Hablar en términos de la "geografía
de Internet" nos permite profundizar analíticamente
en algunas de las consecuencias de la implantación
de esta tecnología de redes con una presencia
progresivamente significativa en muchos países.
Siguiendo los planteamientos argumentados por el profesor
Manuel Castells , podemos aproximarnos a la geografía
de Internet haciendo una especificación clarificadora:
Internet tiene dos tipos de geografía: la de
los usuarios y la de los proveedores de contenido. La
primera estaría caracterizada por una alta concentración,
localizada en los países desarrollados. Las tasas
de penetración media de Internet se sitúan
en torno al 50% de la población en Estados Unidos,
Finlandia y Suecia; superando el 35% en Gran Bretaña,
y oscilan entre un 20 y un 25 por ciento en Francia
y Alemania. En España los datos hablan de un
14%. De manera conjunta, los países de la OCDE
estarían en una media del 25 al 30%, que sería
el referente de los países ricos. Mientras que
en el conjunto del planeta el referente está
por debajo de un 3%. Y si hacemos referencia a zonas
como la africana o el sur de Asia, estamos hablando
de que menos de un 1% de su población tiene acceso
a Internet.
En cualquier caso, existe una gran disparidad interna
entre unas regiones y otras. Estas
diferencias además no se producen de manera homogénea,
ni siquiera dentro de las regiones, y están en
la base de lo que se ha denominado la brecha digital
(OECD, 2000).
Respecto a la geografía de los proveedores de
contenido, estas diferencias son mucho más acusadas.
Hay una enorme concentración de las industrias
proveedoras de contenidos para Internet, y sus correspondientes
tecnologías. Esta concentración se produce
en las áreas metropolitanas de los países
más poderosos económicamente; y viene
justificada por razones laborales, sociales y económicas,
preferentemente. Éste es un aspecto que refuerza
la geografía descompensada del acceso a Internet
aquí comentada.
El profesor Castells señala un tercer aspecto,
vinculado a los anteriores y que sin duda tiene interés.
Se trata de la capacidad educativa y cultural para utilizar
Internet. Es decir, hablamos de aprender a diferenciar
entre el conocimiento codificado que se encuentra en
la red, y las habilidades para gestionarlo. Es la diferencia
entre acceder a la información y acceder al conocimiento.
Se trata de un aspecto cuyas consecuencias están
directamente ligadas a la sensibilidad de los gobiernos
para preparar a sus ciudadanos en la aceptación
de las nuevas tecnologías de la información
y la comunicación.
Internet aporta sin duda unas posibilidades enormes
para el desarrollo de las personas. Pero no se trata
de ventajas "intrínsecas". Dada la
enorme dependencia de estas tecnologías con la
economía, hay muchas posibilidades de que las
grandes diferencias entre países ricos y pobres
no se aminoren sino que, por el contrario, pueden incrementarse
aún más. En consecuencia, resulta relevante
considerar estas tecnologías no únicamente
como factor de negocio, sino desde perspectivas públicas
y solidarias.
La consideración de bien social, de factor equilibrador,
debe ser asumido por las administraciones públicas,
en ámbitos culturales, educativos y sociales
en los que no resulta lícito hacer negocio sin
más.
Lo anteriormente dicho supone que se hace necesario
buscar un equilibrio entre las instituciones que controlan
el conocimiento. O precisando más, las decisiones
trascendentes sobre el conocimiento y su gestión
no pueden estar separadas del poder público.
Las instituciones educativas deben jugar un papel de
equilibrio en una situación donde la sociedad
puede perderse fácilmente a la hora de elegir
sobre ofertas culturales, educativas o vinculadas al
mundo del conocimiento.
La globalización cultural.-
Estamos identificando a la globalización como
un proceso complejo en el que se producen interconexiones
entre el ámbito económico, el político
y el cultural. En este proceso, las nuevas tecnologías
de la información y la comunicación (TIC),
asumen un papel mediador e instrumental muy relevante.
Obviamente, el cruce de estos tres ámbitos genera
consecuencias y diferenciaciones, dada su dependencia
mutua, en función de que la situación
sea buena o mala en un plano más individualizado.
Así, aquellas personas que tienen un nivel socioeconómico
medio o alto y viven amparados en sistemas políticos
que respetan las libertades, tienen un fácil
acceso a la cultura global que propician las TIC. En
este supuesto se puede hablar de un aumento en las posibilidades
de elección y, por tanto, supone la vertiente
positiva de acceso a la diversidad cultural que medios,
como la radio, la televisión, la prensa escrita
(medios de comunicación social) y especialmente
Internet propician.
Sin embargo, las personas sujetas a condiciones precarias
desde un punto de vista económico, político,
social y cultural, no tienen posibilidades reales de
acceso a las ventajas de la globalización, ni
a las tecnologías que la apoyan. De hecho, son
víctimas de lo que venimos denominando la "brecha
digital". Es decir, sus condiciones económicas,
políticas y culturales (habitualmente actuando
de forma conjunta) propician un mayor distanciamiento
y diferenciación entre zonas ricas y zonas pobres
del mundo.
En el difícil equilibrio que exige la diversidad
cultural, en cuanto al respeto que precisan las culturas
minoritarias vinculadas a ámbitos económicos
y políticos deprimidos, suelen darse dinámicas
de "colonización cultural", que bajo
criterios éticos deben ser controladas y limitadas.
La imposición de contenidos, valores o idiomas
en detrimento de otras opciones da pie a la presencia
de efectos no deseados en el proceso de la globalización,
si hablamos desde criterios éticos y pedagógicos.
Desde esta perspectiva, los grupos que quedan al margen
del acceso y control de las TIC, lejos de beneficiarse,
sufren y padecen el fenómeno de la globalización.
Desde un punto de vista cultural, y en relación
a la globalización, se hace preciso apoyar iniciativas
que combatan la exclusión de los ciudadanos y
de los grupos sociales más desfavorecidos. Esas
iniciativas pasan obligatoriamente por la toma de decisiones
en los ámbitos político y económico.
Únicamente si se producen iniciativas solidarias
en este terreno, será posible defender un equilibrio
cultural en el marco de la globalización.
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