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LA GEOGRAFÍA DE INTERNET. Juan de Pablos Pons

Hablar en términos de la "geografía de Internet" nos permite profundizar analíticamente en algunas de las consecuencias de la implantación de esta tecnología de redes con una presencia progresivamente significativa en muchos países. Siguiendo los planteamientos argumentados por el profesor Manuel Castells , podemos aproximarnos a la geografía de Internet haciendo una especificación clarificadora: Internet tiene dos tipos de geografía: la de los usuarios y la de los proveedores de contenido. La primera estaría caracterizada por una alta concentración, localizada en los países desarrollados. Las tasas de penetración media de Internet se sitúan en torno al 50% de la población en Estados Unidos, Finlandia y Suecia; superando el 35% en Gran Bretaña, y oscilan entre un 20 y un 25 por ciento en Francia y Alemania. En España los datos hablan de un 14%. De manera conjunta, los países de la OCDE estarían en una media del 25 al 30%, que sería el referente de los países ricos. Mientras que en el conjunto del planeta el referente está por debajo de un 3%. Y si hacemos referencia a zonas como la africana o el sur de Asia, estamos hablando de que menos de un 1% de su población tiene acceso a Internet.

En cualquier caso, existe una gran disparidad interna entre unas regiones y otras. Estas diferencias además no se producen de manera homogénea, ni siquiera dentro de las regiones, y están en la base de lo que se ha denominado la brecha digital (OECD, 2000).



Respecto a la geografía de los proveedores de contenido, estas diferencias son mucho más acusadas. Hay una enorme concentración de las industrias proveedoras de contenidos para Internet, y sus correspondientes tecnologías. Esta concentración se produce en las áreas metropolitanas de los países más poderosos económicamente; y viene justificada por razones laborales, sociales y económicas, preferentemente. Éste es un aspecto que refuerza la geografía descompensada del acceso a Internet aquí comentada.


El profesor Castells señala un tercer aspecto, vinculado a los anteriores y que sin duda tiene interés. Se trata de la capacidad educativa y cultural para utilizar Internet. Es decir, hablamos de aprender a diferenciar entre el conocimiento codificado que se encuentra en la red, y las habilidades para gestionarlo. Es la diferencia entre acceder a la información y acceder al conocimiento. Se trata de un aspecto cuyas consecuencias están directamente ligadas a la sensibilidad de los gobiernos para preparar a sus ciudadanos en la aceptación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
Internet aporta sin duda unas posibilidades enormes para el desarrollo de las personas. Pero no se trata de ventajas "intrínsecas". Dada la enorme dependencia de estas tecnologías con la economía, hay muchas posibilidades de que las grandes diferencias entre países ricos y pobres no se aminoren sino que, por el contrario, pueden incrementarse aún más. En consecuencia, resulta relevante considerar estas tecnologías no únicamente como factor de negocio, sino desde perspectivas públicas y solidarias.


La consideración de bien social, de factor equilibrador, debe ser asumido por las administraciones públicas, en ámbitos culturales, educativos y sociales en los que no resulta lícito hacer negocio sin más.
Lo anteriormente dicho supone que se hace necesario buscar un equilibrio entre las instituciones que controlan el conocimiento. O precisando más, las decisiones trascendentes sobre el conocimiento y su gestión no pueden estar separadas del poder público. Las instituciones educativas deben jugar un papel de equilibrio en una situación donde la sociedad puede perderse fácilmente a la hora de elegir sobre ofertas culturales, educativas o vinculadas al mundo del conocimiento.

La globalización cultural.-


Estamos identificando a la globalización como un proceso complejo en el que se producen interconexiones entre el ámbito económico, el político y el cultural. En este proceso, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), asumen un papel mediador e instrumental muy relevante. Obviamente, el cruce de estos tres ámbitos genera consecuencias y diferenciaciones, dada su dependencia mutua, en función de que la situación sea buena o mala en un plano más individualizado.

Así, aquellas personas que tienen un nivel socioeconómico medio o alto y viven amparados en sistemas políticos que respetan las libertades, tienen un fácil acceso a la cultura global que propician las TIC. En este supuesto se puede hablar de un aumento en las posibilidades de elección y, por tanto, supone la vertiente positiva de acceso a la diversidad cultural que medios, como la radio, la televisión, la prensa escrita (medios de comunicación social) y especialmente Internet propician.

Sin embargo, las personas sujetas a condiciones precarias desde un punto de vista económico, político, social y cultural, no tienen posibilidades reales de acceso a las ventajas de la globalización, ni a las tecnologías que la apoyan. De hecho, son víctimas de lo que venimos denominando la "brecha digital". Es decir, sus condiciones económicas, políticas y culturales (habitualmente actuando de forma conjunta) propician un mayor distanciamiento y diferenciación entre zonas ricas y zonas pobres del mundo.

En el difícil equilibrio que exige la diversidad cultural, en cuanto al respeto que precisan las culturas minoritarias vinculadas a ámbitos económicos y políticos deprimidos, suelen darse dinámicas de "colonización cultural", que bajo criterios éticos deben ser controladas y limitadas. La imposición de contenidos, valores o idiomas en detrimento de otras opciones da pie a la presencia de efectos no deseados en el proceso de la globalización, si hablamos desde criterios éticos y pedagógicos. Desde esta perspectiva, los grupos que quedan al margen del acceso y control de las TIC, lejos de beneficiarse, sufren y padecen el fenómeno de la globalización.

Desde un punto de vista cultural, y en relación a la globalización, se hace preciso apoyar iniciativas que combatan la exclusión de los ciudadanos y de los grupos sociales más desfavorecidos. Esas iniciativas pasan obligatoriamente por la toma de decisiones en los ámbitos político y económico. Únicamente si se producen iniciativas solidarias en este terreno, será posible defender un equilibrio cultural en el marco de la globalización.

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