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La masía catalana: variedad y tradición

        Cataluña posee aspectos condicionantes muy diversos, debido a las grandes variaciones climatológicas y a la diferencia de suelos. Mientras el sur y centro son cerealistas. la zona pirenaica es eminentemente ganadera.

        La masía, casa rural aislada en el campo catalán, se configura según el clima, suelo, tipos de explotación y circunstancias sociológicas en que se desenvuelve la vida del payés.

        En el sur, la masía es mas pequeña que en el norte, donde precisa mayor espacio para los establos; en el litoral, donde la propiedad esta mas repartida y el clima es más suave, la masía adquiere otra configuración: los huecos se abren y se construyen como en todo el Mediterráneo, en forma de porches y galerías a modo de logias. La distribución y detalles se adaptan a estas variantes, pero en el fondo se mantiene una cierta unidad, derivada de las costumbres y usos regionales y de la tradicional psicología del payés.

        La vida en la masía no se estabiliza hasta finales de la Edad Media, a causa de la inseguridad en el campo. No adquiere verdadera importancia hasta el siglo XVI, en que desaparece la organización feudal y el colono (masovero) puede independizarse, trabajar su tierra y construir su propia vivienda; en el XVII y principios del XVIII, adquiere su mayor desarrollo, enriqueciendo su arquitectura con detalles de buena construcción, apoyada frecuentemente en reminiscencias del románico, tan arraigado en la región. En el siglo XVIII acusa los efectos de la relación comercial con Italia, cuya influencia se percibe en la proporción mas alargada de los huecos, simetría en la composición de fachadas, arquerías de proporciones clásicas, etc.

        La organización de la masía responde a criterios funcionales: el cuerpo del edificio principal —generalmente de dos pisos— es prismático, de planta casi rectangular, con la fachada de acceso orientada al mediodía o al saliente. La cubierta es casi siempre a dos aguas, con variantes de caballete: paralelo a la fachada en el Ampurdán, y normal a ella en casi toda la provincia de Barcelona. En Lérida y Tarragona suelen verse cubiertas a cuatro aguas, con una especie de lucarna central en esta última provincia.

        En la planta baja suele haber un porche o portal de ingreso embaldosado con losas de barro cocido; a un lado está la cocina —pieza clave de toda casa rural—con su gran llar con escaños; completan esta planta las dependencias agrícolas para aperos y carros. En la planta primera se distribuyen los dormitorios y la sala, que, como pieza de respeto, ocupa el centro y da a la fachada principal. En la segunda planta están las buhardillas y desvanes donde se guarda la cosecha y se almacenan el grano y la paja para el ganado, cuando no existen graneros en la planta baja.

        En las masías próximas a la costa todavía suele contemplarse alguna torre de carácter defensivo, reminiscencia de una época en que era imperioso mantener constante vigilancia y defensa contra las incursiones de piratas. De aquí, la denominación de torre que se da frecuentemente en Barcelona a las casas ajardinadas de sus alrededores, aunque en realidad carezcan de ella.

VV.AA. Los pueblos más bellos de España.
Ed. Selecciones de Readers Digest. 1983. (Agotado)