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LA VIDRIERA

       Problemas generales.-  Como es sabido, la arquitectura gótica presupone un empleo de los muros perimetrales cada vez menos sometidos a funciones sustentantes: a esto responden toda una serie de elementos estructurales -arcos rampantes, contrafuertes, pilastras, columnas, arcos apuntados, nervios, etc...-, estrechamente unidos entre sí para formar una especie de osamenta, de “jaula”, del edificio.

        En esta compleja articulación, la pared perimetral -elemento de primer orden en la arqui­tectura románica para solucionar empujes y pesos- se convierte simplemente en un bastidor interpuesto entre el espacio interior y el exterior: por lo cual se puede interrumpir fácilmente abriendo amplias ventanas, de acuerdo con la concepción gótica del espacio como hecho continuo, dinámico. En edificios como la Sainte­Chapelle de París puede eliminarse del todo y ser sustituida por vidrieras policromas que cierran las estructuras de la “jaula” arquitectónica.

        No es pues casual que el florecimiento del arte de la vidriera se sitúe en la Francia del siglo XII donde se estaban consolidando, más que en otros lugares, los términos del nuevo lenguaje arquitectónico gótico.

        En realidad, la costumbre de proteger las ventanas con vidrios, a veces policromos, es bastante anterior: conocida en el Egipto faraónico y en la Roma imperial, está documentada en varios textos medievales, al menos desde el siglo VI (...). Las referencias se multiplican en época carolingia (en las Vila di S. Ludgerio), que probablemente se remonta al año 864, se habla de una niña ciega que recupera la vista por un milagro del santo y que en la Iglesia abacial de Werden: (...); lo cual atestigua también la existencia de la vidriera figurada.

        Por otra parte, si la difusión de las vidrieras policromas está limitada al área occidental, al menos hasta la época carolingia, éstas no eran desconocidas en el mundo islámico, donde el arte de las vidrieras se unía a menudo al arte del estuco; probablemente es la propia cultura islámica la que difunde en Europa esta forma de arte que en la era carolingia comenzó a asumir el carácter específico de sus manifestaciones europeas, la vidriera figurada.

        Los restos anteriores al siglo XII no son muy numerosos: fragmentarios la mayor parte de las veces, no van en su empeño compositivo mucho más allá de la vidriera de reducidas dimensiones de Séry-les-Méziéres (en ella se representa una cruz y las letras griegas alfa y omega).

        Como veremos a continuación, los grandes ciclos de vidrieras figurativas o policromas no se inician antes del siglo XII: y esto no es más que la consecuencia directa de la situación de la arquitectura.

 

        Técnica de elaboración.- La técnica de producción de las vidrieras va estrechamente unida al desarrollo de la industria del vidrio. Como se ha dicho en otro lugar al tratar del vidrio, las placas se obtenían soplando cilindros que más tarde se cortaban y alisaban. Naturalmente esto tuvo su influencia en las dimensiones de las placas de vidrio, usadas en las vidrieras, haciéndoles asumir el bien conocido electo de mosaico transparente. Más adelante otros sistemas permitirán la producción de placas mayores.

        Los procedimientos técnicos están ampliamen­te documentados, además de por los numerosos ejemplares que se conservan, por una rica literatura medieval casi contemporánea de los mo­mentos de mayor desarrollo de la vidriera: entre todos los textos recordaremos los de Teófilo, del llamado Eraclio, de Antonio de Pisa y de Cennino Cennini, todos los cuales entrarían aproximadamente en un espacio de tiempo que va del siglo XII al XIV.

        Había varias fases. En primer lugar el Dibujo: del simple esbozo, se pasaba a un dibujo con las dimensiones de la vidriera, hecho sobre mesas cubiertas de yeso, con puntas de plomo o de estaño: la tabla de madera, poco práctica, fue después sustituida por materiales más manejables como tela, pergamino y, finalmente, cartón.

        Se procedía después a cortar las piezas de vidrio según las exigencias compositivas y cromáticas impuestas por el dibujo: el corte se hacía por medio de puntas de hierro incandescente, y a partir del siglo XV con puntas de diamante; naturalmente las piezas de vidrio cortadas con hierro incandescente presentan bordes irregulares, mientras que aquellas en que la operación se realiza con punta de diamante son muy regulares.

        En Francia y en el norte de Europa la mayor parte de las veces el diseñador y el maestro vidriero coincidían en una sola persona: sin embargo, en Italia había una distinción clara entre el que ideaba la estructura del dibujo y el ejecutor técnico, con una frecuente reducción de calidad entre concepción y realización, que el propio Cennini lamenta.

        El color.-  La policromía de las vidrieras se confiaba a dos factores: por una parte, la utilización de vidrios de varios colores; por otra, el empleo de verdadera pintura sobre vidrio: lo cual une en la vidriera tanto el carácter de pintura “de vidrio” como el de pintura “sobre vidrio”. La coloración de los vidrios se realizaba igual que en la fabricación de objetos vítreos coloreados (...): se disolvían sustancias colorantes - principalmente óxidos metálicos - en la pasta vítrea fundida.

        Las gamas cromáticas usadas en las vidrieras más antiguas no son muy variadas: esta limita­ción se suplía en gran parte con el sistema de plaqueado, yuxtaposición de vidrios de diferentes colores para obtener un color por asociación: entre las uniones más frecuentes se dan las del verde con rojo, rojo con amarillo y azul con blanco.

        El sistema de plaqueado se usaba fundamen­talmente para compensar la tendencia de los vidrios rojos a hacerse opacos, si tenían un cierto espesor: por esta razón se utilizaba el vidrio rojo en placas delgadas superpuestas a placas de vidrio incoloro, para que tuviera el espesor de los demás vidrios.

        Por otra parte, el plaqueado se prestaba a la aplicación del grafito: haciendo una incisión en la capa superior de vidrio se traslucía la coloración de la inferior, obteniendo así singulares efectos de adorno.

        La “grisalla”.-  Como ya se ha dicho, la coloración de las vidrieras se confiaba a la intervención de un auténtico trabajo de pintura: éste se ejecutaba por medio de la grisalla, un color adicional (marrón o negro; en Austria, en el siglo XIV se usó también una grisalla verde) compuesto de vidrios pulverizados mezclados con óxidos metálicos u otros colorantes, diluidos en sustancias líquidas (parece que en los primeros tiempos se usaba vino común como disolvente, y más tarde, en su lugar, se recurrió a la resina líquida para aumentar la adherencia al vidrio y la resistencia a los agentes atmosféricos. Su función era múltiple: servía para modificar los tonos de los colores del vidrio, para atenuar el contraste de algunos colores con respecto a otros (por ejemplo el azul, que filtraba la luz por tonos muy claros: se procedía pues a rodear las piezas de vidrio azul con tiras de grisalla para atenuar el paso de la luz), para hacer los trazos del dibujo en las figuras representadas (rostros, pliegues, etc.), para dar sentido del volumen a las figuras, para hacer comisas y otros elementos de adorno, etc. Se aplicaba con prefe­rencia en la parte interior de la vidriera, más resguardada de los agentes atmosféricos: en la parte exterior se daba en su lugar una coloración sumaria; sin embargo, no faltan ejemplos de vidrieras en las cuales la aplicación principal de grisalla se hizo en la parte exterior. Su aplicación era bastante laboriosa; primero se realizaban los elementos lineales (cabellos, ojos, pliegues, etcétera), luego los efectos más generales de tono y volumetría, quitando el color en algunas partes, para crear contraste, y por último se daban los retoques. El proceso de arranque era frecuente en la pintura con grisalla: se utilizaba por ejemplo en la ejecución de comisas y dibujos decorativos, cuando la grisalla en determinadas zonas se quitaba la parte negativa o positiva del dibujo (por ejemplo: banda decorativa en grisalla con motivos en negativo, es decir definidos por el vidrio transparente; o bien motivos decorativos en grisalla, en positivo).

        Una vez aplicada la grisalla se sometían las piezas aisladas de vidrio a un nuevo proceso de cocción (a temperatura relativamente baja): así los componentes vítreos de la grisalla tenían posibilidad de adherirse a las placas de vidrio (proceso no muy distinto al de la pintura de esmalte sobre vidrio).

        Una vez enfriados se montaban las piezas sueltas siguiendo el diseño compositivo general, metiéndolas en listeles de plomo de doble acanaladura (de sección en “H”), llamados “plomos”, soldados con estaño entre sí, y que formaban una especie de gran red irregular que constituía la estructura “capilar” de la vidriera: éstos se insertaban en un bastidor de hierro (antiguamente de piedra) que se colocaba definitivamente en el vano de la ventana. En general el bastidor se componía de estribos verticales y barras horizontales separados por intervalos regulares, que oscilaban entre 60 y 80 cm. A finales del siglo XII y comienzos del XIII estos marcos comenzaron a adquirir estructuras cada vez más complejas, en las que se cruzaban figuras geométricas de distintos tipos, cuadrilóbulos, medallones, etc.

         El amarillo de plata.- El problema de la coloración adicional y de la pintura de vidrieras se solucionó, además de por medio de la grisalla, con la introducción del llamado amarillo de plata (conocido en el siglo XIV tanto en el área islámica como en España en épocas precedentes), un colorante especial a base de óxidos metálicos que, por un proceso de recocido, origina una gama muy variada de amarillos: éste se diferencia de la grisalla, además de por el color, sobre todo por el hecho de que su aplicación permite obtener numerosos colores compuestos, mientras aquélla actuaba sólo por variaciones de tonos.

        Por otra parte hacía posible que una sola placa de vidrio tomara diferentes coloraciones: y esto naturalmente impulsaba la evolución de la vidriera en sentido pictórico. Por ejemplo se podían obtener en una misma placa el rostro y los cabellos de una figura, reduciendo cada vez más el número de piezas de vidrio usadas; además esto venía a coincidir con el refinamiento de la industria del vidrio, que permitía construir placas cada vez mayores.

        Parece que el primer ejemplo de aplicación de amarillo de plata en el área europea se produjo en el 1313 con la vidriera de la iglesia de Mesnil ­Villement; aunque de cualquier modo la vidriera dada por el canónigo Thierry en 1328 a la catedral de Chartres sigue siendo la primera realización de cierta importancia.

        Otra innovación con funciones análogas e introducida más adelante fue el rojo Jean Cousin llamado así por el nombre del artista que, según la tradición, lo usó por primera vez. Por último, cuando ya en el siglo XVI la vidriera empezaba a decaer, se usó con mucha frecuencia el esmalte.

 

        Problemas simbólicos: la luz. La introducción de todos estos sistemas de coloración adicional, si bien amplió considerablemente las posibilidades expresivas de esta forma de arte, sin embargo no acabó con el carácter de “pintura de luz” que originalmente era uno de sus rasgos más decisivos.

        De hecho la vidriera se solía identificar con la pintura, haciendo determinante y abusivo ese contrato continuo con las artes figurativas que en los mejores momentos de su historia se había limitado simplemente a darle modelos iconográficos, sin dañar jamás su especificidad. Esta orientación llevó a negar el carácter simbólico originario que subyacía al gran desarrollo de la vidriera en los siglos XII y XIII; es decir, el de una exaltación constante de la luz, entendida como “imagen” de lo divino en lo humano: aquel valor que se manifestaba en la casa terrena de Dios, la Iglesia, la “Jerusalén terrestre”, en la cual cada cosa remitía en la sensibilidad del hombre medieval, a una presencia inmanente de lo divino.

        El neoplatonismo medieval proporciona continuas referencias a esta mística de la luz; (...).

        Una lectura precisa en este sentido de] arte de la vidriera se encuentra en Durando di Mende: “Las vidrieras son las escrituras divinas que vierten la claridad del verdadero Sol, Dios, en la Iglesia, es decir, en los corazones de los fieles, iluminándolos al mismo tiempo.” Y más todavía en una de las figuras más importantes y determi­nantes de la cultura medieval, el abad Suger, que hizo de la abadía de Saint-Denis uno de los puntos clave de la cultura gótica. Así celebraba la terminación del coro (1144) adornado de espaciosas vidrieras policromadas y figuradas (...)

 

        Panorama histórico.-  A aquellos que como Bernardo de Claraval, presos de ímpetu rigorista, condenaban un arte religioso adornado, hasta definir Saint-Denis como “fragua de Vulcano” y “Sinagoga de Satanás”, el abad Suger, inserto en la tradición ideológica neoplatónica, podía responder: “Nosotros estamos convencidos de que se debe rendir homenaje también mediante el adorno exterior de los objetos sagrados... Ya que es sumamente justo y conveniente que sirvamos a nuestro Salvador en todas las cosas, integralmente, Él que no ha rehusado darse a nosotros en todas las cosas integralmente y sin excepción” (Panofsky...).

        La vertiente rigorista, que encuentra su portavoz precisamente en Bernardo, tuvo ocasión de intervenir de manera relevante en el desarrollo de las vidrieras, específicamente en las cistercienses, creando un filón de ejemplares privados de color y decorados parcialmente con grisalla, en los cuales una iconografía abstracta, hecha de en­trelazos, motivos estilizados, etc., excluía cualquier intento de figuración, obedeciendo en ello a la prohibición tajante de Bernardo en 1134 ... Ejemplos evidentes de esta tendencia son las vidrieras de las abadías cistercienses de Obazine, Pontigny, La Bénisson-Dieu (...).

        Ya hemos señalado que los testimonios de vidrieras anteriores al siglo XII son muy escasos, fragmentarios y constituidos por ejemplares de dimensiones reducidas: como la pequeña vidriera ya citada de Sér-y-les-Mézieres, que parece re­montarse al siglo IX, y que por tanto es proba­blemente el ejemplar más antiguo conocido; o bien la cabeza de Cristo, procedente de Wissembourg, conservada en el museo de la catedral de Estrasburgo, que se puede datar en torno a la segunda mitad del siglo XI.

        Durante todo el siglo XII la historia de la vidriera es preferentemente un hecho francés, ampliado episódicamente al área germánica. En Francia se produce una cierta distinción de formas en relación con las áreas geográficas: las vidrieras del norte mantienen un carácter románico, acentuadamente expresivo, como en la Asunción de la Virgen de Le Mans, en la Crucifixión de Poitiers (hacia 1165) y en la de Angers.

        Un centro muy caracterizado es la abadía de Saint-Denis, en la cual se realizaron las vidrieras del coro entre 1140 y 1144, bajo la dirección del abad Suger, que dio en ellas un ejemplo de cultura muy refinada, y un modelo importante para otros grupos de vidrieras, como las tres de la fachada de la catedral de Chartres, hechas aproximadamente una década después. En el centro y sudeste ciertos contactos con Italia y en particular con Lombardía alumbraron un lenguaje nutrido de elementos bizantinizantes (...).

        Sin embargo, el momento más cercano al nuevo gusto gótico está representado por las vidrieras de Saint-Remy de Reims (hacia 1175-­1200).

        En las zonas en que la relación con Alemania era más estrecha (por ejemplo, Alsacia) se desarrolló un gusto que todavía era sustancialmente románico. En Alemania aún está muy viva esta tradición en su vertiente más decorada, que encuentra un amplio desarrollo en las artes aplicadas. Por otra parte, en el área germánica se desarrolla también la tradición cisterciense de las vidrieras incoloras: las vidrieras de Eberbach, Mariensttat, etc., son ejemplos de ello.

        Uno de los primeros autores de vidrieras cuyo nombre se ha conservado es alemán, el maestro Gherlacus, activo durante mucho tiempo, y del cual se conserva en el Stádelsche Kunstinstitut de Frankfurt una vidriera con la historia de Moisés, que presenta con claridad algunas influencias de los esmaltes del área del Mosa (...). Por último recordemos entre los ejemplares alemanes Los cinco profetas, de la catedral de Augsburgo.

        Las vidrieras del siglo XII en general mantienen coloraciones muy netas, sobre gamas claras: al acabar el siglo y en el siguiente las coloraciones se hacen más oscuras (abundante uso del azul, etc.); probablemente no debe ser ajeno a este cambio la ampliación de las dimensiones de las ventanas, con la consiguiente necesidad de filtrar y reducir la continuidad de luz en el interior de los edifi­cios.

        En el siglo XIII el arte de la vidriera alcanza su punto más alto: es el momento de los grandes ciclos de Chartres (hacia 1200-1236), Bourges, Le Mans, Poitiers, Angers, Lyon, Reims, Troyes, etcé­tera, en Francia; Colonia, Friburgo, Erfurt, Es­trasburgo, etc., en el área alemana. En este siglo se desarrolla una concepción más amplia de la vidriera, en el sentido de una acentuación de su función narrativa: Chartres es un ejemplo de este desarrollo, que trae consigo una unificación de la superficie de la vidriera con un fin narrativo: si las vidrieras anteriores marcaban una distinción clara de la superficie, destinando la parte inferior al aspecto narrativo y la superior a la representación de personajes aislados, ahora toda la superficie se toma como espacio narrativo; y si en los ejemplos anteriores la propia estructura de la vidriera presentaba zonas altas y zonas bajas separadas, no sólo figurativa, sino también estructuralmente, el siglo XIII tiende con preferencia a unificar el vano de la ventana en una única gran apertura.

        Esta concepción amplia del espacio narrativo lleva como consecuencia directa una acentuación de los caracteres decorativos de la vidriera, con un aumento de motivos de relleno: un indicio de ello es el uso más difundido de la grisalla tanto en la ejecución de motivos decorativos (cornisas, etc.) como en los más figurativos.

        Así se sentaron las bases para ese desarrollo en el sentido pictórico de que se ha hablado, y que encontrará un gran impulso en el siglo siguiente con la introducción del “amarillo de plata”, por ejemplo.

        Así pues la vidriera sigue el curso común a la cultura de la época: se resiente del impacto de la naciente cultura ciudadana y burguesa, que tenderá -especialmente en el siglo siguiente- a desviar los ejes de la producción artística desde una significación simbólico-filosófica, y en sentido más amplio ideológica, el ámbito de la decoración. Llevando así la valoración del hecho cultural de un ámbito de significaciones existenciales -al menos en una dimensión religiosa - a una concepción que presupone su empleo como complemento y valor añadido, de adorno y como transmisor de glorificación personal, en el uso que el comitente de la obra puede hacer de cuando en cuando. De glorificación personal cuando él es donante; de adorno cuando la disfruta.

        Desde un punto de vista tipológico es ejemplar la realización de la Sainte-Chapelle de París, hecha entre 1243 y 1248. Se concibe como una “jaula” en la cual los reducidísimos elementos arquitectónicos tienen como misión principal la completa exaltación y liberación de la vidriera: la falta total de límite puesto por la estructura arquitectónica- hace de la Sainte-Chapelle la más exaltante glorificación de la luz que el arte de la vidriera ha sabido realizar; constituye la meta de la tendencia a la conversión de los hechos arquitectónicos en hechos lumínicos, lo cual había sido, como ya hemos tenido lugar de señalar, la aspiración siempre presente en aquella parte de la cultura medieval que interpretaba los hechos religiosos a la luz de una tradición neoplatónica.

        El siglo XIII marca el comienzo de la gran difusión europea de la vidriera. Alemania y los países germánicos siguen su desarrollo propio siguiendo la polaridad que se había marcado en el siglo anterior: por una parte, el interés por el lenguaje gótico-francés, por otra, la continuación de una tradición local de tipo románico culto, que se desarrolla según las directrices dadas en el siglo precedente por la cultura del maestro Gherlacus.

        Inglaterra, que inicia en este siglo una larga tradición de vidrieras que sobrevivirá cuando ya en el resto de Europa el interés por esta forma de arte haya disminuido, sigue muy cerca los moldes trazados por la cultura gótica francesa: por ejemplo, las vidrieras de la catedral de Canterbury tornan los modelos de la de Sens.

        En Italia, donde parece que los ejemplos más antiguos son las vidrieras de la iglesia superior de San Francisco, en Asís (hacia 1240-1250), al menos en esta primera fase se siguen estrechamente los módulos lingüísticos de la Cultura alemana, y según una lectura digna de consideración parece posible atribuir concretamente las vidrieras de Asís a maestros alemanes de formación cercana a la que estaba vigente en Erfurt.

        A la segunda mitad del siglo XIII se remonta una pequeña vidriera con La Virgen y el Niño del santuario de la Madonna della Grotta, junto a Siena: muy probablemente éste es uno de los primerísimos ejemplos -sin duda el más antiguo de los conocidos - de vidrieras de escuela italiana de Siena ... La historia de la vidriera del siglo XIV, como ya hemos dicho, está muy marcada por una serie de innovaciones técnicas y formales que la asimilan cada vez más a las otras artes figurativas, y de modo especial a la pintura y a la miniatura: se trata, recordémoslo una vez más, de la introduc­ción del amarillo de plata, del aumento del uso de la grisalla, además de la tendencia a insertar las figuras en estructuras arquitectónicas complejas, figuras que se van delineando cada vez más en sentido volumétrico y que se realizan con prefe­rencia sobre fondos claros.

        Francia va perdiendo su carácter preeminente y se van individualizando áreas de desarrollo como Italia, España, Inglaterra, etc.

        En Italia el arte de la vidriera tiene una gran difusión: llegan a alcanzar especial importancia las Vidrieras de Asís, de Santa Maria del Fiore y S. Croce en Florencia y sobre todo las que se realizan para el coro en la catedral de Orvieto con dibujos de Lorenzo Maltani, en 1334, y hechas por Glovarini de Bonino. Muchos otros artistas, como Maitarn, dieron dibujos para vidrieras: Taddeo y Agnolo GaddÍ, tal vez Ambrogio Lorenzetti y Lorenzo Monaco, por citar algunos.

        En Inglaterra recordemos las vidrieras de la catedral de York (hacia 1310-1340) y de Glou­cester (hacia 1350). En España las de la catedral de León. Estos son sólo algunos ejemplos de un vasto florecimiento.

        En la segunda mitad del siglo se acentúa la tendencia decorativa con la afirmación del llamado “Gótico internacional”, tanto en su dimensión naturalística como en la más específicamente cortés.

        El Quattrocento desarrollará esta tendencia, que ya está a punto de transformar el arte de la vidriera en verdadera pintura sobre vidrio: éste es el camino que sigue en Italia, donde artistas como Paolo Ucello, Donatello y Andrea del Castagno reciben encargos para dibujos de las nuevas vidrieras de Santa Maria del Fiore; mientras en Lombardía, y concretamente en la catedral de Milán, intervienen pintores como Foppa y Cristóforo de'Mottis. Un desarrollo análogo tiene lugar en Alemania, donde se destaca una gran figura de maestro vidriero: Peter Hemmel de Andlau (hacia 1420-25), que trabaja en Estrasburgo y probablemente en Austria y Lorena. la vidriera alcanza una difusión notable en Inglaterra, donde John Pruddle realiza las de la Colegiata de Warwick y John Glazler las del All Souls College de Oxford.

        Suiza, cuyo desarrollo en los siglos anteriores había estado estrechamente ligado a la cultura germánica, manteniendo aún estos contactos, va asumiendo una caracterización propia, al dar un impulso especial a un tipo de vidrieras laicas, con temas heráldicos, destinadas a las viviendas privadas y a los edificios públicos.

        Se puede decir que el siglo XVI marca en casi todas partes un descenso del interés por la vi­driera: especialmente en Italia, donde la arquitectura renacentista no dejaba lugar para esta forma de arte. Todavía a comienzos del siglo se pueden recordar los ejemplos notables de las vidrieras de Guillaume de Marcillat para la catedral de Arezzo y las de la catedral de Milán; además de la figura de Pastorino Pastorini, discípulo de Marcillat, que trabajó en Siena.

        Aunque no desaparece durante todo el siglo XVII, también en el resto de Europa disminuye la importancia de la vidriera, en la cual va ganando terreno la decoración de esmalte: en Alemania y los países implicados en la Reforna luterana se desarrolla aquella forma de vidriera que habíamos visto en Suiza, de temática profana y pe­queñas dimensiones.

        Tras un período de desuso de casi dos si­glos, hacia fines del XIX la vidriera -volvió a encontrar un cierto éxito bajo la ola de decorativismo del Art Nouveau y del Simbolismo: recordemos las vidrieras realizadas por L. C. Tiffany en 1895 con dibujos de artistas como Toulouse Lautrec, Bonnard, etc.; las dibujadas por Maurice Denis, y las que se han hecho en nuestro siglo con dibujos de Léger, Braque, Rouault, Matisse, etcétera.

 Franco Sborgi , en Las técnicas artísticas, coordinado por Corrado Maltese.
Ed. Cátedra. Madrid  1997. Págs.  357-368