la documentación. La ciencia puede calcular la antigüedad de una pintura, de la tela, de la madera o del metal; los rayos X pueden revelar lo que hay por detrás de la superficie. En algunos casos, los documentos pueden proporcionar una cadena de conexiones que nos remontan al pasado, en ocasiones, hasta llegar al propio artista. Los objetos genuinos, a diferencia de las imitaciones, siempre tienen historia.

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        Keating, el falsificador inglés más famoso de después de la guerra, ha negado hasta el cansancio que haya tratado jamás de hacer pasar sus pastiches por obras de otros artistas. Sin embargo, en 1976 se celebró en una galería privada de Londres una exposición de «obras recientemente descubiertas de Samuel Palmer». Todas las obras expuestas eran de Keating.

        La Cena de Emaús, de Han van Meegeren, en el estilo de Vermeer (1632-75) en óleo sobre tela se trata de la falsificación más conseguida del más grande falsificador de nuestro tiempo, que tan bien hizo tragar el anzuelo a los expertos. Pero no consiguió engañar a todos. Su éxito temporal se debió en parte al hecho de que pintó sus cuadros inmediatamente antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Las insólitas circunstancias impidieron un examen adecuado.

        Hans van Meegeren pintó un «Vermeer» bajo la supervisión de la policía en 1945. Hans van Meegeren fue sometido a juicio en Amsterdam, en 1947. Algunos expertos se dejaron engañar hasta tal punto por las falsificaciones de van Meegeren que se resistían a creer su afirmación de que él mismo las había pintado (muchos falsificadores sienten una necesidad patológica de dar a publicidad su fraude). En 1945 pintó un «Vermeer» bajo la supervisión de la policía. En 1947, poco antes de su muerte, fue llevado a juicio.

        En la "Mujer con sombrero", de Elmyr de Hory no podemos decir que nos encontremos ante una falsificación, sino más bien ante una mala copia del celebrado retrato fauve que hizo Matisse de su mujer (Mujer con sombrero, 1905, colección privada). El extravagante De Hory pretendía haber vendido muchas falsificaciones de pinturas modernas a coleccionistas privados, no tanto para su ganancia personal como para poner de manifiesto la corrupción y avaricia imperantes en el mundo del arte. Sin embargo fueron muy pocos los expertos que se dejaron engañar por los pastiches de De Hory. Cuando se hizo famoso, De Hory se ganó la vida haciendo pastiches y copias que firmaba con su propio nombre de pila.

        Una comparación de un paisaje de John Constable ("Árboles de Hampstead: el sendero de la iglesia", de John Constable; óleo sobre tela; 91 x 72 cm.; 1821?, Victoria and Albert Museum, Londres), con otro de su hijo Lionel ("En las inmediaciones de Stokc-by-Nayland, óleo sobre tela; 36 x 44 cm.; c 1820; Tate Gallery, Londres) demuestra lo fácil que resulta atribuir erróneamente un cuadro. La gama de colores, el tratamiento del cielo y del follaje así como el enfoque del tema resultan sorprendentemente similares en ambos. Sólo un cuadro inspirado y una paciente investigación pueden desembocar en una atribución acertada.

Varios autores.- Enciclopedia universal
de la pintura y la escultura. Ed. Sarpe. Barcelona 1992